El último movimiento

Celebración

Es el día de la fiesta de cumpleaños en casa de Emy. Alex ha estado toda la semana preparándome sicológicamente para ello, a causa mis ansias. Solo me da un poco de tranquilidad el saber que iré con él. Naturalmente que está al corriente de cómo se llevan a cabo estas celebraciones, bueno, por lo menos más que yo, lo sé porque me cuenta cada una de sus vivencias después de que ha concurrido a una, a las cuales siempre me invita y yo prefiero quedarme en casa, es por ello que tiene completamente claro que no estoy familiarizado con este tipo de eventos.

— ¿Será muy formal si llevo una camisa?

— Claro que no, si es que pretendes ir a un litigio. ¡No seas ridículo Georgie! vas a una fiesta de cumpleaños. En serio ¿desde cuándo no vas a una? — Alex bromea ante mi vacilación con la vestimenta.

— No sé qué ponerme entonces — me siento al pie de la cama, casi desistiendo de la idea de salir.

— Ay hombre, llevas casi una hora decidiendo qué combinación usar. Ponte lo que creas más cómodo, tu mismo me dijiste la semana pasada que no deberías aparentar nada.

— ¡Estoy nervioso, ansioso amigo! No sé si podré lidiar con todas esas personas que ni siquiera conozco ¿eso querías? — me sincero con Alex — hace poco que tomé una ducha y estoy sudando Alex ¡sudando! Peor aún, me tiemblan las manos, todo el cuerpo en realidad.

— ¡Al fin! — exclamó mirando el techo de mi habitación y dando palmadas, como un niño al que están por entregarle un dulce.

—¿Al fin qué?

— Al fin veo salir un miserable sentimiento de tu persona, ya me estaba convenciendo de que eras un androide.

— Mejor démonos prisa, tu papá fue por Nate y debe estar por llegar. Suponiendo, claro, que un milagro haya hecho que estuviese listo a tiempo.

— Milagro es que te dieran permiso para salir.

Por alguna extraña razón mi madre me autorizó a asistir a la celebración de Emy. Debe ser, quizás, por el leve entusiasmo que mostré en aquella cena cuando le pedí permiso.

Mientras estamos en la habitación, ella también sugiere diversas prendas que podría utilizar para la fiesta, sin embargo, finalmente me decido por los vaqueros color índigo que me presta Alex, con sus clásicos cinco bolsillos, de pernera ancha y recta; una lánguida polera piqué; Converse con caña y mi más preciada chaqueta me mezclilla con capucha, la que papá me compró para mi cumpleaños pasado.

La ansiedad en todo mi cuerpo no se quiere marchar. Mis manos continúan temblorosas y al observar mi nerviosismo por este maldito retraso de Nate, Alex toma su móvil en un acto de compasión y llama al Sr. Pearson. Esperamos en el jardín.

— ¿Cuánto les falta papá?

— Estamos a cuatro calles. Hijo, es que tu amigo…

— Se atrasó, para variar — completa la frase de su padre.

— Si. Bueno, ya vamos camino a casa del galán para que no se impacienten.

— Gracias papá — corta la llamada — No sé por qué insistimos en creer que Nate va a estar listo alguna vez en su vida. Para lo que sea que hagamos juntos, siempre nos demora — hace sus descargos conmigo.

— Debí suponerlo, ahora estoy más nervioso.

— Relájate, está por llegar.

— ¿En cuánto tiempo dijo que estaría aquí?

— De hecho, aquí viene.

Subimos al vehículo y sin siquiera saludar al Sr. Pearson, comienzo a reprimir de inmediato a Nate, enfrascándonos en una discusión sobre su permanente impuntualidad, la que dura la mayor parte del trayecto. Paralelo a ello, veo que Alex contesta su teléfono y voltea su cuerpo hacia la ventana. No le di importancia y seguí sermoneando a Nate hasta aburrirme.

Sin saber cuál es la ubicación de la casa de Emy, le pregunto al Sr. Pearson cuánto falta para llegar y antes de que me responda, veo por la ventana unas luces moviéndose en el cielo.

— Debe ser ahí ¿no? — pregunto a viva voz, en tono irónico.

— Exacto. No esperaba menos de Emy. Ya deben haber llegado varios de los invitados — contesta Nate.

— Obvio que ya hay invitados ahí, recuerda que gracias a ti estamos llegando a esta hora. Si Georgie, esa es la casa. Bonita ¿cierto?

— ¿Esa mansión? Claro que si — veo con admiración la hermosa casa — me pregunto en qué trabajará el padre de Emily.

Bajamos del auto y el Sr. Pearson nos recuerda que viene por nosotros a las tres de la madrugada, si es que, claro, Alex no lo llama antes.

La casa se alza majestuosa, con columnas blancas y ventanas de guillotina. Sus paredes de ladrillo rojo están cubiertas de enredaderas, y el techo a dos aguas se extiende sobre el patio. Las puertas dobles de madera se abren hacia el jardín, invitando entrar a cualquiera que se pare frente a ella.

Nate me describe el interior de la casa diciendo que tiene siete dormitorios, seis baños, sala de juegos, piscina y una gran chimenea. No puedo creer que alguien tenga el dinero suficiente para poder mantener una residencia con esas características. Ahora mi duda es ¿para qué una casa tan grande si solo la habitan dos personas? es muy extraño.




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