El verano de tu vida

Capítulo 11 (Kate)

CAPÍTULO 11

KATE

El reencuentro

Nueva York, dos semanas más tarde

Ayer me llamó Stuart. Me sentí como una idiota al dudar de si cogerle el teléfono o no. Su voz sonaba distinta. Tranquila, como si hubiera encontrado la paz que deseaba. Como si se hubiera desprendido de esa mochila repleta de piedras que cargaba sobre su espalda. Diferente, agradable. Se mostró ilusionado al oír mi voz y me dijo que estaba deseando verlo. Yo no se lo dije, pero también me moría por estar con él. Por creer que nuestra breve historia no había sido solo un “amor de verano” como tantos otros en el mundo, que desaparecen al instante al igual que una estrella fugaz. Quería creer que podía existir algo real en las miradas que nos habíamos dedicado. Algo estable y duradero. No solo por no acabar sola en un cuchitril del Soho con siete gatos o más, sino porque realmente quería estar con ese hombre.

Hace una semana que volví a Nueva York, pero no me atreví a llamarle a pesar de la insistencia de mis amigas. «¡Pesadas!», les decía yo, acariciando al gato de Lucy para ir practicando con mis futuros compañeros de vida.

Ahora tengo ganas de decirles: «¿Lo veis? Todo llega chicas, todo llega. Solo tenía que hacerle sufrir. Que viera que me echaba de menos». Todo para ocultar que en realidad había sido una cobarde por el miedo a la breve pero dolorosa palabra NO.

Decido ir a ver a mis padres. No los veo desde que salí corriendo de la Catedral de San Patricio, cuando Martin me dio el “No quiero”. Afortunadamente mi madre no está. Mi padre me abraza y me dice emocionado:

—Ven, cariño, ven. Quiero enseñarte algo.

Me muestra una carta con los bordes amarillentos y su letra chiquitita y perfecta. Se trata de una entrañable carta que escribió cuando yo tenía cinco años y me leyó con diez. Hacía mucho tiempo que no la leía y se me saltaron las lágrimas con cada una de sus palabras:

Para Kate, mi hija.

18 Cosas que quiero que recuerdes siempre:

1. No eres ninguna princesa y no lo serás nunca, salvo que tu mamá o tu papá sean reyes o conozcas un príncipe y te cases con él. Eres una niña maravillosamente común y corriente y si vas a identificarte con algo, da lo mismo que sea con princesas como con amazonas, guerreras, artistas o deportistas.

2. Los príncipes azules no existen. Pertenecen a los cuentos de hadas que te cuentan, para que asumas que tu rol en el mundo es el de aguardar al hombre ideal que te alivie de las cargas de ser una mujer responsable y autónoma, que te salve de las fatigas de la sociedad y te convierta en madre de niños que deberían completarte como ser humano.

3. Todos los juguetes del mundo son aptos para ti. No es verdad que haya cosas de chicos y cosas de chicas. Te van a regalar cocinitas, bebés de juguete y sets de belleza para que te habitúes a esas actividades cuando crezcas. Si quieres tener más cochecitos que muñecas, está todo bien. No dejes que nadie te diga lo contrario.

4. No hay límites para tus ganas de ser libre. Lo mejor que te puede pasar en la vida es elegir más allá de tu género, sin condiciones y que tus elecciones varíen tanto como tu lo desees.

5. No aceptes que te digan “una niña no hace eso”. Los que te hablen así (incluso si son tus padres), quieren condicionarte, cortarte las alas y marcarte un camino que creen que deberías seguir. Defiende tus decisiones, crece sabiendo que los que sostienen divisiones según el sexo, tienen cerebros pequeños y mentes pobres.

6. Súbete a todos los árboles que puedas. Eso no es ser marimacho. Eso es estar viva y saber jugar. Recuerda que para eso vas a necesitar ropa cómoda.

7. El mundo está lleno de colores bellísimos, el rosa es uno más. Que tu existencia sea un arcoíris

8. Búscate juegos que vayan más allá de cambiar pañales, dar biberones de mentira y usar ollas de plástico.

9. Ignora la publicidad. Evita las modas. Evita todo lo que te quieran imponer desde la televisión, hasta que puedas discernir qué te sirve de todo eso.

10. Nunca jamás dejes de preguntar por qué las cosas son como son. Nunca te conformes con la primera respuesta. Nunca te quedes con dudas si puedes sacártelas. El conocimiento es luminoso y te abre puertas.

11. Huye de la violencia. No porque sea patrimonio de los hombres, sino porque es la herramienta de los imbéciles.

12. Nadie va a quererte más porque seas delgada o muy alta, ni porque tengas tetas grandes. Al menos nadie que valga la pena conocer.

13. Mirar dibujos está bien, pero también lee. Lee mucho. Lee hasta que te duelan los ojos. Lee cuentos, novelas, historias de piratas, extraterrestres y ballenas blancas. Incluso si al principio no entiendes lo que estás leyendo porque eres pequeña, algo de eso queda en tu cabeza y la abre.

14. No descartes leer el cuento de la Cenicienta, pero acuérdate que ella y todas las demás, se cansaron de comer perdices en la parte que viene después del “y vivieron felices para siempre”.

15. Casarte y ser mamá es uno de tus destinos posibles, pero no es obligatorio. Tu futuro no está escrito en piedra, es como el barro y tú puedes moldearlo.

16. Nunca serás muy pequeña para entender, lo que pasa es que a veces, los grandes no sabemos cómo explicarte las cosas.




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