El verano de tu vida

Capítulo 5 (Stuart-Kate)

CAPÍTULO 5

STUART

¡Bienvenido a la isla de Ikaria!

Tal y como imaginaba al salir de Nueva York, el jet lag me ha afectado una barbaridad. Son las 9:40h y estoy en una isla que aún no conozco. Mi cuerpo, acostumbrado al horario neoyorquino, debería estar en reposo en la cama. Durmiendo de madrugada o follando con alguna camarera de algún bar que al día siguiente tacharía de mi larga lista.

Dejo de pensar en las horas y también en el incordio de la mujer con la que acabo de mantener una acalorada y estúpida discusión. Ella, precisamente ella, tenía que ser la única persona del avión que aterrizó también en Sámos y que luego, cogió un vuelo con destino a Ikaria. Tal vez al igual que yo, cerró los ojos y señaló por casualidad la isla en vez de cualquier otra. Nunca he creído en el destino o en las casualidades. Pero sí en la acumulación de mal karma y haber coincidido con la rubia con cara de amargada que había estado llorando en el interior del cuarto de baño del avión, era mucho peor que pisar un chicle o tener que soportar que un pájaro se te cague encima mientras paseas tranquilamente por Central Park.

Lo peor de todo llega cuando la veo subir en el mismo autocar que yo. Se sienta delante, me mira de reojo cruzándose de brazos y yo decido ir hasta la parte de atrás para no tener que volver a enfrentarme a esa histérica.

Creo que hay 20 hoteles en la Isla Ikaria y la rubia lacrimógena tiene que bajarse precisamente, a las puertas de Villa Dimitri como yo. He estado contemplando durante todo el camino el cielo azul, los caminos de tierra y algunos otros de piedra y también las casitas bajas de color blanco con ventanas del mismo tono que el cielo.

Elegí Villa Dimitri, situada sobre una montaña rocosa, por su tranquilidad y ubicación. Al lado del mar, era el lugar perfecto para pasar unos días indefinidos de desconexión y decidir qué es lo que finalmente acabo haciendo con mi vida. Pero al ver que ella entra antes que yo a las puertas de la Villa, algo en mí me dice que la discusión que tuvimos en el avión hace unos minutos, no será la última.

KATE

¡Bienvenida a la isla de Ikaria!

Villa Dimitri está compuesta de diversos apartamentos pequeños con cocina en la planta de abajo y el dormitorio en el segundo piso. No son muy grandes, pero el precio estaba bien. Está a tan solo unos metros de la playa y Martin y yo pensamos en el momento de elegirlo como nuestro lugar de luna de miel, que sería el lugar perfecto para pasar dos semanas de ensueño. Sin embargo, el tío del avión me sigue y también parece molesto por la casualidad de que los dos nos alojemos en el mismo lugar. Maldigo mi suerte y decido ignorarlo entrando primero.

Me recibe una recepcionista alta y esbelta de cabello negro como el azabache y ojos castaños de forma almendrada. Luce una sonrisa envidiable y sus manos son ágiles con el teclado del ordenador.

—Entonces... —Vacila un momento frunciendo el ceño—. ¿El señor Logan no la acompaña?

—No —respondo secamente, conteniendo las lágrimas.

El tío del avión está detrás de mí, susurrando maldiciones que no logro ni quiero entender.

—Entiendo. Tranquila, señorita... —murmura con lástima.

—Spencer —aclaro.

La recepcionista se apiada de mí con una mirada compasiva, que es lo que menos necesito en estos momentos.

—Su apartamento está disponible. Cuando salga de recepción, gire a la derecha y entre en el número 2. Estas son sus llaves.

Se lo agradezco con un gesto de cabeza y al girarme, casi me como al tío del avión.

—¿No tienes ojos en la cara? —pregunta de mal humor.

Le doy un codazo y con lágrimas en mis ojos, sigo las indicaciones de la recepcionista y voy hasta el apartamento número 2. Por el camino me cruzo con un guapo hombre de tez morena que me sonríe y me detiene dulcemente.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —pregunta, sin dejar de mostrarme su perfecta sonrisa de dientes alineados y blanquísimos.

—Sí...

—¿Americana?

Vuelvo a asentir mirando al suelo.

—Bienvenida a Villa Dimitri. Soy Stefan Kafkis, el chef de la Villa. Por si le apetece degustar nuestros manjares griegos —ofrece amablemente.

—Oh, muchas gracias.

—Y si quiere un guía turístico, será un placer acompañarla.

Agradezco su ofrecimiento y le digo que seguramente nos veremos esa noche. Ahora necesito tumbarme en una cama y dormir mil horas.

Al abrir el apartamento, me gusta lo que veo. La decoración es rústica y austera, pero todo está en perfecto orden. No hay mucho espacio, pero una sola persona tampoco necesita un apartamento de doscientos metros cuadrados. Dejo mis maletas en la planta de abajo junto al sofá marrón y al subir al dormitorio, unas mariposas negativas revolotean por mi estomago al ver la gran cama de matrimonio decorada con pétalos de rosas rojas formando un corazón. En medio, hay una caja de bombones y una nota que dice:

“Señores Logan, bienvenidos a Villa Ikaria. Que tengan una luna de miel de ensueño”




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