El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 3 — El hombre de los ojos grises.

  Después de llorar durante unos largos minutos, Sara le suplicó a Roberto que la llevara junto a Nathaly. Consiguiendo que al final accediera, los dos salieron al pasillo, giraron a la izquierda y caminaron hasta la última puerta que había en el lado derecho. Sin esperar a que Roberto le diera permiso para entrar, Sara ingresó a la habitación en silencio.

  Nada más ver a una mujer más joven que ella tumbada boca arriba en una espaciosa cama, Sara se paralizó. Su sobrina, que estaba justo a su lado, tenía tomada su mano izquierda y, aunque las dos parecían dormir, sabía bien que, en realidad, estaban inconscientes.

  Nerviosa, Sara se dirigió hacia ellas. Lo primero que hizo fue echarle un vistazo al rostro de Nathaly, que, para su alivio, lucía menos pálida que cuando Ernesto se la llevó. Después desvió la mirada hacia la mujer, tomó su mano derecha, la observó por unos instantes y, tras dudar un par de veces, dirigió la mano izquierda hacia su rostro. Necesitaba sentir que no era un sueño, que por fin la había encontrado, pero, cuando estaba a punto de tocar su piel, se llevó la mano a la boca y rompió a llorar en silencio.

  Después de que Roberto la ayudara a sentarse, Sara cerró los ojos y se esforzó en calmarse. Había pasado tanto tiempo y necesitaba decirle tantas cosas… «No sabes cuánto lo siento, Mirley, pero pronto lo sabrás. Te lo prometo», pensó para sus adentros, mientras derramaba una lágrima en silencio.

  —Voy a hablar con Ernesto —le dijo Roberto, mientras frotaba sus hombros con mimo—. Ahora vuelvo.

  Recibiendo una afirmación perezosa de su parte, Roberto se marchó en busca de Ernesto. Necesitaba saber cómo iba el proceso, y también si necesitaba algo de él.

  —Ernesto —llamó su atención. Reuniéndose con él en medio del pasillo, le preguntó—: Oye, ¿cómo está Nathaly? ¿Todo va bien?

  —Bueno, es asombroso. A pesar de que Mirley tiene el alma destrozada y de que el paso del tiempo ha hecho cada vez más difícil encontrar magia compatible que no perdiera con rapidez…

  —Por favor, resume —se desesperó.

  Ernesto cerró la boca y, abatido, soltó un amargo suspiro.

  —Las dos están bien. El proceso va más que bien, así que quédate tranquilo. Ahora, si me disculpas…

  —Espera. —Le agarró del brazo—. ¿Cómo que va más que bien?

  —Bueno, últimamente me costaba que el alma de Mirley mantuviera la magia que le era transferida. Por eso pensaba que no pasaría de esta noche. Sinceramente, no sé si es cosa del destino o una casualidad, pero si Mirley es capaz de vivir más allá de unos meses será gracias a Nathaly.

  —¿Me estás diciendo que no me has informado hasta ahora de que le quedaban horas de vida? —le recriminó.

  —A ver, Roberto, no es que no te haya informado. Hicimos un traspaso de magia esta mañana a primera hora, tal y como ordenaste, pero más tarde volvió y, nada más comenzar a hablar, se desmayó. Por eso te dije que no encontraría a nadie que poseyera toda la magia que necesitaba. Su alma…

  —Está bien, para —lo interrumpió, reforzando su petición con la mano—. No me hables sobre eso ahora. Quiero que me aclares primero por qué dices que Mirley vivirá unos meses en lugar de unos días.

  —Sé que la penúltima transfusión de magia fue solo hace cinco días, pero…

  —Ernesto, no estamos como al principio. Por mucha magia que Nathaly le ceda, su alma terminará por consumirla más pronto que tarde. Por eso no tiene ningún sentido que me hables de meses cuando está claro que hablaremos de días.

  —Roberto, la cuestión principal no es que su alma esté teniendo problemas, sino que se está rellenando de aura.

  —¿Qué?

  —Es algo extraño, pero sabes que la magia que contiene nuestra alma es la que marca el límite del aura. Por eso, al faltar muchas partes en su alma y al disminuir la magia por distintos motivos…

  —Se ha rellenado de aura.

  —Así es. Es pura atracción, por así decirlo.

  —¿Y por eso pierde magia más rápido? ¿Porque el aura la está liberando?

  —En contacto directo con el alma, ¿qué esperas?

  —¿Y por qué crees que con la magia de Nathaly va a ser distinto?

  —Mira, Roberto, no sé qué me esconderás sobre ellas, pero la magia de Nathaly está envolviendo su alma con lentitud, y eso está haciendo que su aura se vea obligada a retroceder.

  —¿Cómo? —exclamó perplejo—. ¿Estás seguro de eso?

  —Sí.

  —¿De verdad?

  —Cuando lo he visto con mis propios ojos, yo también me he quedado tan asombrado como tú. Pero, por muy ilógico que sea, es lo que está sucediendo. La magia de Nathaly se está… digamos que… pegando al alma de Mirley. O mezclándose con ella, tal vez. Bueno, da igual. Sea como sea, lo importante es que Mirley no está perdiendo magia ahora mismo. Y sea cual sea la pregunta que tengas preparada, guárdatela, porque de momento no tengo nada más que te pueda adelantar. El proceso está avanzando con mucha lentitud, así que tendremos que esperar al menos unas cuantas horas para saber algo más.

  —Está bien —se resignó—. Gracias, Ernesto.

  Ernesto afirmó con la cabeza y Roberto se fue a por una botella de agua para Sara. A pesar de los años que había pasado sin estar a su lado, no había olvidado lo mucho que detestaba beber de vasos ajenos.

  —Toma, Sara, bebe un poco. Te sentará bien. Sara. —Se inclinó a ver su rostro—. Eh, ¿estás bien?

  Sara, que aún sostenía la mano de Mirley, lo miró con los ojos hinchados y enrojecidos.

  —¿Qué te ha dicho Ernesto? —preguntó con voz apagada.

  —Pensaba que me leerías la mente.

  —Lo he hecho, pero me está mareando absorber tantas cosas extrañas del alma y del aura —dijo, cerrando los ojos con lentitud y llevándose a la cabeza la única mano libre que tenía.

  Roberto sonrió con dulzura.

  —Solo estás cansada. No te fuerces. Puedes quedarte tranquila. Ambas estarán bien.




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