El Último Dios

Capítulo 2, parte 6: Más preguntas.

Merryl.

—No, nunca había visto esa clase de lenguaje o símbolos —contestaba Celdrik al trozo de papel carbonizado—. Esto es algo nuevo. No se parecen en nada a algo existente.

Merryl se apoyó con su hombro en la pared de la mazmorra y bajó su cabeza para pensar. Aún tenía que descubrir el contenido de la nota y el mensaje del mapa. Aún no había luces que iluminaran la oscuridad que ocultaba lo que estaba ocurriendo.

La puerta de la otra sala se abrió.

—Bien, justo a tiempo —dijo Tiberius mientras se frotaba por costumbre sus manos—. Tengo noticias de nuestro extraño amigo.

Merryl se incorporó, y siguió a Celdrik y a Morth hacia la otra sala. Las velas que estaban antes ya se habían consumido en parte. Y encima de la mesa de trabajo improvisada, ahí seguía él. Su cuerpo parecía intacto, casi. En su cabeza le faltaba parte del cráneo. Merryl al ver esto supo de inmediato que lo que tenían que informarle tenía que ver con aquello.

En un costado, varios libros se apilaban sobre una silla y otros cuantos sobre la mesa. Tuvieron que salir del lugar para buscarlos.

El colega de Celdrik se acercó hacia la mesa. Pasaba las manos por encima de los párpados para masajearlos. Mostraba un cansancio que no parecía normal. Movió una vela por encima de la cabeza del cadáver, y alumbró un poco, haciéndole señas a todos para que se acercaran. Morth, quien había entrado último y seguía quieto cerca de la puerta, dudó; pero se acercó también. Su cara de disgusto fue notoria. No estaba acostumbrado a ver un cerebro expuesto.

Merryl veía el órgano, pero no entendía qué era lo importante de este.

—Revise cada parte del cuerpo de nuestro «amigo», y tal como me mostraste al inicio, no tiene ninguna clase de órganos. De hecho, no tiene huesos, ni nervios o algo que lo identifique como humano —empezó a explicar Tiberius mientras paseaba alrededor del cuerpo. Por cada palabra dirigía su mirada a cada uno de sus escuchas. Era claro que era un profesor, y uno de los buenos.

» Estuve analizando todo el proceso, hasta que recordé la causa de la muerte. En este sentido, el único órgano en todo el cuerpo es el cerebro. Por lo que puedo deducir que la única forma de causar la muerte de otros como él es por medio de una herida que alcance este punto. Lo que no me queda claro, ¿por qué solo tiene un cerebro? Celdrik y yo, pues, no encontramos nada en concreto. Pero tenemos una teoría —dijo mirando a Celdrik.

—Pues, gracias —comenzó Celdrik, acercándose un poco a ver el cuerpo—. En la antigüedad, la gente creía que el cuerpo se componía esencialmente de dos elementos: el corazón y el cerebro.

Merryl vio extrañado a lo que decía su amigo, aunque Morth parecía entender lo que hablaba Celdrik. Este último guardó un poco de silencio, pensando en cómo continuar.

—El corazón se decía en ese entonces que albergaba el alma, mientras que el cerebro albergaba el conocimiento. El alma es por lo que sentimos; mientras que el conocimiento es lo que nos da conciencia sobre nosotros mismos. Ambos eran lo que formaba a un humano.

—Pero… —intervino Morth, evadiendo el cerebro descubierto—, un humano se compone de mucho más…, ¿no?

—Efectivamente —respondió Tiberius—, el cuerpo humano se compone de sangre, arterias, tendones y mucho más. Sin contar los órganos más importantes. Un humano no puede vivir solo con un cerebro. Esta teoría es más bien filosófica.

—Entonces, ¿qué es lo relevante de su teoría? —preguntó Merryl con curiosidad.

—Es raro y fascinante —contestó Celdrik—. A pesar de ser algo, filosófico, se ajusta a la perfección a lo que está ocurriendo. De no ser por su piel tan extraña, pasaría desapercibido.

—Así que, este tipo es algo así como un ser humano imperfecto —dedujo Merryl—. Es alguien que solo posee conocimiento. En realidad, eso explicaría por qué no sintió dolor cuando se hirió a sí mismo. Pero no explica esa capacidad regenerativa, ni por qué el conocimiento es la fuente de su vida. Tampoco explica qué es lo que buscaba, o si hay más como él. Creo que tengo aún más preguntas que antes —finalizó, emitiendo un bostezo.

Todos guardaron silencio. Había algo incómodo y siniestro en lo que estaban hablando. La luz cada vez se hacía más tenue, y la oscuridad del misterio se hacía cada vez mayor.

La verdad es que aún no poseían una sola respuesta acertada. A pesar de la respuesta filosófica, humanamente era imposible lo que tenían delante. De no ser porque Merryl y Lettah lo presenciaron, incluso también pensarían que era una historia de terror más. Y si Celdrik no confiara en su amigo, quizás no se hubiera molestado en pasar aquellas horas investigando junto a su colega.

Merryl pensó en su única pista. Aquel lugar. Se quedó en blanco unos segundos mientras cerraba sus ojos. Los abrió de nuevo cuando la puerta chirrió. Lettah había llegado con un mapa en su mano, y el mapa que encontraron en la guarida del asesino en la otra.

—Lo tengo —dijo cansada, mientras desplegaba ambos mapas en el suelo.

Todos se acercaron, menos el colega de Celdrik. Este se despidió, excusándose en que necesitaba meditar lo ocurrido, aunque en realidad su estabilidad mental se deterioró un poco. No todos los días se descubren cosas que van más allá de lo científico. Prometió recurrir a ellos en caso de hallar algo. Merryl ya había acordado con él que se llevara el cuerpo para seguir investigando. Así que solo lo dejó marchar con la paz que aún guardaba para sí.

Mientras tanto, Lettah tomó dos velas y las colocó junto al mapa, a unos cuantos centímetros para no quemarlo. El mapa común era detallado. Se podían ver caminos reales, bosques, ríos, montañas y pasos; e incluso algunas zonas de caza. Era perfecto.

Merryl se acercó al mapa y se sentó junto a él. El resto guardó cierta distancia. Celdrik no sabía de astronomía; era una de las pocas materias que no entendía del todo, así que decidió dejar trabajar a Merryl.




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