El verano de tu vida

Capítulo 8 (Stuart-Kate)

CAPÍTULO 8

STUART

El verano de tu vida

Semana 2

Reconozco que me alegró saber que el chef no era bueno en la cama. Kate, cada vez que pasaba por delante del chef, se arrimaba a mí para que el griego no le dijera nada. Un día, creí que me iba a matar con la mirada.

Es la última semana de Kate y probablemente la mía también. No me imagino en Villa Dimitri sin ella y el hecho de quedarme solo me deprime aún más de lo que ya lo estaba cuando vine hasta aquí. Volver a Nueva York me da pánico, pero después de un año, debo enfrentarme de una vez por todas a la situación. A la triste realidad. Debo tomar una decisión que nunca debería haberme pertenecido pero que sin embargo, ahí está... acechándome noche y día.

Estamos cenando en el restaurante de la Villa. Kate está más callada de lo normal, pero pienso que tal vez esté cansada. Hoy, después de nuestra jornada en la piscina, hemos ido con un coche de alquiler hasta el pueblecito pesquero de Armenistis, en el que nos hemos gastado un dineral en recuerdos tales como imanes, tazas de café, postales y otros artilugios artesanales que realmente no nos hacían falta.

Kate juega con su plato, en el que hay unas poco apetecibles Dolmades, que consisten en unas hojas de parra rellenas de carne aunque los griegos también las rellenan con arroz o vegetales. Se les llama así porque el plato proviene del turco dolma que significa envuelto.

—¿Tienes miedo de que el chef haya envenenado tu cena? —le pregunto divertido.

—Yo de ti temería más a tus Spanokopita que a mis Dolmades, Branson.

Sé que algo no va bien cuando me nombra por mi apellido y no por mi nombre. La miro a los ojos y quiero saber qué es lo que piensa. ¿Piensa aún en Martin? El hombre que debería haberse casado con ella y que sin embargo, en el momento más inoportuno, reconoce que es homosexual y grita a los cuatro vientos que con quien realmente quiere estar es con su mejor amigo de toda la vida. Una putada para la pobre Kate. Una liberación para el tal Martin, que no debería haber accedido a preparar una boda si pensaba plantar a Kate en el altar. Yo he sido un cabrón a lo largo de toda mi vida, lo reconozco. Pero sería incapaz de hacer algo así.

—El otro día... —dice al fin. Vacila, suspira y me mira sonriente—, cuando el chef nos interrumpió, ibas a decirme algo.

—¿Yo?

Iba a decirle que estos días con ella habían sido los mejores de mi vida. Que este verano con ella, era el mejor que había vivido jamás. No recuerdo un verano tan feliz desde que tenía cinco años y me dedicaba únicamente a trepar por los árboles, ir en bici y putear con los tirachinas a todas las lagartijas que tenían la mala suerte de toparse conmigo.

—No lo recuerdo, Kate.

Parece decepcionada. Asiente y mira con tristeza sus Dolmades.

—Mis Spanokopita están sosos. Vámonos a la playa.

Kate asiente y nada más pisar la arena en la oscuridad de la noche, se convierte en otra persona. Empieza a correr hacia la orilla del mar deshaciéndose de su vestido corto de flores, para acabar tirándose en bomba al agua. Ríe, mira al cielo estrellado y me anima a que haga lo mismo.

—¡Mojigato! —grita desde el agua.

—¡Creo que veo un tiburón!

—¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!!

Me rio casi tanto como la vez que la vi caerse colina abajo. Ahora resulta que el mojigato soy yo. Vislumbro su mirada fija en mí. Mirándome como solía hacer ella. Con ese deseo y todo el amor del mundo que creí que no sería capaz de volver a encontrar. Sin la rapidez con la que Kate se ha quitado la ropa, me desvisto y entro poco a poco en el agua.

—¡Está fría! —me quejo.

—¡Quítate los calzoncillos! —se ríe.

—¿Estamos en cuarto de primaria? ¡Jamás!

Cuando logro entrar en el agua, Kate se acerca a mí rodeando mi cuello con sus brazos. Nos miramos fijamente a los ojos y cuando yo no puedo evitar lanzarle una mirada a los labios, se aproxima a mí lentamente y me besa.

—Siento maripositas revoloteando por mi estómago, Stuart —confiesa.

—¿Ves como a veces solo hace falta esperar? —le digo yo, agarrándola con firmeza por la cintura y atreviéndome a acariciar su trasero bajo el agua.

—Puede que las sintiera desde la primera vez que te vi en el cuarto de baño del avión. ¡Dios! ¡Deberían hacerlos más grandes! —se ríe—. Pero la pena y la frustración no me permitió verlas.

La beso. Le beso bajo la luz de la luna y siento que vuelvo a nacer. Que el Stuart que creía que estaba olvidado y enterrado, ha renacido porque lo que realmente quiere es estar junto a esta mujer.

KATE

El verano de tu vida

Semana 2

—¡Oh, Dios mío! —exclama Betty, inundando de corazones nuestro grupo de WhatsApp.

Lucy cambia la foto principal del grupo. Ahora en vez de siete gatos, aparece la foto de Stuart introduciéndose un vispring por la nariz. Me rio de su ocurrencia.




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