El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 6 - parte 3

  Al momento, ambos pasaron a mantener una conversación mental, en la cual Zarco no puso buena cara y terminó por negar con la cabeza. Cuando la mirada de Rodric se volvió insistente, Zarco apartó la suya con fastidio, resistiéndose a darle la razón. A Nathaly le carcomió la curiosidad. ¿De qué estarían hablando?

  —Zarco... —insistió Rodric, dejando la frase en el aire.

  Leo, que se había alejado de ellos por puro aburrimiento, frenó en seco y volvió sobre sus pasos. Ni en sueños. ¡Ni en sueños pensaba aceptar eso!

  —Está bien —accedió Zarco.

  —Bien —dijo Rodric—. Leo, te...

  —Yo no me encargaré de nada —le dejó Leo bien claro—. No me meta en sus asuntos. Es su protegida, no la mía.

  —Leo, ¿cuántas veces te tengo que decir que es de mala educación interrumpir a los demás cuando te están hablando?

  —Sé muy bien lo que iba a decir. Solo le he proporcionado la respuesta antes de tiempo.

  Rodric puso mala cara al instante.

  —Con permiso —terminó diciendo, antes de irse.

  —No era una pregunta para ser respondida, Leo.

  Al oír eso, Leo se giró de inmediato.

  —¡No puede obligarme a instruirla en nada que tenga que ver con los sentimientos! Sabe más que de sobra el problema que tengo con todas las mujeres. Todas —recalcó—, sin excepción.

  —Layla...

  —Ella no fue una excepción.

  —Pero ahora...

  —¡Deje ya de marearme! Si he dicho que no, ¡es que no!

  —Está bien —se rindió.

  —¿En serio? —le extrañó a Zarco.

  —Sí, tiene razón. Además, no podemos forzar las cosas.

  —Por mí no hay inconveniente en que no se hagan grandes amigos —comentó Zarco con una pizca de rencor.

  —Que sí, que sí —no le interesó a Rodric—. Tú encárgate de que Nathaly aprenda todo lo necesario para que sepa enfrentarse a las caras del mal, y combínalo con lo que el rey Marlow y la princesa Elya le enseñen sobre lucha y defensa. Yo me encargaré de enseñarle a manejar sus sentimientos.

  —¿Qué es eso de las caras del mal? —preguntó Nathaly.

  —En tiempos de las elegidas, el mal se dividió en mil partes para evitar ser destruido —respondió Leo—. A esas divisiones las llamamos caras del mal.

  —¿Y existen de verdad?

  —Cuando veas una te arrepentirás de haber hecho esa pregunta.

  —¿Por qué?

  —Porque tu alma se estremecerá ante su cercanía.

  —Eso no tiene sentido. El alma no es algo palpable.

  Leo se quedó mirándola en silencio, y Rodric y Zarco intercambiaron miradas preocupantes. Si Leo no era capaz de desarmar a su lógica, iba a ser peor de lo que imaginaban.

  —Los sentimientos tampoco lo son y reaccionas del mismo modo cuando uno negativo arremete contra ti —dijo Leo de repente—. ¿O no?

  —Pero eso es... es porque... No es algo que dure para siempre —terminó diciendo.

  —Cierto. No duran para siempre, pero las caras del mal sí.

  Mientras Nathaly le daba vueltas al asunto, Rodric y Zarco mantuvieron una breve conversación a través de la mente. Zarco no estaba de acuerdo con lo que Rodric le proponía, pero, con el comentario que le dijo a continuación, no le quedó más remedio que acceder.

  —Perfecto —concluyó Rodric—. Nathaly, me encargaré también de enseñarte a usar la magia. En cuanto a todo lo que deberías saber sobre nosotros y nuestro mundo, te lo enseñará Leo.

  —Ni aunque controlase mis movimientos haré lo que le plazca —contestó Leo de malas maneras.

  —No hace falta que lleguemos a esos extremos cuando sé que lo harás por ti mismo. Es algo en lo que no necesita ningún tipo de contacto, ¿no? —puntualizó, logrando callar las quejas que Leo estaba a punto de soltar—. Aunque tal vez prefieras enseñarla a utilizar sus sentimientos. Tú eres el experto en eso.

  La satisfactoria sonrisa que Rodric le otorgó hizo que Nathaly mirara a Leo, que se veía en una encrucijada bastante complicada. Al final, Leo desvió la mirada y se rindió de muy mala gana.

  —Bien —dijo Rodric—. ¿Alguna pregunta, Nathaly?

  —No quiero ser una molestia, de verdad.

  —No te preocupes por eso, ni tampoco por lo que te vamos a enseñar. Empezaremos poco a poco.

  —¿Y si no logro hacer lo que se espera de mí?

  —No pienses en llegar al final, sino en el próximo paso que has de superar.

  —¿En el próximo paso?

  —Se refiere a que no dejes que el miedo a fracasar ralentice o entorpezca tus pasos —le aclaró Leo—. No pienses en un final, sino en obtener resultados de tus esfuerzos. Cuando algo no funciona, prueba otros caminos. Y deja ya de dudar de tu capacidad. Serás todo lo extraña que quieras, pero eso no hace que dejes de ser un alma blanca.

  —Leo —le advirtió Rodric.

  —¿Qué? No estoy invadiendo sus sentimientos. Solo he sido sincero. Si tan poco le gusta mi manera de enseñar, búsquese a otro.

  Nathaly abrió los ojos como platos. ¿Cómo era capaz de hablarle de ese modo? ¡Qué grosero! Desde luego, el tacto que tenía el Leo de sus sueños no lo tenía él ni por asomo.

  —Sé que tus palabras son sinceras —dijo Rodric—, pero intenta no ser tan brusco con lo que dices.

  —Si no soy tajante aho...

  —Leo, si ella aún no te ha dado un motivo, ¿por qué tienes que ser así?

  —Porque acabará igual que todas las demás. ¿O acaso ya ha olvidado lo que sucedió a comienzos de año?

  —No, no lo he olvidado —contestó, no muy contento de recordarlo.

  —Déjalo estar así, Rodric —intervino Zarco—. No creo que a Nathaly le afecte demasiado.

  Antes de que a Nathaly le diera tiempo a decir una sola palabra al respecto, el rey Marlow apareció y se unió a ellos. Tras una amena charla sentados en el porche de palacio, todos pasaron dentro para comer.

  Después de que todos se levantaran de la mesa, Nathaly se fue con la princesa Elya a visitar los alrededores de palacio. Mientras paseaban acompañadas de un guardia, la princesa le habló de cosas fascinantes sobre su raza, que era conocida por tener la capacidad de conectar con la naturaleza, ya fuera terrenal, vegetal o animal. Nathaly aprovechó la ocasión y le preguntó si podían pasarse un momento por el reino de los crizworts para ver a Arwok, pero la princesa le explicó con pena que entrar en su territorio sin su permiso era ganarse una sentencia de muerte. Nadie que no tuviera un vínculo con alguno de los que estaban allí podía entrar sin sufrir las consecuencias.




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