Estaba todo el grupo de cazadores de mamuts reunidos en la salida norte del pueblo, eran alrededor de treinta cazadores, el viento gélido calaba los huesos de Talan que, a pesar, de haber dormido bastante, se sentía agotado por todo el sobreesfuerzo que había significado la ceremonia de los quince inviernos.
-Recuerden todo lo que aprendieron, el mamut es grande y poderoso, nosotros somos pequeños, pero juntos somos fuertes, cumpliremos nuestra misión y volveremos con alimento para todos- dijo Abrax – ¿alguna pregunta? – dijo mirando a los nuevos – eso pensé, que el padre Manek nos cuidé.
Talan tomó el asta de su futura lanza hecha de dos fémur de mamuts, la guardó entre su mochila y la espalda, durante el viaje tendría que trabajar en la roca que obtuvo de Tamaruk y convertirla en un arma antes de encontrarse con algún mamut. Reconoció a los cazadores primerizos justamente por eso, ninguno tenía una lanza como tal, eran ocho contándolo a él, en sus rostros se notaban ansiosos y temerosos.
Salieron del pueblo todos juntos, nadie más estaba para despedirlos, solo el grupo de hombres que traerían el sustento a la aldea. Miró hacia atrás, sentía un pesar en el pecho por esa última conversación que termino de forma tan abrupta con Syra. Hubiera deseado que las cosas fueran diferentes. Todos los cazadores conversaban y reían a viva voz, era un ambiente bastante agradable pensó él.
- ¿Primera cacería?, me llamo Arlis -le estrechó su mano un joven que aparentaba unos pocos años más que él.
- Si, así es- dijo devolviendo el saludo.
- Esta es mi tercera vez, pareces asustado – lo observó – no tienes de qué preocuparte, el líder Abrax nos guiará.
- Está bien – respondió Talan, no estaba de ánimos para conversar.
- Vamos Arlis – dijo un hombre notablemente mayor- ¿acaso no recuerdas tu primera cacería?, anduvo cabizbajo todo el viaje hasta que cazamos al primer mamut. Hubieras visto su cara cuando lo vio.
-Nunca había visto un mamut vivo Hender, me sorprendí mucho - dijo avergonzado – solo pensé que le agradaría conversar.
- Cuando quiera conversar, lo hará -dijo Hender.
Talan vio a Hender y le agradeció con un gesto, pues realmente no estaba en gracia para esas cosas, solo pensaba en volver pronto.
Siguieron la caminata, el ambiente alegre poco a poco mermaba a medida que el cansancio iba aumentando, así como aumentaba la temperatura cuando iba subiendo el sol en el firmamento, Talan iba sumido en sus pensamientos, se acordaba de Vin, no lo vio desde que rompió su colmillo, estaba más ansioso que nadie por convertirse en cazador, también pensó en Syra, en este momento estaría trabajando en su lanza, a diferencia de ellos, el grupo de balleneros, forjaban sus armas en la aldea antes de salir, usaban arpones hechos con costillas de mamut amarrados a cuerdas fabricadas con intestinos y tiras de cuero trenzadas de morsa y ballena, salían en sus pequeñas embarcaciones y arponeaban a las ballenas hasta que se acercaban lo suficiente para atacar con sus lanzas hasta que el animal dejaba de luchar. Muchas veces eso tardaba mucho o simplemente la bestia nunca se rendía.
Alejándose más del pueblo encontraron un pequeño arroyo, que empezaba a deshielarse, se notaba claramente que el invierno quedaba atrás, incluso se podía ver un poco de hierba debajo de la nieve derretida, después de tantos meses de paisajes solamente de hielo y nieve era extraño volver a descubrir que existe la tierra.
-Quedan bastantes horas de sol -dijo Abrax- recupérense de la primera caminata, abastézcanse de agua y continuaremos.
Si el líder Abrax estaba cansado lo disimulaba demasiado bien, observó Talan, el ya sentía el peso de la mochila en la espalda y tenía entumecidas las piernas, al igual que los demás cazadores. Anteriormente había recorrido grandes distancias a pie, pero nunca con tanto peso; la mochila con la tienda, la frazada de piel de mamut, una larga soga de unos cinco metros, el asta, su roca de su futura arma y su morral con las herramientas para forjarla. En el cinto, llevaba amarrada su bota de agua obviamente, su cuchillo con la cinta de cuero rojo de Syra, era lo que más lo reconfortaba y por, sobre todo, era su posesión más valiosa.
Bebió toda el agua que le quedaba y relleno la bota en el arroyo, luego se sentó a descansar sobre la frazada que tenía en la nieve alejado del resto del grupo, sacó la roca que obtuvo en Tamaruk, la observo y se dio cuenta de que era más grande de lo que recordaba, de forma triangular y del tamaño de la palma de su mano que la sujetaba, paso la otra mano sobre ella, era rugosa, fría y áspera, Talan la sintió, sintió cada surco, cada irregularidad, era casi como si pudiera leer cada marca y empezó trabajar con su cuchillo, demarcando lo que sería su arma, lo que podría hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
Al cabo de un momento, una orden del líder Abrax lo sacó de la concentración que tenía en su trabajo y se dio cuenta de que la roca ya tenía claramente demarcados los surcos que la convertían en una lanza.
Recogió y guardó sus pertenencias, y se alistó para partir, el descanso le había sentado muy bien, aunque el esfuerzo para forjar su lanza lo dejo agotado de los brazos. Continuaron con la caminata, de nuevo los cazadores iban alegres y riendo, como si hubieran esperado todo el resto del año para este momento, a Talan le sorprendida lo felices que se veían y no podía evitar pensar en los participantes que no aprobaron después del descenso en Tamaruk, a diferencia de él, ellos nunca sabrían lo que es salir de la aldea porque según ellos Manek lo había querido así, a él le parecía absurdo, todas las funciones en la aldea eran necesarias, pero no entendía como había gente de su pueblo que soñaba con salir y conocer el mundo y no iban a hacerlo solamente porque Manek lo quiso así y ya.
Al cabo de un par de horas más de camino empezó a oscurecer, se sentía la baja de temperatura en el ambiente, y el viento empezaba a golpear fuerte de nuevo cuando llegaron al borde de una colina.
- Acamparemos aquí – ordenó Abrax - armen sus tiendas, coman y descansen, al otro lado de esta colina nos encontraremos a los primeros mamuts, mañana será un gran día para nuestros cazadores que enfrentan por primera vez a sus presas.
Todos aplaudieron y miraron y sonrieron a los nuevos cazadores, entre ellos a Talan, no dejaba de asombrarse por el ambiente festivo, le parecía increíble y reconfortante. Se retiro un poco del grupo y montó su tienda, estaba hecha de cuero de ballena y el armazón con huesos de mamut, era baja y había espacio apenas para él, era lo justo y necesario. Habia terminado de comer una ración de pescado crudo que repartieron dentro del grupo y continuo con el trabajo de su piedra, ahora, empezó a usar una costilla de morsa afilada para presionar la línea que demarcó con el cuchillo y poco a poco la roca empezó a ceder, así como cuando se tiene una discusión con alguien y la otra persona empieza a aceptar tu punto de vista porque logras convencerla, era un dialogo entre la roca y el a través de su herramienta que servía como intermediario y poco a poco ella obedecía su requerimiento no como una orden, si no como un acuerdo.
- ¿Cómo estás muchacho?, no me has dicho tu nombre -dijo Hender recién llegado comiendo su ración.
- Me llamo Talan -respondió sin dejar de trabajar su arma
- Mucho gusto, todo saldrá bien – lo tranquilizó Hender.
- Lo sé, no me preocupo de mí.
- Ah, entiendo, te preocupa alguien del grupo de Atos – respondió Hender mirándolo a los ojos
- ¿Cómo lo sabes? – dijo Talan mirándolo con sorpresa.
- Todos los años es igual, el padre Manek le encomendó esa cacería, no te preocupes – le dijo Hender quitándole importancia.
- Si, igual que a todos los demás cazadores de los años anteriores que no volvieron – respondió con amargura.
- Será como el padre Manek quiera que sea, preocúpate de regresar tú, es lo único que puedes hacer por esa persona ahora.
- Si – respondió Talan con resignación – ¿Es muy difícil la cacería de mamuts? – le preguntó, más que nada por querer cambiar la conversación que por interés en la respuesta.
- Es como te lo han enseñado, tenemos tener mantener la formación, fijar el objetivo y separarlo de la manada, una vez hecho eso, ya está lista la parte más difícil – mordió su pescado – luego de eso, viene la otra parte más difícil que es matar al mamut, su pelaje es muy grueso y cuesta que la lanza penetre, por eso, siempre ten seguridad al momento de atacar.
- Tengo que terminar mi lanza antes de que eso pase – le dijo mientras seguía trabajando en su roca - ¿Cuántas cacerías llevas? – agregó Talan al ver que Hender no decía nada más y para evitar un silencio incómodo.
- Deje de contar cuando pase la cacería número treinta – dijo Hender con despreocupación – después se vuelven todas iguales. Talan se sorprendió al escuchar eso, quiere decir que tiene al menos más de cuarenta y cinco años.
- No se ve tan joven, ¿Cierto? – Dijo Arlis que venía llegando – la verdad parece que tiene al menos cincuenta cacerías en el cuerpo.
- Ya quisiera llegar a mi edad y poder seguir cazando – respondió Hender claramente molesto.
- No te enojes Hender – dijo mientras se sentaba al lado de Talan – no quieres que nuestro nuevo amigo crea que eres un viejo cascarrabias.
- Claro que no lo soy, Talan ya lo tiene claro – le respondió bruscamente.
- Así que Talan es tu nombre – le dijo Arlis enarcando una ceja – ¿qué se siente, Tálan, haber ingresado al mejor grupo de cacería?
- El líder Abrax inspira confianza – respondió mirando a Abrax que estaba un poco más allá compartiendo y riendo con otros cazadores - parece un buen líder.
- Lo es – dijo Arlis – el año pasado me salvó la vida, ataque al mamut y este me embistió, el líder Abrax me empujo y me sacó del camino del animal. Él se preocupa por cada uno de sus cazadores. Algunos dicen que es la reencarnación del padre Manek, por eso viene de afuera de las montañas.
- No digas idioteces – le dijo Hender furioso – eso es imposible, no hay sucesor del padre Manek.
- ¿Entonces explícame como es que viene de fuera de las montañas? – preguntó Arlis – para mi es lógico, si el las levantó, él puede atravesarlas – dijo levantando las manos en gesto de obviedad.
- ¿El levantó las montañas? – preguntó Talan.
- ¿Acaso no te sabes esa historia? – pregunto Hender indignado.
- Tengo que haberla escuchado de la sabia Iris, pero no recuerdo – dijo Talan avergonzado.
- Te la contaré solo porque es mi favorita – dijo Hender, tosió y se afinó la garganta – todo empieza hace muchos años, cuando el padre Manek aun caminaba por el mundo, nosotros, los Sedna, vivíamos en una zona más al norte, pero el resto de gente era peligrosa y malvada, frecuentemente asaltaban el pueblo, saqueaban a su antojo, asesinaban a los hombres y robaban y violaban a las mujeres y por si fuera poco, el mundo estaba habitado por bestias gigantes y salvajes, que podían matar un hombre de un mordisco.
- Como el Amarok – interrumpió Arlis.
-Si, como el Amarok – dijo Hender visiblemente molesto - ¿puedo continuar? – le preguntó.
- Si, lo siento – respondió Arlis avergonzado.
-Entonces, como estaba diciendo, el padre Manek guio a los Sedna donde estamos hoy en día, en los confines del mundo y ordeno que nos asentáramos, nos dio herramientas, como conseguirlas y como usarlas también nos enseñó, a cazar.
Cuando ya estábamos establecidos, quería asegurarse de que nadie nos siguiera, así que se fue al norte, caminó por varios días y varias noches sin descanso, cuando ya estuvo bastante lejos, tomó su lanza, la clavó en el hielo y se dispuso a andar trazando una línea, dejando una cicatriz en la tierra misma, así como Tamaruk y medida que avanzaba, le ordenaba al mundo que se alzara y el mundo obedeció, obviamente, era Manek, padre de todo, entonces detrás de él se iban levantando montañas enormes que llegaban casi hasta el cielo y así caminó y caminó, firme, sin levantar su lanza, siguió rasgando la tierra hasta que llego al mar, salvando así al pueblo Sedna del resto del mundo, para que nunca más sufriéramos las penurias que habíamos pasado de parte de la gente o de las bestias salvajes.
- Es increíble – dijo Arlis – ves Talan ¿quién más podría cruzar las montañas si no es el padre Manek?
- El líder Abrax es un hombre muy fuerte y no es malvado, por eso pudo cruzar y fin de la historia – respondió Hender.
- ¿Por qué vino el líder Abrax? – pregunto Talan.
- Es un Sedna que estaba perdido, cuando llegó, se lo presentaron a la sabia Iris y ella se encerró en su choza con él durante cuatro días y tres noches, cuando salió dijo que el padre Manek le había enseñado el camino hasta su pueblo – contestó Hender.
- Está bien – respondió Tálan pensativo y poco satisfecho con la respuesta, se sentía a gusto con su nuevo grupo, pero no podía dejar de estar preocupado por Syra – creo que intentaré dormir – dijo fingiendo un bostezo – mañana será un día difícil.
- Vamos Arlis no molestemos más a Tálan, ha sido un largo día – dijo Hender parándose de su sitio, ya había acabado de comer su pescado – Hasta mañana chico.
- Hasta mañana nuevo amigo – dijo Arlis y se fue con Hender.
- Hasta mañana – repitió Tálan mientras se acomodaba bajo su tienda con su frazada de mamut.
Se acomodó para intentar dormir, pero sus pensamientos no lo dejaban, pensaba en Syra y en su líder Atos. A esta hora de la noche deberían estar finalizando su trabajo con el arpón aprendiendo como se usa y preparándose para partir en unos días más, iría más lejos del poblado de lo que jamás había estado, debía adentrarse mucho en el mar para encontrar a las ballenas, a diferencia de las morsas que se encontraban en el islote al este del poblado, ese grupo ya debería estar de vuelta en el pueblo, con su primer botín, preparándose para partir mañana de nuevo. Sentía celos por ellos, la cacería de morsa siempre había sido la más simple, si tan solo los dos hubieran quedado en ese grupo de cazadores todo sería diferente.