El ultimo show a medianoche: El Torso de la Muerte.

3. Virus

—Vamos, antes de que se nos adelanten mucho —dijo Susana, aún con el rubor en las mejillas.

El grupo avanzó, cruzando las puertas desgastadas y adentrándose en el oscuro teatro, mientras la sensación de ser observados no abandonaba a León. A lo lejos, en la esquina, una sombra parecía reaparecer, quieta y vigilante, como si cada paso que daban dentro del teatro estuviera siendo seguido muy de cerca.

El grupo avanzaba lentamente por los oscuros y polvorientos pasillos del teatro abandonado, el eco de sus pasos resonando en la penumbra. La atmósfera estaba cargada de una tensión que todos intentaban ignorar, cada uno a su manera.

—Vaya, Tobías —dijo Ricardo, con una sonrisa burlona y un tono que era mitad broma, mitad provocación—, todos sabemos que estás enamorado de León. ¿Por eso no lo dejas solo ni un segundo?

Tobías se detuvo en seco, frunciendo el ceño mientras le dirigía a Ricardo una mirada de reproche. Su incomodidad era evidente, y León, notando la tensión, miró hacia otro lado, incómodo también.

—Cállate, Ricardo —respondió Tobías, intentando sonar despreocupado, aunque sus palabras denotaban incomodidad.

Pero Ricardo simplemente rió, disfrutando de la reacción. Fue entonces cuando Carla, cansada de sus bromas, se acercó a él. Con una sonrisa provocadora, lo tomó del brazo y lo jaló hacia una puerta entreabierta.

—Vamos, deja de molestar y ven conmigo —le susurró en un tono bajo y seductor, dándole un tirón juguetón.

Ricardo, sorprendido pero intrigado, permitió que Carla lo guiara. Entraron en una habitación llena de butacas viejas y telones rotos, el ambiente impregnado de un silencio inquietante. Sin preocuparse por los demás, Carla cerró la puerta detrás de ellos, ambos riendo y bromeando en la penumbra.

Mientras la puerta se cerraba lentamente, una figura sombría se movía al fondo del pasillo. El asesino, enmascarado y con la mirada fija en ellos, observaba cada detalle, cada gesto. Sus ojos brillaban con una intensidad enfermiza mientras seguía a la pareja con la mirada, como un depredador acechando a sus presas.

León, en cambio, se rezagó un poco, observando cada ventana a medida que avanzaban. Algo en el ambiente lo ponía en alerta; Sentí una presencia extraña que parecía estar siguiéndolos. Al pasar junto a una de las ventanas polvorientas, León se detuvo, clavando la mirada en la oscuridad del otro lado.

Allí, entre las sombras, volvió a aparecer la figura con la máscara de tela negra. Sus ojos, fijos y fríos, estaban dirigidos directamente hacia él, como si estuvieran evaluándolo, estudiándolo. León sintió un escalofrío subirle por la columna mientras el enmascarado permanecía inmóvil, observándolo con una calma perturbadora.

Por un instante, el teatro pareció quedarse en silencio absoluto, el mundo entero reducido a esa ventana ya la figura que lo miraba con una intensidad inquietante. León no podía moverse, atrapado por la mirada vacía y oscura que lo atravesaba, como si quisiera decirle algo que solo él podía entender.

De pronto, sintió una mano en el hombro, y dio un respingo, soltando un jadeo ahogado. Al girarse, se encontró con Susana, quien lo miraba con una sonrisa tranquila, aunque en su expresión se adivinaba cierta preocupación.

—¡Vaya, León! No quería asustarte —dijo ella, riendo suavemente—. Solo quería decirte que deberías venir con nosotros. No querrás perderte esta aventura, ¿o sí?

León miró rápidamente hacia la ventana, pero la figura había desaparecido. Solon quedaban las sombras que cubrían el cristal y el reflejo tenue de la luz de la linterna de Tobías a lo lejos. Trató de sonreír y calmarse, aunque el impacto de lo que acababa de ver aún lo mantenía tenso.

—Sí, claro… es solo que… creo que vi a alguien afuera, el mismo tipo de la máscara de antes. —Su voz salió en un susurro, y miró a Susana, esperando que entendiera la seriedad de sus palabras.

Susana frunció el ceño, observando el nerviosismo de León y bajando la voz.

— ¿Estás seguro de que era real? —preguntó, aunque sus ojos reflejaban una leve inquietud—. Este lugar tiene una atmósfera extraña... quizás solo fue tu imaginación.

León avanzaba lentamente, aunque no estaba convencido. El rostro del enmascarado, o lo que alcanzaba a ver detrás de esa tela negra, se había quedado grabado en su mente, y por más que intentara convencerse de que había sido una ilusión, algo en su interior le decía que no lo era.

Ricardo, desde el fondo, levantó la voz para llamar a los dos, interrumpiendo el momento.

-¡Ey! ¿Van a quedarse ahí toda la noche o qué? ¡Tenemos un teatro entero para explorar!

León le dio una última mirada a Susana, y ella le devolvió un asentimiento suave, como si le estuviera diciendo que todo estaba bien.

Ricardo avanzó por un estrecho pasillo que llevaba hacia la parte superior del teatro, donde, tras abrir una puerta oxidada, descubrió una pequeña sala de proyección . Las paredes estaban llenas de estantes que alguna vez debieron albergar rollos de película, aunque ahora solo quedaban unas pocas latas de metal cubiertas de polvo.

Frente a él, una vieja máquina de proyección, monumental y casi cubierta de telarañas, descansaba en silencio. Ricardo no pudo evitar sonreír; Había encontrado algo verdaderamente único.



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En el texto hay: misterio, asesinato, suspenso

Editado: 25.07.2025

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