El Vecino No Debe Saberlo [ Vecinos #2]

CAPÍTULO 5.

NAÍN.

Estiro mi cuerpo y bostezo, dormí muy poco, pero mi reloj interno me tiene despierta tan temprano. Me he acostumbrado a madrugar, ya que cuando estaba en clases tenía que preparar todo antes de irme a la universidad, especialmente a Ian; estudiar y ser madre a la vez no es algo fácil, es muy cansado y agotador, pero todo sacrificio vale la pena.

Miro a mi hijo, y al verlo dormir todavía acaricio su cabello y enseguida me levanto de la cama. Me dirijo hasta la ventana, abriéndola y respirando el aire de la mañana. No está haciendo frío, por ende, mi hijo no corre el riesgo de enfermarse. Suspiro; estuve pensando seriamente en que hacer ahora que Noah está de regreso, y la gran idea que se me ha ocurrido es irme a mi departamento y así lo evitaré lo más que pueda; no es recomendable tener al padre de mi hijo tan cerca de mí cuando sigo sintiendo cosas por él, pero si me voy mis padres sospecharán que algo está pasando conmigo, puesto que no tengo muchos días en casa para irme nuevamente porque se me da la gana.

—¡Buenos días, Naín! —Deslizo mi mirada hacia donde proviene la voz.

—Buenos días, Julián —alzo mi voz y muevo mi mano.

Recorro con la mirada a Julián, su ropa de hacer ejercicio le queda muy bien (demasiado bien). Borro mis pensamientos, no suelo ser muy observadora con los chicos.

—¡¿Quieres ir a hacer footing un rato?! —Me siento rara hablando de esta distancia, parecemos dos tortolitos. Yo estoy en mi habitación y está en la parte de afuera de la casa de mis padres—. ¿Sí o no?

Medito bien la pregunta un par de segundos. Supongo que correr un poco me ayudará a obtener una buena idea de lo que debo de hacer para poder manejar la situación entre Noah y yo, sin perjudicar a nadie más. Aunque ya todos son parte de mi mentira.

—Sí, espérame unos minutos —vocifero con un poco de temor a que se despierte Ian.

—Está bien —le doy una sonrisa y cierro la ventana.

Le doy una fugaz mirada a Ian y salgo de mi habitación para ir a la de Bastian; no puedo dejar a mi hijo solo, así que si tío va a dormir con él hasta que yo llegue. ¿Por qué Bastian? Porque no quiero llevarme alguna sorpresa al ir a la habitación de mamá y papá, y porque Ethan es mal dormido y me lo vaya a aplastar sin querer; no hay nadie mejor que Bastian.

Ingreso a su habitación y este está boca abajo y solo en pantaloneta (gracias a Dios, porque suele estar en bóxer y odia que lo encuentre en esas fechas), dejándome ver claramente su tatuaje; hacer cosas que están mal para nuestros padres es nuestra pasión.

—Bas, Bastian —me acerco y lo remuevo—. Bastian.

—Uhm. ¿Qué sucede Naín? —Su voz está sin ánimo, debe de estar casando; lo más seguro es que debió de haber llegado tarde.

—Me puede hacer un favor.

—¿Qué favor? —Pregunta con los ojos cerrados.

—Puedes quedarte con Ian mientras yo voy a correr un rato; está dormido, y no quiero dejarlo solo.

—Está bien —sonrío.

—Gracias —le doy un beso en su mejilla y lo ayudo a levantarse; lo guio hasta la habitación, puesto que va más dormido que despierto y no quiero que se lastime.

Al llegar se acomoda en la cama y enseguida se queda dormido. Mientras yo me dirijo al clóset y busco un conjunto bien cómodo para hacer ejercicio, y al encontrarlo me dirijo al baño. Espero que estos minutos que de footing me ayuden a despejar mi mente y atraer buenas ideas.

JULIÁN.

Sigo calentando mientras espero a Naín, aprovecharé estos minutos que estaremos solo para conocerla mejor. Quiero saber un poco más de ella, me parece una chica muy linda y me gusta su forma de ser.

—¡Ya estoy lista! Disculpa la demora —me da una sonrisa encantadora; es hermosa.

—No te preocupes —me acerco a ella; se ve divina con su ropa deportiva, cabe recalcar que a pesar de que tiene un hijo, su cuerpo no lo aparenta; es increíble.

—Primero hay que calentar —asiente.

Comenzamos a calentar por un par de minutos mientras le platico de mi rutina diaria; a pesar de que no estoy en mi casa, eso no me detiene a ejercitarme en la mañana; es saludable hacerlo.

—¿Haces ejercicios? —Mueve sus tobillos.

—No, pero antes salir embarazada solía hacer en las tardes; considero que si avanzaré y no me cansaré tan rápido — asegura.

—Eso fue hace bastante tiempo —le recuerdo, porque Ian se ve que tiene más de un año de vida.

—Sí, pero cuando se tiene hijo indirectamente uno hace ejercicios creando una extraña rutina —reímos.

—Interesante... ¿Vamos?

—Sí, estoy lista para demostrarte mi gran resistencia —alardea.

—¿Normal o cesaría? —Eso me dirá mucho.

—Normal. Así que no te sorprendas —se le escapa una risilla.

—No lo haré. He escuchado lo doloroso que es parir, así eso te da muchos puntos.

—Doloroso en muy poco. Yo rogaba que me operarán, pero el doctor no quiso y después de tanto llanto nació Ian. Así que prepárate.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.