El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 17 – Parte 2

  Mientras, en la sala de curaciones, a Nathaly le estaba costando abrir los ojos por la luz que inundaba el lugar, pues, a pesar de que no era intensa, le estaba provocando un ligero dolor en todo su cuerpo. Había escuchado de los humanos que las luces intensas podían darles dolor de cabeza, pero ¿en todo el cuerpo? Quizá eso solo les pasaba a las almas blancas.

  Acostumbrándose más pronto de lo que esperó, Nathaly logró ver al fin quien estaba sujetando su mano con suavidad. Al ver que se trataba de Leo, que la estaba mirando con ausencia o con paciencia por una vez, se quedó atónita.

  —¿Cómo te encuentras? —preguntó Leo con suavidad.

  Nathaly quiso contestar, pero, al separar la lengua del paladar, sintió una suave sensación de dolor y entumecimiento por todo su cuerpo, que empeoró todavía más al cerrar los ojos. Extendiéndose más allá de la piel, lo que rápido aumentó, dejó de crecer y empezó a disminuir.

  Nathaly abrió los ojos y siguió a esa cálida y suave sensación que provenía de su mano, la cual estaba siendo sostenida por Leo. Tenía los ojos cerrados y los labios estampados en ella, justo en el dorso de la misma, y estaba haciendo que todo el entumecimiento y el dolor se desvaneciera de forma rápida y progresiva. La verdad es que no tardó nada en hacer que se fuera. O al menos eso le pareció a ella.

  —¿Mejor? —preguntó Leo, tras enderezarse.

  —Sí —respondió, costándole más de lo que esperó—. Gracias. Porque has sido tú, ¿verdad?

  —Ventajas del don de los sentimientos. ¿Se puede saber por qué hiciste lo que hiciste?

  Nathaly se tomó un segundo para pensar. ¿Por qué estaba tan calmado? Tan… cercano.

  —No lo sé —contestó—. Solo reaccioné a lo que iba a suceder.

  Leo desvió la mirada con inquietud. Parecía arrepentido de algo cuando cerró los ojos, pero Nathaly dudó debido a su seriedad. ¿Y si en realidad estaba enfadado con ella por lo que hizo? Quizá él podría haber parado o desviado el puñal si no le hubiera empujado. Intranquila por ello, su interior la obligó a decir algo al respecto.

  —Lo lamento —se le adelantó Leo—. Me gustaría darte una razón por la que no lo vi venir antes que tú, pero no tengo más que un puñado de inútiles excusas.

  —Vamos, Moony —dijo Rodric, entrando a la sala de curaciones.

  —¡Espera! —exclamó lo más bajo posible, mientras lo retenía por el brazo—. Están hablando entre ellos. No los interrumpas.

  Rodric frunció el ceño.

  —No te preocupes —contestó Nathaly a Leo mientras tanto—. Estamos bien, ¿no? Eso es lo que importa.

  —¿Cómo puedes decir eso? —la regañó. Leo desvió la mirada para contenerse y añadió—: No debiste hacerlo. Jamás me hubiera perdonado si te hubiera perdido por culpa del irresponsable fallo que cometí.

  Las hermosas palabras de Leo llegaron a lo más profundo de su alma, creando un sentimiento tierno y arrebatador que fue abolido en cuestión de segundos por su lógica. ¿Preocupación? ¿Por parte de Leo? El humor de Nathaly cambió por completo. «¿Cómo puede ser tan falso?», pensó con desdén. Desviando la mirada, escondió su malestar en lo más profundo de su alma y retiró su mano con disimulo. A Leo no le fue difícil saber el motivo por el que fue creado, pues su malestar lo había escondido dentro de un sentimiento de dolor.

  —Yo no destruí tus recordatorios —proclamó con rabia.

  —¿Cómo puedes ser tan caradura de mentirme en mi propia cara? —le reclamó estupefacta.

  —No sé qué tiene que ver tener la cara dura, pero no me trates como a un humano. Jamás mentiría en…

  —¡Lo vi con mis propios ojos! —enfureció.

  Leo se quedó mirándola.

  —No tengo nada más que discutir con tu lógica —zanjó el asunto y se levantó.

  Al girarse, Leo se encontró de frente con el gobernador y con Moony.

  —¿Qué ocurre? —preguntó Rodric—. ¿Por qué os peleáis?

  —Pregúnteselo a su lógica —contestó con fastidio, antes de desaparecer ante sus narices.

  Dándose por vencido, Rodric abandonó la idea de ir tras Leo. Con ambos así de enfadados, solo conseguiría empeorar las cosas todavía más.

  Sentándose al lado de Nathaly, Rodric la exploró. Su alma estaba en calma, su luz era suave y su magia era más diluida que nunca. Hasta sus reservas superaban el límite mínimo que un alma blanca debía tener.

  —¿Y bien? —preguntó Moony—. ¿Cómo está?

  —La verdad, no doy crédito a lo que veo.

  —Déjame ver —dijo Moony, disponiéndose a revisar la espalda de Nathaly. Sus ojos no tardaron en abrirse con asombro—. No puede ser.

  Moony volvió a echar un rápido vistazo a algunos puntos en concreto, pero vio lo mismo que ya había visto. ¿Cómo era posible? ¿Cómo se había librado su alma de la esencia negra que la envolvía por completo? Y sin tener que gastar toda su magia.

  —¿Qué ocurre? —preguntó Nathaly, girándose.

  —Nada que te deba preocupar —contestó Rodric—. Lo importante es que estás a salvo.

  Nathaly parpadeó. ¿A salvo de qué? Antes de que a su lógica le diera tiempo a soltarlo por la boca, Zarco irrumpió en la sala con nerviosismo.

  —Nathaly, limítate a contestar solo a su última pregunta —le susurró Rodric.

  Nathaly afirmó con un gesto corto de cabeza.

  —Nathaly —las manos de Zarco se abalanzaron sobre sus mejillas—, ¿qué te dije, eh? ¿Qué te dije? ¿Por qué no te mantuviste alejada de él? No vuelvas a darme otro disgusto más, por favor. Sabes que no me hago a la idea de vivir sin ti. —Zarco la abrazó con fuerza.

  Rodric elevó los ojos al techo. ¿En qué estaría pensando Arzius cuando decidió aplicar el don de los detalles sobre él?

  —Zarco.

  —¿Qué? —le fastidió la interrupción.

  —Ni siquiera me ha dado tiempo a preguntarle a Nathaly si le duele algo.

  —¿Te duele algo? —La agarró de los hombros alterado—. ¿Qué es? ¿Dónde? ¿Es en el brazo?




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