El último soplido del dragón

7

La Voz de la Sabiduría

Los días se convirtieron en semanas. Barro Húmedo, ahora conocido como "La Aldea del Soplido Dorado," florecía. La tierra, bendecida por el polvo de Gneiss, producía cosechas como nunca antes. La gente miraba a Elías con respeto, pero él no se sentía un héroe.

Se sentía un aprendiz, un guardián de una verdad antigua que nadie más conocía. Una tarde, mientras estaba sentado en el porche de su cabaña, un joven mensajero del reino de Aethelgard llegó a caballo. Traía un pergamino sellado con la insignia real: un grifo dorado.

—El rey de Aethelgard convoca a Elías, el joven que se enfrentó al dragón —dijo el mensajero, en voz alta y formal.

Elías sintió un nudo en el estómago. El mundo de la política y el poder era muy diferente al de su aldea. No era un caballero ni un hechicero, sino un simple muchacho.

A pesar de sus dudas, Elías aceptó la convocatoria. Se despidió de su abuela y de la gente de la aldea, y se puso en camino hacia la capital, la majestuosa ciudad de Valoria.

El viaje fue largo. Elías, junto a Pip, viajaba en un carruaje real, asombrado por los paisajes que pasaban ante él: vastas llanuras, densos bosques y fortalezas de piedra en lo alto de las colinas. Cuando finalmente llegaron a Valoria, la ciudad lo abrumó. Las torres se alzaban hasta las nubes, y el bullicio de la gente era ensordecedor.

El rey Théoden, un hombre de mediana edad con una barba gris y ojos cansados, lo recibió en el Salón del Trono. Alrededor del rey se encontraban sus consejeros, con rostros tensos y serios.

—Elías —dijo el rey, su voz grave—. Hemos escuchado rumores sobre el dragón de basalto y la escama dorada. Algunos dicen que eres un hechicero oscuro, otros que un enviado de los dioses. ¿Qué tienes que decir?

Elías miró a los ojos del rey y vio un miedo que el monarca intentaba ocultar.

—No soy un hechicero, mi rey —respondió Elías, su voz firme, recordando la lección de la Prueba de la Verdad—. El dragón no era una criatura malvada. Era el hijo de Ignis, el rey dragón, que buscaba liberar a su padre de una antigua pena. Lo que pasó en mi aldea no fue un ataque, sino un acto de reconciliación.

Elías contó su historia, desde la escama hasta las tres pruebas. Habló del amor y la traición de Althea, y del perdón que había liberado a Ignis y a Gneiss. Los consejeros se miraban entre sí, escépticos.

—Tonterías —dijo el Gran Consejero, un hombre calvo con una mirada de desdén—. Son leyendas. Los dragones son bestias de destrucción. Deben ser cazados y aniquilados.

—No —intervino Elías—. Lo que usted cree es la vieja verdad. Yo he visto la nueva verdad. Los dragones no son sus enemigos, son seres con los que podemos coexistir. La verdadera amenaza no es el dragón, sino el miedo que la gente le tiene.

En ese momento, el cielo sobre Valoria se oscureció. Un rugido distante resonó en las torres de la ciudad. Era un sonido diferente al de Gneiss. Era un rugido lleno de ira y furia. Los guardias de la sala miraron por las ventanas, con los rostros pálidos. El rey Théoden se levantó de su trono, su miedo ahora visible.

—No es Ignis, ni Gneiss —dijo el rey, con la voz quebrada—. Es el Rey Sombra, el dragón del Caos, que despierta de su letargo cada cien años para reclamar su trono. Es la verdadera bestia de la destrucción. Y se dirige a Valoria.

Elías sintió que la sangre se le helaba. Su viaje no había terminado. La sabiduría que había obtenido con los dragones iba a ser puesta a prueba.

El Rey Sombra no era como los otros dragones. No buscaba reconciliación, sino aniquilación. La paz que Elías había ayudado a restaurar estaba a punto de ser destruida.

Pero, ¿qué podría hacer un simple muchacho contra el dragón más temido de todos los tiempos?

¿Qué camino tomará Elías para enfrentarse al Rey Sombra? ¿Utilizará su sabiduría o tendrá que buscar una nueva forma de poder?



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En el texto hay: criaturas magicas, fantasia épica

Editado: 14.08.2025

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