El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 11 — La orden del consejo.

  Las chicas que estaban fuera de la sala de curaciones rodearon a Nathaly antes de que lograra cruzar la puerta, abrumándola con decenas de preguntas sobre lo sucedido con Leo. Qué se sentía estando en sus brazos, qué había hablado mentalmente con él o si ella también deseaba besarlo fueron las únicas preguntas que Nathaly logró entender. ¿No estaban siendo un poquito exageradas? Leo tenía un cierto atractivo físico, sí, no lo iba a negar, ¡pero tampoco era para tanto! ¿Qué es lo que veían en él con lo frío y antipático que era?

  —¿Me dejáis pasar, por favor? —pidió un chico a sus espaldas.

  —Por favor, chicas… —les pidió Nathaly, intentando avanzar.

  Las chicas se alzaron al instante con una marea de quejas y exigencias que apenas se lograron entender, y todas iban dirigidas hacia el pobre chico que estaba detrás suya. Las que estaban frente a ella aprovecharon la ocasión para formularle alguna que otra pregunta.

  —¡Apartaos! —ordenó Layla, detrás de todas.

  Las chicas, que se callaron de sopetón, giraron sus cabezas y le abrieron paso al momento. Layla, sin mediar palabra, agarró a Nathaly del brazo y se la llevó en dirección al comedor.

  —Estáis todas fuera de control —puntualizó el chico antes de irse.

  —A ti lo único que te pasa es que te da rabia no ser como Leo —le recriminó Ali.

  El chico se paró en seco. Un par de segundos después, se volteó.

  —¿Sentir rabia por no tener la atención de casi todas las chicas de la escuela? ¿En serio? Ni en mis peores sueños querría ser como él, chica Swarzof.

  —¡Me llamo Ali! ¿Y a qué viene ese tono? ¡Tú también eres un Swarzof!

  —Y doy gracias a que no nos parezcamos.

  El alboroto que se armó por la discusión que ambos empezaron hizo que los nervios de Nathaly se activaran.

  —Layla, para, por favor. ¡Para!

  —¿Qué? —le gritó furiosa a la cara.

  —Tenemos que parar esa discusión.

  —Yo no me meto en medio de una pelea de futuros enamorados.

  Nathaly la miró con sorpresa mientras Layla la soltaba. ¿Futuros enamorados? ¿Pero de dónde sacaba semejante absurdez?

  —¿Te parezco extraña? —disfrutó Layla, dejando perpleja a Nathaly—. Mejor, porque esta vez espero que no vuelvas a cruzarte en mi camino. No te pido mucho, ¿verdad? Claro que no. Eres una chica muy lista, así que lo habrás entendido a la perfección.

  —La verdad es que no —contestó con sinceridad.

  El rostro de Layla se endureció.

  —Aléjate de Leo —soltó con antipatía—. No te quiero cerca de él. ¿Lo entiendes mejor así?

  —¿Por qué? —le chocó, pues era la primera alma blanca que demostraba posesión—. ¿Acaso…? No será tu novio, ¿verdad?

  Extrañada, Layla la observó con cautela, dándole vueltas a lo que acababa de decir. Eso bastó para que Nathaly se diera cuenta al instante ¡de que había dicho la palabra novio! ¡Rayos! Había olvidado que ellos lo llamaban…

  —Prometido —aclaró Nathaly aprisa—. Quise decir prometido.

  Layla se irguió con orgullo y la observó con cara de pocos amigos. El interior de Nathaly se sobrecogió. ¿Por qué no preguntaba nada? ¿Quizá había notado que no le estaba diciendo toda la verdad? Sintiendo que pronto acabaría atrapada por el descontrolado pánico que crecía en su interior, Nathaly tuvo claro que debía escabullirse cuanto antes de allí.

  —Si lo que te preocupa es que me entrometa entre vosotros, puedes estar tranquila —le dijo a Layla—. Yo no estoy interesada en él en ese sentido.

  —Me da igual qué interés tengas en él —soltó, antes de que Nathaly lograra dar un solo paso—. Mantente alejada de Leo o…

  —¿O qué?

  Layla se mantuvo firme a pesar del sobresalto que se llevó en su alma. Nathaly, en cambio, se giró con alivio, pues sabía que quien estaba detrás de ella era Leo. Y menos mal. No se le daba bien enfrentar situaciones como esas.

  —Ninguna de las chicas que hay en esta escuela conseguirá algún tipo de relación amorosa conmigo, así que deja de amenazar a cada chica que se me acerca —le dejó claro a Layla—. Aunque me favorece, detesto que hagas eso. No es lo correcto.

  —Yo no…

  —Creas sentimientos muy negativos —la regañó con brusquedad.

  —Por favor. —Layla se cruzó de brazos, cansada de recibir siempre el mismo sermón—. ¿Y cuál es el problema?

  —Veo que tienes muchas ganas de que lo hablemos de nuevo con el gobernador.

  Un espeluznante escalofrío recorrió el alma de Layla.

  —No te atreverás —se notó un ligero temor en su amenaza.

  —No me pongas a prueba.

  Conteniendo su rabia y enfado, Layla dio media vuelta y se fue directa al comedor.

  —Gracias.

  —No lo he hecho por ti. ¡Vosotros, basta ya! —exigió Leo a los que aún discutían a sus espaldas—. ¡Y entrad al comedor de una vez!

  Las chicas se fundieron en una tierna exclamación y obedecieron de inmediato, arrasando con el pobre chico con el que discutían sin ningún tipo de compasión. Temiendo que hicieran lo mismo con ella, Nathaly se apresuró a alcanzar a Leo, que llevaba los tapices de la escuela colgados de su brazo y estaba a punto de entrar al comedor.

  Pasando dentro, Nathaly se fijó en que las mesas se encontraban agrupadas en tres filas, una por cada grupo. Lo único que las diferenciaba era el mantel que cruzaba de un extremo a otro por el centro, y cada una de ellas tenía un único asiento en cada uno de sus lados más largos. A Nathaly se le abrió el apetito nada más ver que todos los platos de comida estaban servidos.

  Dándose prisa en ir hacia algún asiento libre que tuviera el mantel de Leozwort, Nathaly se sentó en la primera esquina que encontró, alegrándose casi al instante de estar rodeada de chicos de cursos superiores. Si no fuera por ellos, se hubiera visto forzada a contestar a las chicas que estaban más a la derecha, las cuales empezaron a lanzarle preguntas sobre lo sucedido en la ceremonia de iniciación.




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