El Viaje de Roma

Capitulo 2

Ya era viernes otra vez. Eso significaba una cosa: por fin era mi día. El único día de la semana que era para mí, y solo para mí. Bueno, el viernes y el sábado- pero me gustaba más el viernes. No trabajo, no responsabilidades, no soportar gente indeseada- nada. Podía ir a platicar con Marco y tomarme algo mientras leía un libro. Ese era mi plan.

-Llegaste más tarde hoy.- Me dijo Marco cuando tomé asiento en uno de los lugares de la barra. Ya eran las diez de la noche, y usualmente llegaba antes, pero había perdido el tiempo toda la tarde. Siempre me pasaba lo mismo. Se me iba el tiempo como agua de río.

-Ya ves.- Dije con una sonrisa, y le pedí lo mismo de siempre. Saqué mi libro, y me puse a leer.

-Sabes que eres la única loca que se pone a tomar y a leer en un bar, ¿no?- Me dijo Marco.

-Qué aburrido es lo normal.- Le guiñé un ojo, y me centré en mi lectura.

Había comprado The Notebook meses después de haber visto la película por primera vez. Caminando por unos puestos que vendían libros usados en la calle, me topé con la portada de este. Ya sabía que lo iba a comprar, pues además de ser una romántica, me había encantado la película; sin embargo, decidí hacerme tonta un rato. Divagué por el puesto, agarré unos cuantos libros, leí las contraportadas, y finalmente, terminé regresando por el que había captado mi atención.

Noah, el protagonista de la película, era terco, poco convencional y ambicioso. Ali, su novia, era otro caso. Aventurera, sensible, intensa y orgullosa. Y bueno, como Noah- bastante terca también. Siempre vi a Noah como un tipo de ancla para Ali. No el tipo de ancla que te amarra al piso y no te deja volar. Sino más bien la clase de ancla que te observa emprender vuelo, y cuando es necesario, te extiende la mano para que no te pierdas. Como un puerto seguro.

-Un whiskey, por favor.- Escuché a mi lado.

Esa voz la reconozco. Pensé, sin desviar la mirada de mi lectura. Prefería no verlo, pues seguramente iba a estar haciendo algo que captara mi atención, y él no era precisamente el tipo más hablador.

Unos segundos después, Marco me entregó mi trago de siempre, y el whiskey al hombre de a lado. Levanté mi vodka y le di un trago. Me quemó la garganta, y el estómago después. Sonreí satisfecha.

-¿El trago de la gente pobre?- Escuché su voz.

Primera reacción- ¿qué carajo?

Segunda reacción- ¿de qué habla?

Tercera reacción- risa incontrolable

El extraño me miró con expresión confundida, como si se hubiera encontrado la moneda más extraña en la calle. Claro que por la forma en la que me miraba, no pude evitar reírme más. Y más, y un poquito más. Solo que esta vez, sin una gota de alcohol en el sistema.

-Entonces si me escuchaste.- Sonreí de forma cómplice.

-Puede.- Dijo inexpresivo, restándole importancia. Tomó su whiskey y le dio un trago. -¿Qué lees?

Volteé a ver a mi libro. ¿No conocía The Notebook? A este hombre le faltaba romance en su vida. Bueno, técnicamente a mi también, y esa era la razón por la cual lo leía, pero ese no era el punto.

-Cosas.- Dije, imitando su forma seca de responder. El levantó una ceja sin mirarme, y la volvió a bajar. Después movió el hombro, como riéndose internamente, y finalmente me volteó a ver.

-Qué misteriosa.- Dijo con cinismo. Me dolió el orgullo- esperaba algo más. Aún así, fingí que no estaba sorprendida en lo absoluto.

-En vivo y a color.- Dije con una sonrisa. -Además, ¿qué? ¿No puedes buscar el título en internet?

-¿Por qué lo buscaría si puedo preguntarte?

-Asertivo con las palabras.- Dije, pensativa.

Volteé a verlo para debatirle su último comentario, pero, sin darme tiempo, agarró el libro que sostenía en las manos y comenzó a analizarlo. ¿A este que le pasa? ¿Quién se cree para agarrar mi libro sin permiso? Quise tomarlo de regreso, pero cuando me di cuenta de la forma en la que lo analizaba, decidí no hacerlo. Era raro encontrar personas a las que les interesara un libro de verdad.

Y justo cuando empezaba a caerme un poco mejor…

-¿Romántico? Creí que estabas leyendo algo más interesante.

¿Cuál es su problema?

-¿Lo conoces?- Pregunté, pensando bien mi siguiente comentario.

-No.- Respondió en tono indiferente.

-Juzgando antes de conocer. Tiene sentido.- Dije, y acto seguido tomé mi libro de regreso y comencé a leer desde donde me quedé.

—Mi padre decía que la primera vez que te enamoras te cambia la vida para siempre, y por más que lo intentes, jamás lograrás borrar ese sentimiento tan profundo. Esa chica fue tu primer amor, y hagas lo que hagas, siempre estará presente en tu corazón.

Sonreí al leer esas líneas. Era obvio que Noah siempre iba a tener un lugar especial para Ali en su corazón, y el hecho de que ya lo supiera estando tan joven, me ponía a pensar (y aún ahora lo hace). ¿Será que realmente era necesario cumplir cierta edad para experimentar el amor? No lo creía. Es decir, cuando somos chicos experimentamos otro tipo de amor, sí. Como el que le tenemos a mamá y a papá, o a algún familiar cercano a nosotros. Más adelante viene otro tipo de amor, ese que las películas tienen tan trillado ya. Aunque tengo que admitir que me gustaba- gusta (solo un poquito) esa clase de romance, tenía claro que no son remotamente parecidos a la realidad. Y qué bueno. La realidad era mucho mejor, si me preguntan. En los libros y las películas tienes uno, máximo dos climax; en la vida real tienes una cantidad indefinida. No es que te topes con el amor de tu vida en el pasillo un día de verano, recoja los libros que te tiró, duren juntos cinco años se casen tengan hijos y se mueran abrazados en la misma cama de viejitos. Como yo lo he visto desde chica, no basta solo con querer a la persona si no decides quedarte para trabajarlo día a día, pase lo que pase.



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En el texto hay: comedia, romance, drama

Editado: 06.09.2025

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