El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 11 – Parte 2

  —Si hay algo que quieras que cambie para que te sientas más a gusto, solo dínoslo.

  —Gracias. Me gusta tal y como está.

  —Me alegro. Bien, os he reunido aquí a los dos para poder informaros de algunos cambios. Leo, en este curso te encargarás de todo lo relacionado con mi cargo de director en mi ausencia. Estarás bajo la supervisión de Zarco, pero, si te comportas y demuestras lo mínimo que espero de ti, el curso siguiente te daré total libertad.

  —¿Y eso no podía habérmelo dicho antes de que viniera ella?

  —Leo, por favor —le suplicó un poco de educación.

  —¿Me puedo ir ya?

  —No. Nathaly, si tienes algún problema que no sepas cómo manejar, no dudes en consultárnoslo. Leo estará menos dispuesto a ayudarte, pero, además de Zarco y de Moony, tienes a más profesores que están al corriente de tu situación. También quería comentarte que, mientras no recuperes tus recuerdos, habrá clases que no podrás dar. Zarco y yo hemos estado charlando precisamente sobre eso, y, al final, se ha tomado la decisión de…

  —Algo absurdo, seguro.

  —Leo —le molestó su interrupción.

  —Entonces tendré que repetir curso si no consigo recordar nada, ¿no, gobernador? —preguntó Nathaly.

  —No, no repetirás por eso. Lo que no puedas dar lo dejaremos pendiente para el curso siguiente.

  —¿Usted haciendo una excepción? —le resultó irónico a Leo.

  —Ya sabes que ella es mi protegida y comparto sus deberes y derechos con Zarco —contestó Rodric.

  —Eso no responde a mi pregunta. Y todavía no entiendo por qué tiene ese derecho.

  —No es de tu incumbencia —zanjó Zarco.

  Al ver que Leo miraba a su tío con una calma espeluznante, Nathaly se angustió. No estaría pensando en pelearse con él en un lugar tan pequeño, ¿no?

  —No obstante, eso no explica que usted haga una excepción con ella, gobernador —comentó Leo con tranquilidad.

  Nathaly respiró aliviada al entender que se había equivocado en su deducción.

  —Por desgracia —le ignoró Rodric, dirigiéndose a Nathaly—, este año tengo bastante difícil organizarme y buscar un hueco fijo para ti sin renunciar al tiempo que he de dedicar a la instrucción de Leo.

  —¿Y para qué necesita otorgarle un hueco? —no le hizo gracia a Leo, pues empezaba a no gustarle el camino que estaba tomando esa conversación.

  Rodric lo miró con mala cara por su nueva intromisión, pero enseguida lo ignoró.

  —Por eso tuve que hablarlo con Zarco —continuó diciéndole a Nathaly—, para ver cómo íbamos a enseñarte todo lo que sí puedes estudiar. Pero, como no llegamos a un acuerdo, tuvimos que dejarlo en manos del consejo.

  —¿El consejo? —desconfió Leo.

  —¿Y por qué no llegó a un acuerdo con mi tío? —preguntó Nathaly—. Él sabe que no me importaría ocupar el resto de la tarde para aprender lo que haga falta.

  —Lo sé. Me lo propuso.

  —¿Entonces…? —no entendió.

  —Lo siento, pero me parece demasiado.

  —Tú no conoces ni una cuarta parte de lo que yo conozco de ella —saltó Zarco.

  —Por favor, no empieces otra vez —dijo Rodric—. Sabes que ella no es la misma de antes. No recuerda nada de nuestro mundo, y ha pasado por muchas dificultades en el tiempo que no ha estado con nosotros.

  —Olvídalo —suspiró con cansancio—. El consejo ya ha emitido la decisión final por nosotros. Ya no merece la pena discutir esto otra vez.

  —¿Y qué ha decidido, tío Zarco?

  —Que se te impartirán las clases que no has dado durante los fines de semana.

  —¿Los fines de semana? —no le gustó a Leo por dónde iba eso—. Ni usted ni Moony tienen conocimientos suficientes para instruirla en todas las materias.

  —En casi todas —le corrigió Rodric—. Y sí, es cierto. No los tienen. Por eso el consejo te ha designado a ti para dárselas.

  —¿Qué? —saltaron ambos a la vez, haciéndole mucha menos gracia a Leo que a Nathaly.

  A Nathaly le faltó muy poco para echarse las manos a la cabeza. ¡Qué ruina! Con la poca paciencia que Leo tenía para otros temas que no fueran historia.

  —Está jugando conmigo, ¿verdad? —protestó Leo, poniéndose en pie.

  —Yo no juego con asuntos tan serios. Y ni se te ocurra discutir las órdenes del consejo.

  —¿Una orden? ¿Sin haber expuesto mis motivos ante el consejo? —enfureció.

  —Te lo dije, Rodric —dijo Zarco.

  Rodric extendió una mano en su dirección, indicándole que le dejara esto a él.

  —¿Cuántas veces te ha molestado Nathaly mientras le enseñabas en el reino de los elfos?

  —¡MUCHAS!

  —Voy a hacerte de nuevo la pregunta, porque me temo que no la has entendido bien. ¿Cuántas veces te ha faltado al respeto mientras le enseñabas en el reino de los elfos?

  Leo alzó el rostro y le lanzó una desafiante mirada. Rodric se limitó a elevar una de las comisuras de su boca.

  —Está claro que usted quiere darle un motivo a Layla para que le amargue la vida a Nathaly —comentó Leo.

  —Preocúpate más por Layla que por Nathaly. Y si Layla se entera, no te metas entre medias.

  Nathaly abrió los ojos impactada. No estaría hablando en serio, ¿verdad?

  —No pensaba hacerlo ni aunque me lo pidiera —escupió Leo—. ¿Cuándo va a responder a mi pregunta?

  —¿Qué necesidad había de llevarte con nosotros si estamos de acuerdo en que Nathaly se seguirá comportando? Sigo sin ver dónde está el inconveniente.

  —¡Es una mujer!

  —Una mujer que se ha comportado como es debido durante un buen puñado de meses. Ninguna ha sido capaz de resistir tanto, ¿o me equivoco? —Alzó las cejas con sutileza.

  Leo mantuvo la mirada clavada en él sin soltar una palabra. Cuando a Nathaly le pareció que iba a decir algo, se sentó de mala gana.

  —¿Resistirse a qué? —no entendió Nathaly.

  —No —le frenó Zarco—. Ni se te ocurra contestar a eso, Rodric. Céntrate y terminemos con este asunto de una vez, por favor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.