Capítulo 8

-Abre la puerta.

Stefano amenazó con el arma en su mano. No era necesario que la apuntara hacia mí para saber el peligro que corría si no hacía exactamente lo que me ordenaba.

-Sonríe un poco, ¿quieres?- Puso los ojos en blanco. -Esa expresión de espanto no te la compra nadie.

Tragué grueso y forcé la peor sonrisa que probablemente he hecho en mi vida. La verdad es que, más que estar aterrada por el arma que sostenía mi ex pareja psicópata, estaba asustada por la persona que estaba esperando detrás de la puerta.

Por favor, quien sea que seas… vete.

Pero mis oraciones no sirvieron de nada. Los golpes sobre la madera volvieron a resonar por todo el departamento.

Aguanté la respiración y abrí la puerta.

No…

-David.- Dije, abriendo los ojos lo más grande que pude, en una expresión de preocupación. David me miró confundido. Negué con la cabeza despacio y disimuladamente, sin quitar la expresión de mi cara. Vete, advirtieron mis labios sin soltar sonido alguno. Levantó la mano y pasó su pulgar por mi mejilla, justo por encima del golpe que Stefano me había dejado. Apretó la mandíbula y bajó la mano.

-¿Puedo pasar?- Preguntó, seguro de sí mismo. No tenía idea de lo que estaba pasando adentro de ese departamento, pero ya había tomado su decisión. La decisión de quedarse.

-No creo que sea buena idea, tengo…- No pude terminar la oración.

-¿David?- La voz de Stefano retumbó en mis oídos, justo atrás de mí. -Hombre, ¿qué haces tú aquí? ¡Pasa, pasa!

-¿Stefano?- David frunció el ceño desconcertado. -¿Stefano Krause?

Cuando sentí el metal de la pistola en mi costilla izquierda, no tuve más opción que dejar pasar a David.

Cerré la puerta a mis espaldas tan pronto David estuvo dentro. Tonta e inocentemente, pensé que quizá Stefano le ofrecería una cerveza, hablarían, y David se iría.

Eso no fue lo que pasó.