El ultimo show a medianoche: El Torso de la Muerte.

6.The Final Boy.

Corrió hacia él, su respiración entrecortada y sus piernas temblando, y abrió la puerta del conductor y se lanzó al asiento, cerrando con fuerza la puerta y forzando con la llave para intentar arrancar el auto, pero el motor permanecía mudo.

Con cada intento fallido, la desesperación aumentaba. Miró hacia el retrovisor, esperando ver a su tío aparecer en cualquier momento, su silueta amenazante acercándose.

Entonces, sus ojos se posaron en el asiento del copiloto, donde había algo inesperado: una pistola. Sin dudarlo, León la tomó, sintiendo su peso frío en la mano. No tenía idea de si estaba cargada o si sabría usarla bien, pero en ese momento representaba su única oportunidad.

Justo cuando el motor rugió y cobró vida, escuchó el sonido familiar de la motosierra acercándose. El tío había salido del teatro, y sus pasos firmes resonaban cada vez más cerca. León apuntó la pistola hacia la puerta, decidido a enfrentarse a él de una vez por todas.

Su tío se acercó, su rostro desfigurado por una expresión de furia y satisfacción, y entonces León presionó el gatillo una vez más, y la bala impactó en el hombro de su tío, quien cayó al suelo con un grito de dolor y rabia.

Aprovechando esos segundos de ventaja, León miró a su alrededor, buscando algo que pudiera asegurar su escape. Fue entonces cuando notó las llaves del auto tiradas cerca de su tío, como si se hubieran deslizado de su bolsillo en la caída. Sin perder tiempo, salió del auto, corrió hacia ellas, y las tomó con manos temblorosas.

De regreso al auto, subió el motor y pisó el acelerador. La adrenalina latía en sus venas mientras el auto avanzaba directo hacia su tío, que intentaba levantarse, su mirada llena de furia. León apretó los dientes y giró el volante, atropellándolo sin dudar, el impacto resonando en el chasis del auto.

El cuerpo de su tío rodó hacia un lado, apenas moviéndose, pero León no estaba dispuesto a arriesgarse. Dio marcha atrás, y lo atropelló nuevamente, asegurándose de que esta vez quedará inmóvil en el suelo. El tío parecía ahora una figura rota y sin vida, aplastada en el frío pavimento.

León tomó un momento para recuperar el aliento, sus manos aún aferradas al volante y el eco de sus propios latidos resonando en sus oídos. No había tiempo para quedarse.

El recuerdo de cada uno de sus amigos, y el horror que había dejado tras él en el teatro abandonado, lo impulsaron a seguir adelante. Aceleró, dejando atrás el teatro y el cuerpo de su tío, sintiendo que se alejaba de aquella pesadilla.

Con cada kilómetro que recorría, León sentía una mezcla de alivio y de pena. Había sobrevivido, pero la tragedia y el dolor que habían marcado esa noche jamás se borrarían de su memoria. Al final de aquella carretera, solo quedaba una cosa clara en su mente: a partir de esa noche, nada volvería a ser igual.

La mañana siguiente era sombría y fría, una fila de patrullas y ambulancias rodeaban el teatro abandonado, ahora un escenario de caos y conmoción. La cinta policial cubría la entrada, y el sonido de las radios y las voces de los oficiales resonaban en el lugar, interrumpiendo la quietud de la mañana.

León, sentado en la parte trasera de una ambulancia, estaba envuelto en una manta, con la mirada fija en el suelo y el cuerpo tembloroso. A su lado, un oficial de policía, cuaderno en mano, lo interrogaba con paciencia.

—Entonces, ¿estás diciendo que tu tío fue el responsable? —preguntó el policía, mirándolo con seriedad—. ¿Él fue quien atacó a tus amigos?

León asintió lentamente, todavía en shock. Las imágenes de la noche anterior se arremolinaban en su mente: los gritos, la persecución, la revelación de su tío como el asesino. Apenas podía procesarlo todo.

—Sí… fue él —murmuró con voz entrecortada—. Nos persiguió por todo el teatro… y yo... yo pensé que lo había detenido, que había acabado con él.

El oficial anotó sus palabras, su expresión cambiando brevemente, como si estuviera procesando algo que no cuadraba del todo.

En ese momento, otro par de oficiales pasaba junto a León, murmurando entre ellos en voz baja. León alcanzó a escuchar fragmentos de su conversación, lo suficiente como para que su corazón diera un vuelco.

—...no se encontró el cuerpo… nada en la escena del crimen. Sólo rastros de sangre, pero sin rastro del tío.

León alzó la vista, una mezcla de confusión y horror cruzando su rostro. La pregunta escapó de sus labios antes de que pudiera detenerse.

—¿Qué dijeron? ¿No encontraron… el cuerpo de mi tío?

Los dos oficiales se detuvieron, lanzándose miradas incómodas antes de asentir.

—Es… correcto, muchacho. No hemos encontrado ningún cuerpo en la escena. Las marcas de sangre indican que hubo alguien más, pero no hay señales de él. Es como si hubiera... desaparecido.

El corazón de León se aceleró. La desesperación y el miedo volvieron a apoderarse de él. ¿Había sobrevivido su tío? ¿Estaba aún allá afuera, en algún lugar, esperando una nueva oportunidad para terminar lo que había empezado?

El policía a cargo de su entrevista notó su expresión y puso una mano en su hombro, intentando calmarlo.

—Escucha, muchacho, ya estás a salvo. Estamos investigando a fondo, y haremos lo posible por encontrarlo si sigue allá afuera —le aseguró el oficial, aunque en su voz había una pizca de duda.



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En el texto hay: misterio, asesinato, suspenso

Editado: 25.07.2025

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