El viento soplaba con fuerza entre los árboles cercanos al palacio, un presagio de cambios inminentes. Alisha, vestida con un refinado traje de seda morado inspirado en los antiguos diseños de su pueblo, miraba por una de las amplias ventanas del salón principal. Sus pensamientos estaban en el niño que había prometido encontrar, una figura que el Consejo de Ancianos consideraba crucial para la supervivencia de su raza.
Ese mismo día, un mensajero llegó apresurado a las puertas del palacio. Bastian lo escoltó al gran salón, donde la princesa y el Consejo ya se encontraban reunidos.
—Mi princesa —dijo el mensajero, inclinándose respetuosamente—, traigo noticias de la expedición al Bosque de las Mareas. Han encontrado al niño.
El silencio llenó la habitación, roto solo por el murmullo de los ancianos que intercambiaban opiniones en voz baja.
—¿Está a salvo? ¿Cómo lo encontraron? —preguntó Alisha, avanzando unos pasos.
—Está con vida, mi señora —continuó el mensajero—. Nuestros guerreros lo encontraron en una pequeña aldea al norte del bosque, oculto entre una familia de refugiados. Parece que han cuidado de él durante mucho tiempo.
Uno de los ancianos, un hombre de apariencia juvenil a pesar de sus 530 años, levantó la voz.
—Esto es un buen augurio. Si el niño ha sobrevivido hasta ahora, su destino debe ser tan grande como se predijo.
Alisha asintió, pero su expresión reflejaba tanto alivio como preocupación.
—Haced que lo traigan al palacio inmediatamente. Si los seres de fuego descubren su existencia antes que nosotros, estará en peligro.
Bastian, siempre atento a sus emociones, intervino con un tono sereno.
—Mi princesa, quizá deberíamos enviar una escolta reforzada. El área cercana a las aldeas ha estado bajo vigilancia enemiga en las últimas semanas.
—De acuerdo —respondió Alisha—. Que partan de inmediato. Quiero ver al niño antes de que caiga la noche.
La reunión se disolvió rápidamente, y Alisha volvió a la ventana, esta vez con un aire de determinación.
Mientras observaba el horizonte, su mente se llenó de preguntas. ¿Cómo sería ese niño? ¿Entendería él su papel en el destino de su gente? No podía permitirse dudar ahora. Había esperado demasiado por este momento.
Horas después, un grupo de jinetes llegó al palacio escoltando a una pequeña figura. Alisha estaba lista para recibirlos en el gran vestíbulo. Cuando las puertas se abrieron, vio a un joven de apariencia frágil, con cabellos oscuros que caían desordenados sobre su rostro y ojos de un azul profundo, como el mar.
El niño se detuvo al ver a Alisha, con una mezcla de curiosidad y cautela. Era difícil determinar su verdadera edad, pero su porte revelaba una madurez inusual para alguien que, a simple vista, no parecía mayor de dieciséis años.
—Tú debes ser Riku —dijo Alisha con una sonrisa amable, aunque cargada de solemnidad.
El joven asintió lentamente. No habló, pero sus ojos reflejaban algo más que miedo: determinación, quizá esperanza.
Bastian, de pie junto a Alisha, inclinó ligeramente la cabeza.
—Es apenas un niño en nuestros términos —comentó en voz baja—, pero tiene un aire especial. Como si llevara consigo algo que nosotros mismos hemos olvidado.
—Él es nuestra esperanza —respondió Alisha—. Y haré todo lo necesario para protegerlo.
En ese momento, mientras las puertas del palacio se cerraban tras ellos, Alisha supo que el verdadero desafío apenas comenzaba.