El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 6 — Ser un alma blanca no es fácil.

  En cuanto Nathaly terminó de desayunar, Rodric se la llevó afuera. Hacía un día tranquilo y agradable, perfecto para ponerse bajo la sombra de un árbol que dejara pasar pequeños rayos de luz entre los huecos de sus hojas. Para un alma blanca, no había nada más relajante que un suave baño de luz.

  Sentándose detrás de ella en la hierba, Rodric recorrió su espalda con los dos primeros dedos sin rozarla para echarle un vistazo a su alma. Al llegar a la altura de los omoplatos, los apoyó con delicadeza en la ropa y cerró los ojos para adentrarse en su interior. Minutos después, la torpe cabezada que dio hizo que Nathaly se girara.

  —¿Se encuentra bien?

  —Sí —contestó Rodric, mientras se frotaba el rostro con calma para despejarse—. Solo he estado a punto de quedarme dormido. Realmente es difícil adentrarse en tu alma o en tu mente sin verse afectado.

  —Pero eso no es malo, ¿verdad?

  —No, claro que no. Date la vuelta. Voy a explorar tu alma por delante. Así, si ves que me duermo, puedes darme un toque.

  Obedeciendo, Nathaly se puso frente a él con las piernas cruzadas.

  —Seguramente notes como si te tocara, pero no te preocupes. No lo haré aspectualmente.

  —¿Y eso qué significa?

  —Que no tocaré tu aspecto. «¿Acaso no es denominado así por los humanos?» —le transmitió la pregunta a través de la mente.

  «En verdad, el aspecto lo usan más para referirse a cómo nos vemos, pero, por lo que creo, usted a lo que se refiere es al físico, que es lo que somos al desnudo apartando el alma, la mente y los sentimientos. Bueno, la mente...».

  —Entiendo —la interrumpió en voz alta, pidiéndole con la mano que parara—. Bien, pues físicamente, no te tocaré. Si te resulta molesto o incómodo en algún momento, no temas separarte de mí o decírmelo. No quiero que sea algo desagradable para ti. ¿Estás preparada?

  —Sí.

  —Muy bien. Vamos allá.

  Al poco rato, Nathaly se relajó porque no estaba siendo para tanto. Notaba algo extraño, sí, pero el gobernador no la estaba tocando. Sus dedos estaban separados unos centímetros de su ropa, y nunca llegaban a rozarla ni un poco. Por eso no entendía por qué sentía una pizca de rechazo. «Será mejor que me distraiga un poco hablando».

  —Gobernador.

  —¿Sí? —sonó concentrado.

  —¿Los animales tienen alma?

  —Por supuesto.

  —¿Y las plantas?

  —La naturaleza no tiene alma, sino vida. La magia pura que hay bajo la tierra que pisamos es quien se la proporciona. Ya lo estudiarás.

  —¿Y los elfos?

  —Ellos se parecen más a los hechiceros que a nosotros. Y sí, ambos tienen alma. Todos los que habitamos en el Zafiro Esmeralda la tenemos, excepto las plantas y las caras del mal.

  —¿Las caras del mal?

  —Ya te hablaré de ellas más adelante.

  —¿Y a qué se refiere con que los elfos se parecen más a los hechiceros que a nosotros?

  —A que las almas de los elfos tienen un tamaño similar a la de los hechiceros. Date la vuelta antes de que siga con la explicación, por favor —le pidió. Nathaly obedeció y Rodric prosiguió con la exploración—. Verás, los magos y hechiceros no son como nosotros. La proporción de su alma y el poder de su magia es inferior a la nuestra. Es cierto que el poder mágico de los elfos no se puede comparar con el de un hechicero por la conexión que tienen con la naturaleza, pero no te preocupes. Ya estudiarás sobre ellos. No son seres sencillos de entender.

  —¿Por qué?

  —Porque muchas de sus conductas son igual de arraigadas y misteriosas que la misma naturaleza.

  —Entonces, si su alma es de menor tamaño que la nuestra... ¿quiere decir que su aspecto es más grueso que el nuestro?

  —Así es. Y el de los magos es el que más ocupa de las tres razas mágicas.

  —¿Las tres razas mágicas? Ah, se refiere a los magos, a los hechiceros y a nosotros, ¿verdad?

  —Así es.

  —¿Y qué limitaciones tienen los magos y hechiceros a diferencia de nosotros?

  —Para lograr concentrar la magia que albergan en el interior de su alma, los magos necesitan utilizar una varita. En cambio, los hechiceros usan un cetro o un bastón solo cuando quieren concentrar magia compleja, ya que la magia sencilla la crean del mismo modo que nosotros.

  —¿Qué quiere decir con magia sencilla?

  —Cosas fáciles de hacer, como, por ejemplo, mover objetos ligeros.

  —Entiendo... ¿Y cuánto grosor tiene nuestro aspecto?

  —Diez centímetros de profundidad, como mucho.

  Nathaly se giró estupefacta.

  —¿Eso quiere decir que no tenemos cerebro ni corazón?

  Rodric se quedó perplejo al no entender el primer término, pero supuso por el segundo que se refería a las partes que hacían funcionar un cuerpo de carne y hueso.

  —Nosotros no poseemos vísceras ni huesos. Solo venas y músculo.

  —No puede ser verdad —se le escapó en voz alta.

  —¡Claro que lo es! Nathaly, ninguna de las tres razas mágicas tiene un cuerpo entero. Por eso lo llamamos aspecto.

  Nathaly, que seguía sin creérselo, palpó su brazo con los dedos.

  —Pero si yo me noto el hueso.

  «Nathaly, nuestro aspecto es como el de un humano en lo que respecta al tacto y al aspecto exterior, pero nada más».

  —Entonces, ¿cómo nos reproducimos? Porque no tenemos dentro... Ya sabe... órganos reproductores. ¿O sí?

  —Esa pregunta... házsela a Zarco. Él sabrá por qué te he derivado a él.

  —¿Y quién es Zarco?

  Rodric sonrió.

  —Pronto lo conocerás. Vamos a seguir con la exploración.

  Medio minuto después, Nathaly no logró resistir la tentación de tomarse el pulso. En el cuello, en la muñeca, en alguna parte del antebrazo... ¡y en ningún lado lo encontraba! Y justo cuando empezaba a aceptarlo, su lógica se negaba en rotundo y la empujaba a intentarlo de nuevo. Hasta cuando el rey Marlow se unió para ayudar al gobernador, que de nuevo se estaba quedando dormido, Nathaly tuvo el impulso de pedirle que buscara su pulso. ¡Menuda regañina le echó Rodric por semejante atrevimiento!




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