El valor de no prometer lo que no podras cumplir

Un día no tan perfecto

Amelia

En primera no se porque he entrado a su auto sin saber si realmente saldremos a conocernos, no es por juzgar a la gente sin conocerla pero luce como aquellos chicos que aman jugar con el corazón de otros.

– ¿Vas a seguir mirándome? – pregunta llamando mi atención y haciendo que mi cara se ponga roja como un tomate, no había notado que le quede viendo fijamente.

– No te estaba observando – intentó defenderme pero es inutil ya que suelta una risa y me contradice.

– Aunque parezca que estoy concentrado manejando me puedo dar cuenta de lo que ocurre a mi alrededor incluyendo a las personas que me observan detenidamente ¿Acaso no sabes que mirar de esa manera es de mala educación? – trata de molestarme con sus palabras pero a mi mente viene el momento en el que claramente se equivocó así que qué mejor manera de cambiar de tema.

– Se dice primero que nada y después segundo – respondo haciendo que frunza el ceño, me da una mirada confundida a lo que se que debo explicar mientras ruedo los ojos - hace rato dijiste primero que nada y luego segundo que nada y según la academia de lengua castellana esa es una expresión incorrecta - uso un tono de voz con aires de superioridad dándole a entender lo que hace rato no puedo comprender.

– Es increíble hasta que punto puedes recordar cosas solo para evitar un tema - enarca una ceja mientras fija su vista nuevamente en la carretera.

– ¡No lo hice! – chillo de forma dramática ganándome una risa burlona de su parte, tal parece que para él soy una persona que dice cosas para su diversión.

– Si claro, lo que digas – se vuelve a burlar de mí, no me contengo así que le doy un suave golpe en su brazo derecho causando que el haga una expresión falsa de dolor y suelte el volante con la mano izquierda para frotar su brazo opuesto.

– Casi me rompes el brazo – exagera y finge estremecerse por el dolor – soy jugador de tenis y una mala lesión hará que acabes con mi carrera – cambia su voz a uno algo serio, por un momento en verdad creí que lo decía de verdad hasta que se rie por mi expresión facial - es broma Amelia, te crees todo – yo hago una mueca al escuchar eso.

– No es divertido – le doy un amirada de pocos amigos – creeme que sé lo importante que es tener algo que amas hacer y que de un momento a otro no lo puedas hacer porque distintas situaciones entran en tu vida como un huracán el cual no tiene fin y debes renunciar a lo que amas hasta llegar a un punto en el que tratas de resignarte pero te es imposible – suelto una lagrima que luchaba por salir pero rápidamente me la limpio para concentrar mi mirada en la ventana viendo como acabamos de pasar alguna casa.

– Lamento haber bromeado con eso – escucho como se disculpa a mis espaldas pero aun no lo regresó a ver porque de seguro mis ojos estan rojos y no quiero que nadie me vea de esta manera – se que no debo entrometerme porque recién nos acabamos de conocer, o bueno tú me acabas de conocer pero puedo preguntarte algo? – pregunta con cierto tono de pena y vergüenza a lo que yo solo respondo un "si" en voz baja aunque más parece un murmuro pero se que me escuchó ya que toma aire antes de hacer su pregunta.

– ¿Por qué dejaste de practicar natación? – esa pregunta me tomó con sorpresa así que bruscamente giró mi cabeza para verlo ya que dice conocerme pero no creí que a tal punto de saber que deje el equipo de natación del colegio.

– ¿Cómo lo sabes? – pregunto ahora si estoy demasiado confundida.

– Es de mala educación responder una pregunta con otra así que no te voy a responder – me mira un momento antes de continuar conduciendo.

Nos quedamos en silencio, dentro de mi cabeza me pongo a buscar recuerdos en donde salga él pero en ninguno aparece, nunca he cruzado palabra con él como para que sepa tantas cosas de mi, me sorprende lo del equipo ya que los entrenamientos eran especiales, no todos podían estar ahí, solo los estudiante que eran parte del equipo y es imposible que él haya pertenecido al equipo ya que yo me llevaba con todos, aun es mas imposible que así sea una vez lo haya visto o me lo haya cruzado en los vestidores, vuelvo a la realidad y siento como para el coche, antes de verlo miro por la venta que estamos en un parque? pero este no es cualquier parque sino que es el parque al que una vez vine cuando me enteré de mi enfermedad, recuerdo que al enterarme de la noticia saque a todos de mi habitación de hospital y muy sigilosamente escape de ahi ya que quería pensar por un momento solo en mi y en lo que haría, ese día fue uno de los peores de no ser por un chico con capucha el cual al verme acostada en el pasto mientras sentía las gotas de lluvia caer por mi rostro dejó una sombrilla a mi costado pero antes de que pudiera reaccionar él ya se había ido.

Emilio al parecer nota las distintas emociones que siento ya que baja prácticamente corriendo del auto para abrir la puerta, al igual que al entrar a su auto él me da la mano y me ayuda a bajar con mucho cuidado como si tuviera miedo de que en cualquier momento pudiera quebrar.

– ¿Para qué venimos acá? –dejo de ver el parque que reconozco inmediatamente y me giro en mi lugar para verlo directamente a esos lindos ojos verdes.

– Caminemos y te explico el porque – toma suavemente mi brazo pero suelto un quejido ya que en ese lugar es donde me han inyectado tantas veces que he llegado a un punto en el que verdaderamente me duele – ¿Estás bien? – pregunta muy preocupado a lo que yo solo asiento y estiro mi mano en su dirección.

– Tu mano – digo ahora, él con algo de duda me la da, al tener su mano en la mía con un movimiento hago que nuestras manos se entrelazan y jalo hacia mi para así empezar a correr suavemente con él aunque de seguro para él solo es caminar a paso largo, no cabe duda que mi tamaño no siempre es como si acolitara.

Cuando llegamos al mismo lugar donde ese día tuve el encuentro con ese chico el de igual manera para y mira fijamente el lugar como si lo reconociera.




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