El Último Invocado: El Ladrón que Desafió el Mundo

CAPÍTULO 1: El error y la invocación

Ren Takahashi, un joven de 22 años, iniciaba una jornada cualquiera en su modesto apartamento. Mientras respondía correos electrónicos y se deleitaba con una taza de café, la monotonía de la tarde parecía envolverlo, aunque en el fondo anhelaba un cambio. Al revisar su lista de tareas, una extraña vibración irrumpió en su concentración, acompañada de un zumbido persistente, como si las mismas paredes quisieran comunicarle algo.

De repente, una ráfaga de viento sacudió las ventanas. Ren, tan desconcertado como un pez fuera del agua, exclamó: -¡¿Qué está pasando?!

En ese instante, un portal se abrió en medio de la habitación. La realidad pareció desvanecerse en un instante. Mientras era arrastrado por aquella fuerza invisible, Ren flotaba en un torbellino de luces y sombras. Su mente se inundaba de pensamientos confusos y aterrados: ¿Acaso estoy soñando? ¿O esto es real? El asombro se mezclaba con un terror inexplicable, y cada fibra de su ser clamaba por entender aquello que se desvelaba.

Cuando el vértigo se disipó, se encontró de pie en una calle repleta de gente. La transición fue tan abrupta como orgánica: la calma de su apartamento se transformaba en un ambiente sacado de leyenda, un cruce entre la grandeza medieval y la implacable vigilancia de una guardia real. El aire estaba impregnado de incienso mezclado con humedad de piedra vieja, mientras el tintinear lejano de campanas se fusionaba con el murmullo de voces. Las miradas recelosas de los transeúntes lo seguían, destacándolo como un extranjero fuera de lugar.

Atrapado en este nuevo entorno, Ren comenzó a caminar, sintiendo cada paso como un eco de incertidumbre. Los adoquines gastados crujían bajo sus pies y, en el juego de luces del crepúsculo, las calles parecían susurrar historias olvidadas. Aunque la belleza enigmática del lugar lo cautivaba, el ambiente era denso y cargado: susurros y miradas desconfiadas se mezclaban con la imponente presencia de la guardia, anunciándole que aquí nada era casual.

Con el corazón acelerado y una creciente sensación de soledad, Ren recordó la timidez que lo había acompañado desde la infancia. Tras recorrer una buena parte de la ciudad y sentirse cada vez más abrumado, comprendió que la única salida era intentar comunicarse. Con una mezcla de nerviosismo y determinación, se acercó a una mujer de rostro amable y mirada serena.

-H-hola... -balbuceó Ren, con voz temblorosa.

La mujer, con una entonación suave y enigmática, inclinó ligeramente la cabeza y dijo: -Bienvenido, forastero. Tu llegada no es fruto del azar... ¿Acaso buscas algo que te sea revelado en estas tierras?

Ren, sorprendido por el tono casi místico de la mujer, se armó de valor: -¿D-dónde nos encontramos exactamente?

Con una sonrisa enigmática, la mujer replicó: -Estamos en Aurelia, tierra de antiguos pactos y secretos inconfesables.

Ren asintió, intentando recobrar la calma mientras sus pensamientos se arremolinaban. -Aurelia... Eh, muchas gracias.

Aunque deseaba profundizar en la conversación, sintió que su torpeza y timidez volvían a imponerse. Con un suspiro de resignación, se alejó, llevando consigo la incertidumbre de un destino que apenas comenzaba a revelarse.

Deambuló por las calles durante varios minutos, dejando que el murmullo de la ciudad lo envolviera. El sol se ponía y, entre el juego de sombras y luces, cada paso parecía marcar el compás de un presagio. La mezcla del aroma a madera envejecida y piedra mojada lo acompañaba, y en cada esquina, el eco de sus propios latidos acentuaba la extrañeza del lugar.

El cansancio comenzó a hacer mella en su cuerpo, pero justo cuando estaba a punto de detenerse, algo captó su atención. A lo lejos, se alzaba la monumental entrada de la ciudad: una puerta gigantesca forjada en hierro, decorada con relieves que narraban leyendas antiguas, custodiada por imponentes barras de metal. A un lado, un tablón de anuncios, deslucido por el tiempo, colgaba como un vestigio olvidado.

Movido por una mezcla de curiosidad y aprensión, Ren se acercó y examinó los papeles clavados en la madera. Entre avisos de comerciantes y mensajes cotidianos, un cartel destacó en letras mayúsculas: "SE BUSCA". Su mirada se fijó en el retrato que lo mostraba a él.

Un escalofrío recorrió su espalda. Apenas había llegado y ya lo estaban buscando. Por un breve instante, el mundo pareció contener la respiración; cada latido de su corazón resonaba como un trueno en la quietud del ambiente. El sudor frío le recorría la nuca mientras, lentamente, giraba la cabeza.

Al hacerlo, quedó paralizado al ver el destello del sol reflejado en armaduras imponentes. Un grupo de caballeros, con posturas rígidas y miradas severas, se abría paso hacia él. Uno de ellos, con voz autoritaria y tono implacable, exclamó:
-¡Somos la Guardia Real! Tendrás que venir con nosotros.

El aire se volvió espeso y cargado de inminente peligro. En ese instante, todo en la mente de Ren se redujo a una sola palabra:
Correr.

Fin del capítulo 1.



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En el texto hay: destino, aventura, epica

Editado: 27.03.2025

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