El verdadero precio de nuestra libertad.

1. Llegar tarde aumenta el fracaso

Me levanto golpeando el móvil contra la almohada. Aún sigo sin creer que está sea mi nueva vida. Ahora tengo una preparatoria la cual en fotos luce como un asilo abandonado. Mi madre por su parte ahora es cocinera en un restaurante a dos calles.

 

Abro las ventanas para tomar algo de luz solar. Pero para mí mala suerte lo único que siento llegar a mi nariz es el olor a los cigarrillos de unos chicos en la calle, quienes ante mi presencia lanzan silbidos y unos cuantos piropos. Cierro la ventana y cortinas llena de violencia.

¿De verdad alguien como yo merecía estar en un sitio tan asquerosamente horrible como este? Mi madre de verdad parecía pensar con el maldito trasero.

 

— Arregla este sitio. Poco a poco te irás acostumbrando.

— No puedes ser más descarada porque tu cerebro no te deja —Le comentó sentándome.

— ¿De verdad piensas seguir con esa actitud? Esto ha sido culpa de tu padre.

— ¿Te descubrió con alguno de tus amantes? —Pregunté burlesca. — Lo triste es que yo no tenía que ver en tus veladas.

— Ya basta. —Me gruñe entre dientes. — Te he dicho cientos de veces, esto no es mi culpa, niñata.

— ¿Ah sí? Me encantaría creer en tus palabras, pero todo lo que dices siempre resulta mentira.

— Créeme, yo tampoco quería tenerte, no me hice el aborto porque el idiota de tu padre no me lo permitía.

— Me hubiera encantado. — Le sonrió con frialdad. — ¿Qué tú no tienes un empleo? Parece que te quedarás toda la mañana mirándome. El llegar tarde a lo que nos dará de comer aumentara...

— ¿Mi fracaso? Probablemente, pero tú también tienes cosas que hacer ¿Una escuela por ejemplo?

— Hoy es sábado ¿A la escuela de marginales también se va el sábado? —Pregunté irónica.

— Lo que menos debería importarte es la escuela, busca la manera de traer dinero a esta maldita casa.

Sentí como dio un portazo a lo que ahora yo llamaba habitación y sí, ella era el ser que me trajo al mundo; nada más porque mi padre se alegró con la noticia, pero la alegría cruelmente no le duro. Comencé a sacar todo de las cajas, limpiar cosas y rincones, era inevitable pensar lo poco que yo le importaba a mis padres, lo mala que pintaba mi vida.

Nunca compartí demasiado tiempo con ellos, pues sus vidas estaban demasiado centradas en sus lujos y los negocios. Algunos solamente somos un requisito que la sociedad pidió a nuestros padres para ser aceptados, algo así como para llenar un vacío social. El hecho de tener  a mis padres nunca me aseguró ni amor, ni mucho menos cariño, al menos tenía dinero para cubrir lo mal que me sentía es decir ¿A quién le molestaría tanto su situación parental, arriba de un yate con amigas? ¿Para quién era difícil llorar si siempre tenía la ropa de moda, el teléfono último modelo y un buen auto? Ahora tan siquiera tengo un auto, a pesar de sentirte mal simplemente tomabas tu tarjeta y comprabas más.

Simple, práctico y cruelmente frívolo, pero los chicos de primer mundo viven de esa manera tan desenfrenada. Somos una generación odiada, criticada y nosotros solo nos reímos a costa de sus críticas con el humor negro, lamentable que se preocupen más de lo que somos y no de lo buenos que podríamos ser.

Y Esque sí, cualquiera vería con malos ojos a una generación que nació con una estrella dorada, solo por ser nosotros, los que nunca se han tenido que preocupar por una guerra mundial, los mismos que si tienen sed, la sacian a como dé lugar, egoístas y egocéntricos, burlistas y desalmados ¿No pinta aquello como un paisaje alentador para el futuro de nuestros países potencia? Quizá, realmente poco importa. Las malas actitudes de mis compañeros; los demás de mi edad, no eran generales, sin embargo, las críticas hacia nosotros sí.

 

Vivir el ahora suena mejor que preocupados por el mañana.

 

Cuando terminé de arreglar mi habitación, tome una buena ducha, una de esas que incluso te hacen olvidar tus mayores problemas. Puede que duela mucho o poco esta vida, pero para mí, solo es molesto no llenar mis vacíos con lujo.

¿Pero cómo volver a la buena vida estando aquí? ¿Cómo recuperar poder, posición?  Al salir no me vestí con mis shorts, mis blusas de tirantes o mis minifaldas, en sitios como este cualquier loco querría arrancarme la ropa. Entonces preferí jeans, un suéter y unos botines, de marca, evidentemente. A pesar de la mala fama de la ciudad, mis ganas de conocer el sitio eran potentes, todo menos socializar, eso debía estar fuera de mi mente en su totalidad; no podía perder el tiempo, más cuando lo que más debía pensar era como salir de aquí. Salí a caminar y las miradas no se hicieron esperar demasiado, todo muy incómodo. Llenándome de ansiedad la mente, no sabía a donde me llevaban mis pies, hasta que el sitio menos pensado pero algo seguro apareció; un jardín de juegos para niños, un tanto grafiteado y sucio, pero los niños eran niños y daba muy igual lo sucio que aquél sitio estuviera.



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En el texto hay: adolescentes, crimen organizado

Editado: 14.06.2018

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