Aún desgreñada y con lagañas en los ojos, Bianca se subió a la barandilla de roble oscuro y se deslizó hasta el final de la escalera. El imponente palacete de piedra conservaba un característico olor a viejo, acompañado del aroma que desprendía la chimenea, la cual mantenía viva una pequeña y ridícula llama. Se dirigió al extravagante cuarto de baño de la primera planta, este estaba decorado con un horrible alicatado azul brillante; y se miró al espejo, aunque solo veía manchas negras por la oxidación.
Llevaba años con el mismo corte de pelo, y aquel despampanante flequillo mal peinado. Quizá era hora de hacer un cambio de look, pero eso lo haría en otro momento, el librero no esperaría por ella. Agarró su mochila de cuero y un abrigo al azar, y salió de su querido palacete con entusiasmo. Caminó por las estrechas calles de Venecia, esquivando bicicletas y mogollones de gente. Faltaban diez minutos para el cierre de la Bualetta, su librería de confianza.
Bianca entró a la Bualetta, la cuál siempre fue descrita como un paraíso emocional. Había leído cientos de libros en aquel lugar, historias maravillosas sobre amores prohibidos, y arriesgadas aventuras protagonizadas por musculosos caballeros. Pero había algo que la atormentaba. ¿Por qué podían aquellos personajes vivir experiencias tan magníficas y ella no? A menudo añoraba su infancia, cuando podía encontrarse con centauros y sirenas sin salir de su habitación. Los libros solo la hacían recordar, pero no la transportaban como en su niñez.
Se dirigió al pasillo A-12, donde podía encontrar cualquier libro de aventura y fantasía. Bianca adoraba leer historias imaginarias, donde los protagonistas hablaban con animales y existían los seres mitológicos. Comenzó a pasar su dedo por los lomos de los polvorientos libros, hasta dar con uno que llamó su atención, "Butterflies". Recordaba haberlo leído en algún momento, pero estaba dispuesta a volver a revisar sus hojas.
-Butterflies, de Gonney. Buen libro, aunque... la traducción no es correcta. Es mejor leerlo en el idioma original.- dijo un chico desde el final del oscuro pasillo sin dejarse ver.
-Desconozco la lengua inglesa, me encantaría poder leer libros en dicho idioma, pero no he tenido la oportunidad de aprenderlo.
El chico, que al fin se había acercado a la luz, agarró el libro con interés y lo giró para ver la parte de atrás. Acto seguido se lo devolvió a Bianca, quién lo miraba con asombro. Se trataba de un joven castaño, de ojos marrones claros y bastante alto. Ella había quedado encantada con su físico, y empezaba a gustarle su personalidad.
-Deberías empezar a estudiarlo. Nadie ha dicho nada, pero yo creo que en unos años será la lengua internacional.
-Habladurías, es imposible que un idioma con tan poca relevancia se convierta en la lengua más importante.
-Eso dímelo cuando leas Butterflies en inglés, es maravilloso.
-Por el momento me conformo con la traducción, no puede ser tan horrible.
-Soy Matt, espero que algún día de estos me pidas que te dé una lección de inglés. Estaré dispuesto a enseñártelo.
-Dudo hacerlo, aunque, quién sabe... tal vez un día me pillas inspirada y acepto.
-Sigo esperando conocer tu nombre...
-Deberás resignarte a saber que voy a leer Butterflies y que a demás desconozco su idioma original.
-Espero volver a verte chica Butterfly.
-Igualmente Matt, ahora debo marcharme, he dejado la chimenea encendida.