El último movimiento

Tarde

Ha sido un largo día de clases y posterior a la práctica, que, por cierto, nos dejó bastante agotados, caminamos con Alex en busca de la parada donde se detiene el autobús que nos lleva a casa. Ahora con las mochilas al hombro y un par de libros en el brazo caminamos por la avenida. Mi chaqueta, una reliquia de mi hermano mayor, ya no es suficiente protector para este implacable invierno.

— ¿Viste la cara del maestro cuando mencionaste la teoría de conspiración en la clase de historia? ¡fue épico! — exclamó Alex, tratando de desviar la atención del frío que se colaba bajo su bufanda. Sonreí débilmente.

— Si, pero creo que mi cerebro se ha congelado ¿por qué no elegimos un tema menos polémico la próxima vez? — mi aliento se condensa con el aire y mis dedos están entumecidos.

Alex se detiene frente a una cafetería acogedora.

— ¿Qué dices de un café caliente? Necesitamos reanimar el alma con un poco de cafeína antes de seguir.

Asentí agradecido por la idea. Apenas entramos, el timbre de la puerta sonó y el aroma del café recién molido nos envolvió. Me quité los guantes y froto mis manos, buscando el calor. El camarero nos sonríe y nos entrega dos tazas humeantes.

— ¿Sabes genio? — dijo Alex sosteniendo su taza con ambas manos — a veces pienso que este frío nos hace más fuertes. Como si cada ráfaga de viento nos recordara que estamos vivos.

— O tal vez solo necesitamos mejores chaquetas — miro a mi amigo y el vapor del café forma pequeñas nubes alrededor de su rostro.

Reímos, el calor del café disipa momentáneamente el frío. Mientras soplo la superficie caliente de mi bebida, suena el teléfono de mi compañero.

— Mira, acabo de recibir un mensaje de una amiga diciendo que está esperándome, acompáñame, aprovecho de presentarlos.

— ¿Y para qué? — sumido en mis pensamientos y procurando entrar en calor, no le doy mayor importancia a lo que Alex me dice.

— Anímate genio, es simpática — trata de persuadirme con un tono entusiasta — además, ¿qué tienes que perder? ¡Nada! — responde a si mismo — vamos, está a unas calles de aquí esperando.

— ¿Qué? No, no me interesa, está anocheciendo y mi madre debe estar preocupada y no quiere que llegue muy tarde ¿acaso no viste el noticiero anoche? Han desaparecido tres personas en menos de un mes, dos de ellas han sido encontradas sin vida. Además, con el frío que hace, se me va a congelar la sangre en cualquier momento — insisto en juntar mis manos y fregarlas, luego las escondo en los bolsillos — solo quiero llegar luego a casa. Terminemos aquí y vamos por el autobús.

— No seas exagerado, además ¿desde cuándo te ha importado el clima? — suelta una carcajada, ignorando totalmente todo lo que he dicho respecto a las desapariciones — Vamos, solo serán unos minutos. Te haría bien conocer a más personas, socializar. Existen más individuos en el mundo ¿Lo sabías? Te la pasas encerrado en tu cuarto. Te hará bien.

Álex es mi mejor amigo, lo conozco desde... bueno, desde siempre. Sabe lo tímido que soy y lo poco, o casi nada que socializo. Él, en cambio, es la persona más extrovertida que conozco. Debido a su inconfundible labia, se la pasa en fiestas los fines de semana, a las que siempre me invita, mas no concurro por temor a no saber qué hacer en una de ellas. Además, no entiendo cómo su madre lo autoriza dado que, a mí, con mucha suerte, me permiten salir un rato después de clases ¿Será que está mal ser así? Lo cierto es que temo al rechazo que pueda presentarse, las burlas por no saber cómo relacionarme con otros. Entonces, que Alex diga que va a presentarme a una chica me pone intranquilo. ¿Qué se supone que hable con alguien que ni siquiera conozco? Siempre he preferido mi soledad. Lo que sí, reconozco que una parte, muy en el fondo desea emerger. ¿Qué tiene de malo conocer a alguien? Al fin y al cabo, es solo ir a saludar a la chica que está esperando. No es de buena educación dejarla plantada con el frío que hace.

— Está bien. La saludo y nos vamos, ¡entendiste! — apunto con el índice derecho hacia él y amenazo con tono burlesco, el que entiende de inmediato debido a mi falta de seriedad.

En el trayecto Alex me comenta que su amiga va en la Academia de Ciencias del Norte, que está a unos cuantos metros del parque Esmeralda, un hermoso lugar. Nosotros estamos un poco más alejados, en el Ontario College. ¡Es el mejor! El equipo de hockey estaba por pasar a las instancias finales del torneo y nosotros somos parte de él. Soñamos con algún día defender a los Leones, por ahora solo nos conformamos con haber jugado un par de veces en su estadio.

Alex me conoce tanto que sé que puede oler mis nervios, por lo que se adelanta unos pasos cuando logra ver que la chica nos esperaba de brazos cruzados sentada en un banquillo.

— Hola Emy — levanta el brazo a unos cuantos metros para llamar su atención. El saluda con un beso en la mejilla, rodeando su espalda con el brazo en un gesto demostrativo de amistad.

— ¡Álex! Te demoras un minuto más y me hubiese ido ¿no me ibas a dejar aquí esperando cierto? — con el ceño fruncido.

Conversan de la fiesta del fin de semana anterior que había sido, al parecer, en la casa de Emy. Ignorando mi existencia, solo me dediqué a escuchar sus anécdotas por un par de minutos.

— Pero qué mal educado eres — murmurando a Álex, dándole un suave golpe en el hombro.




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