El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 18 - parte 2

  Al final su tío no le quiso dar detalle alguno de a qué tipo de lugar iban o lo que iban a hacer, por lo que no tuvo más remedio que seguirle en silencio hasta la cocina. Moony ya los esperaba con el desayuno servido, y ver lo preocupada que estaba no auguraba nada bueno.

  Estaba muy nerviosa.

  —Tienes que hacer caso de todo lo que diga Zarco —dijo Moony, mientras le servía un poco de zumo. Tomando sus mejillas con suavidad, añadió—: Prométemelo.

  —Se lo prometo, señorita Moony.

  —Buena niña. —La abrazó con efusión.

  —Por favor, Moony, no exageres —dijo Zarco.

  —En cuanto a ti —le señaló con el dedo—, más vale que te cuides.

  —¿Y cuándo no lo he hecho? Tiemblo solo de pensar en lo que me espera si no te obedezco.

  —Muy gracioso —ironizó Moony—. Nathaly, no olvides que esta poción…

  —Señorita Moony —tomó su mano—, quédese tranquila. No me olvidaré de para qué sirve cada una. Si alguno de los dos estamos en peligro, las utilizaré. Se lo prometo.

  —Está bien —se contuvo—. Desayuna. No quiero que te vayas sin las energías suficientes.

  Una vez que terminaron, Nathaly y Zarco se despidieron de Moony. Al salir por la puerta principal, Nathaly vio al gobernador, a Leo, al crizwort de su tío y a…

  —¡Arwok! —Corrió hacia él.

  Antes de que llegara hasta él y le diera un gran abrazo, el gobernador se acercó por el lado izquierdo e interpuso su brazo. Nathaly, que logró frenar a tiempo, lo miró algo confundida.

  «Ni una sola palabra de lo que has oído esta mañana, Nathaly. No quiero que cruces un solo pensamiento con él, ¿entendido?».

  —¿Qué te está diciendo? —quiso saber Arwok.

  «Nathaly» —fue severo en su advertencia.

  Asintiendo sin remedio, Rodric bajó su brazo y Nathaly se dirigió hacia Arwok, dispuesta a montar en su lomo sin decir una sola palabra. Albergaba la esperanza de encontrar el momento perfecto para hablar con él un poco más tarde, pero, cuando notó que el gobernador la estaba siguiendo, su esperanza se esfumó de sopetón. Con él como acompañante, sería imposible encontrar una sola oportunidad para hacer eso.

  —Por favor, rey Arwok, permítame —dijo el gobernador, evitando así que tuviese que agachar su parte delantera.

  Después de ayudar a Nathaly a subir, el gobernador dio media vuelta y se alejó. Nathaly no podía creerlo. ¿En serio iba a ir con su tío? ¡Eso sería genial! Con él sí que tendría…

  —Leo —le avisó Rodric, que le hizo una seña con el dedo para que fuera con ellos.

  Nathaly miró a Leo al instante con horror, viendo cómo después de mostrarle sus respetos a Arwok caminó hacia ellos sin una sola queja al respecto. Montando detrás de ella, Nathaly pasó la aljaba al frente y lo miró de reojo. ¿En serio iba a ir con ella?

  —No te hagas ideas equivocadas. Si voy contigo es solo por tu seguridad.

  —Mi tío también puede cuidar de mí perfectamente —contestó con ligero fastidio.

  —Eso díselo al gobernador. Yo solo sigo órdenes.

  —¿Obligado? —quiso asegurarse.

  —Por supuesto.

  —¿Aunque eso te fuerce a estar un largo tiempo conmigo?

  Leo la miró con pereza, como si aquella conversación fuera una mezcla entre aburrimiento y osadía. Se notaba a kilómetros lo poco que le apetecía tener esa conversación.

  —El gobernador te ha dicho que…

  —Sí.

  —¡Leo! —le regañó Rodric con severidad.

  —¡Si tanto quiere evitar que hable, venga usted aquí a ocupar mi lugar! —le gritó con enfado.

  —¿Qué? —saltó Arwok—. Nathaly, ¿qué está pasando?

  —Nada, Arwok. —Le acarició el cuello—. Tranquilo.

  —Vamos, Zarco —dijo el gobernador, montando de inmediato tras él—. Vámonos ya.

  Nathaly soltó un amargado suspiro y le pidió a Arwok que los siguiera. Lo que le costó convencerle después de que todo iba bien.

  Llevando ya unos minutos en el aire, el gobernador los trasladó a todos. Apareciendo en una zona repleta de árboles, los cuales eran abrazados por unas altas y rocosas montañas que había al fondo, Nathaly no tardó en vislumbrar cerca del centro un pequeño hueco que, cuando lo vio más de cerca, la alteró. Sin darse cuenta, su mano fue directa a la pierna de Leo, pero, antes de que llegara a su destino, este interceptó su muñeca.

  —Contrólate —le fastidió a Leo.

  —Es que… —Nathaly volvió a fijar la vista en el claro—. «Leo, estoy segura de que ese claro es el mismo que el de mi pesadilla de esta mañana. Y en él Nigrián…».

  «Nigrián está lejos de aquí y mi padre se está encargando de ella —la interrumpió con tacto—. Los sueños son sueños. No todos tienen que tener un significado. Además, no estás sola, así que no tienes nada que temer».

  Nathaly, aún embobada por la cercanía que sintió en sus palabras, sonrió de forma relajada.

  —Gracias.

  —¿Por qué me das las gracias? —preguntó Leo indiferente.

  —Por nada —soltó de forma apresurada, volviendo a mirar al frente.

  ¡Qué vergüenza! ¿Para qué le daba las gracias cuando era obvio que, al decir que no estaba sola, estaba hablando por todos? Pero eso no explicaba que sus palabras carecieran de rudeza y frialdad. No se estaría enamorando de ella, ¿verdad?

  Nathaly sacudió la cabeza con disimulo. No, eso no era posible. Pocas veces eran las que Leo había demostrado tener tacto con alguien, pero existían. Aunque, claro, todos eran hombres. «No, un momento. Con Moony también se ha dado alguna ocasión que otra», concluyó en su mente. ¿Eso quería decir que, cuando ella se había abierto a él confesándole sus miedos más profundos, había tocado alguna fibra sensible de su impasible alma? Bueno, lo de tocar la fibra sensible de alguien era más bien una expresión humana, pero era la única respuesta que encontraba.

  Una vez que descendieron, Nathaly tuvo que esperar a que Arwok inclinara la parte delantera de su cuerpo para bajar. Era de esperar que Leo no se dignara a ayudarla.




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