El último soplido del dragón

3

El Viaje a El Ojo de Piedra

La noche se cernió sobre Barro Húmedo, pero nadie dormía. Elías, sentado en un banco de madera en la plaza, observaba la escama dorada. A la luz de las estrellas, la imagen de la mujer se proyectaba en su mente, una guía silenciosa. Su mirada de tristeza lo llamaba.

Al amanecer, Elías se despidió del padre Tomas. El anciano le dio un báculo de madera de roble y un pequeño saco de provisiones. "Que los guardianes te protejan, Elías", susurró el cura, sus ojos fijos en la escama. "Recuerda, la magia que revivió la aldea no es magia oscura. La tristeza del dragón es la de una criatura que perdió su propósito. Tal vez tú puedas ayudarlo a encontrarlo de nuevo".

Elías se puso en marcha. Pip, el hurón, se acurrucó en su hombro, su presencia un pequeño consuelo. La línea dorada en el mapa, ahora grabada en su memoria, lo guiaba hacia el norte, hacia las montañas que se alzaban como gigantes dormidos.

Elías se puso en marcha. Pip, el hurón, se acurrucó en su hombro, su presencia un pequeño consuelo. La línea dorada en el mapa, ahora grabada en su memoria, lo guiaba hacia el norte, hacia las montañas que se alzaban como gigantes dormidos.

El camino fue arduo. El Paso del Grito de Árboles, una senda que normalmente tardaba un día en cruzar, se convirtió en una odisea de varios días. El viento aullaba como una bestia herida, y las rocas desprendidas por la reciente actividad del dragón bloqueaba el camino. A medida que Elías ascendía, el aire se volvía más frío y denso.

El tercer día, al anochecer, Elías llegó a una antigua encrucijada, donde dos caminos de piedra se separan en direcciones opuestas. En el centro, un ídolo de piedra, erosionado por el tiempo, se alzaba con la forma de un dragón de tierra. El Ojo de Piedra, pensó Elías, reconociendo la marca del mapa. El ídolo tenía una hendidura en su pecho, como si le faltara algo.

Elías sintió que la escama en su mano vibraba. Se acercó al ídolo y, con la guía de un impulso instintivo, colocó la escama dorada en la hendidura.

En el momento en que la escama encajó, un zumbido resonó en el aire. Los ojos de piedra del ídolo brillaron con una luz dorada y la roca cobró vida. La estatua se transformó, no en un dragón, sino en un ser de piedra con un rostro humano, sus ojos de jade llenos de sabiduría.

—El último soplo ha regresado —dijo la criatura de piedra, su voz como el roce de dos rocas. Miró a Elías con una profunda curiosidad—. El portador de la escama, el elegido del dragón. ¿Vienes en busca de la verdad?

—Sí —respondió Elías, su voz temblorosa, pero decidida—. ¿Quién eres? ¿Qué pasó con la Promesa de la Escama?

—Soy Roca, un antiguo guardián del paso —dijo la criatura—. Fui creado para vigilar el camino hacia la guarida de Ignis, el rey dragón. Y la verdad que buscas... es más dolorosa de lo que crees. La "Gran Traición" no fue humana. Fue nuestra.

Roca le contó una historia que no estaba en los pergaminos del padre Tomas. Los dragones, al dar las escamas, no solo prometían protección, sino que compartían un vínculo con los humanos. Este vínculo era una conexión psíquica, una telepatía rudimentaria que permitía a los dragones sentir las emociones de los humanos. Ignis, el líder, se unió a una mujer, la primera Guardiana, una hechicera de poder inmenso. Y se enamoró de ella.

—Su vínculo era tan fuerte que él sintió su dolor, su alegría, su amor... Y la oscuridad. La Guardiana, corroída por el poder, se volvió loca. Intentó usar el poder de los dragones para dominar a la humanidad, forzando la voluntad de los dragones sobre los humanos. Ignis, al sentir la perversión de su alma, se vio forzado a actuar. En un acto de desesperación, la mató.

La historia de Roca continuó. Ignis, destrozado por la traición y la muerte de la única mujer que había amado, se retiró a su guarida. Su corazón se hizo de piedra, un símbolo de su pena. Los otros dragones, creyendo que su líder había sucumbido a la locura, se separaron y se escondieron, abandonando a la humanidad y rompiendo el pacto.

—El dragón que visitó tu aldea es su hijo, Gneiss —dijo Roca—. Él lleva en su corazón la tristeza de su padre. Él ha sentido el sufrimiento de los humanos, su miedo, su desesperación. Él intenta enmendar la traición de su padre, pero la tristeza lo consume.

Roca le dijo a Elías que la escama dorada no era un objeto de poder, sino un fragmento del corazón de Ignis. El "último soplo" era la esperanza de Gneiss de que alguien, un humano puro, pudiera entender su dolor y ayudarlo a liberar a su padre.

—Para llegar a la guarida de Ignis, tendrás que superar tres pruebas —dijo Roca, su voz suave como el murmullo del viento—. La Prueba de la Voluntad, la Prueba del Corazón y la Prueba de la Verdad. Solo si pasas estas pruebas podrás liberar al rey dragón de su dolor.

Elías se sintió abrumado, pero al mirar el rostro de Roca, vio una esperanza que no había visto en los ojos del padre Tomas. El ídolo le señaló uno de los dos caminos.

—Tu primera prueba te espera en el Bosque de los Lamentos. Allí, enfrentarás a los fantasmas del pasado. Solo si tu voluntad es inquebrantable, podrás seguir adelante.

Elías respiró hondo, sintiendo el peso de la responsabilidad. La escama en su mano brillaba con más fuerza que nunca, guiándolo hacia su destino. Se despidió de Roca y comenzó a caminar por el camino que la estatua le había indicado, su corazón latiendo con una mezcla de miedo y determinación. El viaje no sería fácil, pero ahora tenía un propósito.



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En el texto hay: criaturas magicas, fantasia épica

Editado: 14.08.2025

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