El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 12 – Parte 2

—Pero qué buen ambiente —comentó Rodric con picardía desde la puerta—. Voy a tener que encargarte más a menudo que hagas estas cosas por mí, Leo.

—Repita eso y le juro que en menos de un segundo tendrá una daga clavada en alguna parte de su cuerpo.

—Está bien, no te sulfures. —Apareció detrás de él—. Vamos, vuelve a clase. Ya me encargo yo de ella.

—Le he dado una poción que no tardará en hacerle efecto —dijo, mientras le cedía el sitio.

—Ya me he dado cuenta. —Señaló hacia el frasco vacío que descansaba en la mesilla de su izquierda.

—Espere a que le haga efecto antes de terminar, y deje sus yemas para el final. Son muy sensibles al roce.

—¿Algo más? —Lo miró aburrido.

—Hablo muy en serio. Deje sus yemas para el final.

—¿Será posible que tengas más ganas de sermonearme que de volver a clase? —le resultó bastante divertido.

—Siga soñando despierto —dijo, antes de desaparecer entre un haz de luz.

—¿Qué le has dicho para ablandarlo de ese modo? —preguntó Rodric a Nathaly, con sumo interés y una perpleja sonrisa—. Y Zarco diciendo que sería indomable hasta para ti.

Rodric echó un vistazo a sus manos tanto por delante como por detrás. Nathaly creía que le preguntaría cómo habían acabado así, pero, como no lo hizo, dedujo que ya lo habría averiguado introduciéndose en su mente.

—En realidad, ha sido en la de él —dijo Rodric.

—¿Eh?

—Los detalles de lo que te ha sucedido. La mente puede hacer muchas cosas, pero jamás centrar toda su atención en tres a la vez.

—¿En tres a la vez?

—Pensar, dar órdenes y defenderse. Son tres cosas, ¿no?

—Entiendo. Gobernador...

—Director. Al menos dame el gusto de tener un cargo menos pesado mientras estoy ejerciendo como tal.

—Lo siento, señor director.

—No te disculpes por eso. Solo te lo estoy pidiendo. Si te cuesta cambiarlo, no voy a acabar pataleando como hace él. Dime, ¿qué es lo que quieres saber de Leo?

—El porqué le tiene tanto miedo a las mujeres.

—¿Miedo? Sería un milagro que él sintiera eso.

—¿Cómo? —le sorprendió escuchar lo mismo que le dijo Leo.

—Quería decir que no es que os tenga miedo —rectificó Rodric con nerviosismo—. Es por vuestros sentimientos.

—¿Nuestros sentimientos?

—Sí. Son más intensos que los nuestros.

—¿Y solo es por eso?

—Ya veo que las insistentes peticiones de Zarco no han menguado en absoluto tu curiosidad —comentó. Nathaly se incomodó—. Tranquila. No le contaré nada de esto a tu tío. Y no te preocupes tanto por Leo. Solo necesita pasar tiempo con alguien que le endulce un poco los días. —Le guiñó un ojo.

—¿Se refiere a mí? —preguntó perpleja.

—¿No te has dado cuenta de que a Leo le agrada tu compañía?

Nathaly sintió el impulso de retirar la mano por los nervios, pero Rodric lo evitó con un pequeño apretón de sus dedos.

—Perdona —se disculpó Rodric, al ver su mueca de dolor—. ¿Estás bien?

—Sí, no ha sido nada —contestó, mientras se recuperaba—. Y se está confundiendo con eso de que le agrada mi compañía. Él prefiere estar solo.

—Cierto. Quizá me equivoque esta vez.

Resultó curioso que el gobernador no le diera importancia a sus propias palabras, pero Nathaly no quiso darle más vueltas al asunto. Esperó a que el gobernador terminara de curarla y fue a cambiarse de ropa, apresurándose todo lo que pudo para llegar a tiempo a la siguiente clase.

La teoría de todo lo relacionado con las caras del mal lo daba la profesora Zoe, la hermana mayor de la profesora Vicky. Su genio asustó a muchos, pero nada comparado con las clases prácticas de esa asignatura, que eran impartidas por su tío Zarco. Para el resto de razas del Zafiro Esmeralda había otra asignatura distinta, y la impartía la profesora Rubí.

Leo le había contado a Tom que, el año pasado, la profesora Rubí traía a clase de vez en cuando una pareja de la raza que iban a estudiar. Nathaly tenía muchas ganas de que ya fueran las cuatro para dar esa clase, pero antes tenía que comer y descansar un poco, algo que no le vendría nada mal después de la mañana tan intensa que tuvo.

Al entrar al comedor, Nathaly decidió sentarse en el mismo sitio del día anterior, pero, como estaba ocupado, se sentó en el lugar libre que había enfrente. Leo, que llegó poco después, se sentó en la esquina de la siguiente mesa, y aunque los chicos que le rodeaban intentaron entablar conversación con él, este no abrió la boca para nada más que no fuera comer.

Cuando la última clase de la tarde terminó, Nathaly se marchó directa a su habitación, pues Tom se había puesto a charlar con una Zarswok de su clase y no parecía que fueran a terminar pronto. La idea de hablar con alguien sin saber por dónde empezar le resultaba aterrador, porque no tenía ni idea de qué solían hablar las almas blancas de su edad. Por eso, de momento, prefería no hablar con nadie que no fuera Leo o Tom.

Nada más llegar, Nathaly se puso a hacer las tareas que la profesora Zoe y su tío Zarco les mandaron. Una vez que las terminó, solo le quedaba hacer una breve redacción para Historia. ¡Una breve redacción sobre las diferencias más importantes entre su raza y la de los humanos! ¿Cómo se supone que la iba a hacer si ella conocía a los humanos de un modo diferente a la gente del Zafiro Esmeralda? Con desaliento, Nathaly clavó los codos en la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Ni quería imaginarse el problema en el que se metería solo por hablar de detalles humanos que su mundo no conocía.

Decidiendo que lo mejor sería ir a la biblioteca para buscar un libro que hablara sobre ellos, Nathaly se levantó y fue hacia allí. Una vez dentro, preguntó a la profesora Zoe por dónde buscar y, siguiendo las instrucciones que le dio, siguió recto, contando los pasillos que debía pasar. Llegando al indicado, giró a la izquierda y caminó hasta el centro del pasillo, donde le echó un vistazo a la librería de la derecha. Pronto localizó un libro en el que ponía: Humanos: todo lo que hay que saber.




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