-¡Ay! Elías me sorprende que ya te vayas a la universidad, creciste tan rápido que no me di cuenta.
-No te preocupes mamá todo está bien me las apañare en el D.F ya verás solo tenemos que hacharle ganas y tener una voluntad fuerte - lo decía sonriendo y como no, si era un hombre de un metro sesenta y cinco y en su tiempo en Morelos entreno Tae Kwon Do.
-Te mandaremos dinero cada quincena ¿si hijo?-lo decía con un tono de precaución.
-No mamá, no te preocupes ese dinero lo necesitaras para mis hermanos ¿vale?- la abrazo fuerte como si no se quisiera despegar de ella.
-Cuídate hijo, te quiero – se soltó en llanto.
-Y yo a ti, nos vemos en las vacaciones si se puede… nos vemos mamá – dijo con voz quebrada.
Y así Elías siguió su camino trazándolo con pensamientos positivos y a la vez pensando en todo lo que podría salir mal, mientras escuchaba un poco de Enrique Bunbury para relajarse.
En el D.F ya había arreglado algunas cosas, como su trabajo él tiene un amigo allá y le consiguió un trabajo de medio tiempo en una empresa de computación y también le ayudo a conseguir un departamento cerca de su trabajo y su plantel. Después de pensar mucho llego al D.F. y en cuestión de minutos a su nuevo departamento, el cual estaba junto a otros departamentos los cuales también eran universitarios, pero que casi no vería por su vida tan ocupada con el trabajo y sus tareas del hogar.
-Los días desde que llego hasta un día antes de su primer día de clases transcurrieron de manera monótona, solo iba de su casa al trabajo y viceversa, al salir pasaba por una tienda de mascotas donde siempre se quedaba viendo a un gato siamés que le gustaba mucho y por fin se decidió a comprarlo.
Al ir caminando por la acera con su nuevo compañero de habitación volteo la vista y miro a una que mujer parecía una diosa nórdica, su piel era blanca, con una sonrisa encantadora y un pelo color rojo rubí, llevaba una sudadera negra que contrarrestaba el tono de su piel y su cabello, era como un pequeño ángel, sin darse cuenta se bajó de la acera y un auto paso rosándolo ocasionando que él se callera de espaldas sosteniendo al gato que estaba en su transportadora, al escuchar el ruido la mujer volteo y fue corriendo a ver qué es lo que pasaba, cuando el alza la mira y la ve rápidamente se intenta parar.
-Tranquilo no te levantes tan rápido, puede que te hayas lastimado déjame ver-su voz era dulce y tenía unas manos muy suaves- listo no tienes nada solo unos raspones en tu codo, pero todo bien, parece que tienes suerte el día de hoy.
-Si… mucha, ¿Cuál es tu nombre?- dijo muy sorprendido que hasta se le notaba en su cara.
- Me llamo Lizeth es un gusto ¿joven?
- Lo siento mi nombre es Elías – dijo un poco temeroso con un toque de alegría- gracias por ayudarme ¿eres doctora?
-No yo soy una estudiante de universidad, pero pretendo ser una buena enfermera, bueno me tengo que marchar tengo que preparar algunas cosas para mi primer día de clases chao.
-Sí, nos vemos luego ¡gracias!-ella es fantástica y probablemente tenga mi edad, pero debo darme prisa y llegar a mi apartamento para curarme y arreglar mis cosas- pensó él.
Se fue corriendo hacia su casa deprisa en el camino paso a comprarse una gasa para su codo y llegando en su casa se sentó a liberar a su compañero al que llamo Dagon por ranzones desconocidas, después agarro su trae y lo plancho, mañana sería un día diferente