El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 19 — La leyenda de los elegidos.

  Sentados en una de las mesas de la cocina, Zarco y Moony charlaban de forma amena mientras todos comían. Leo era el único que no estaba presente, pues durante el camino se había despertado de tan mal humor que se había enzarzado en una discusión con el gobernador, sin importarle nada más que él y sus protestas. Por eso no era de extrañar que el gobernador, al que le encantaba hablar de cualquier tema a la hora de comer, estuviera más serio y callado de lo habitual.

  «¿Qué le ocurre a Rodric?» —le preguntó Moony a Zarco.

  «Después te lo explico. Primero tengo que hablar con esta señorita» —Señaló con la cabeza hacia Nathaly, que estaba frente a él.

  —Zarco, ¿puedes encargarte hoy de las clases de Nathaly? —preguntó Rodric sin muchos ánimos.

  —Para lo que hay que enseñarle, no hay problema.

  En silencio, Rodric se levantó y se marchó, dejando una pequeña porción de comida en el plato. Moony no lo aguantó más y se levantó.

  —No, Moony —la frenó Zarco—. No vayas tras él.

  —Pero…

  —No —fue tajante—. Ahora no es el momento. Déjalo solo.

  Abatida, Moony volvió a sentarse.

  —Nathaly…

  —Tío, por favor, no estoy de humor para escucharte. Concédeme un poco de tiempo para calmarme y no soltar algo que no sienta de verdad —suplicó con amargura.

  Moony abrió los ojos con horror.

  «Pero ¿qué es lo que ha pasado para que esté así? —le preguntó a Zarco—. Y no me digas que nada importante porque su sentimiento negativo está esparcido por toda su alma. ¡Zarco! ¡No mires hacia otro lado y di algo!».

  De mala gana, Zarco la miró. Antes de que le diera tiempo a decir algo, Nathaly rompió a llorar.

  —Tío, por favor, llévame al reino de los crizworts. Tengo que saber si Arwok está bien.

  —Si Arwok no está allí, los crizworts nos despedazarán en un abrir y cerrar de ojos. Es terreno prohibido, ya lo sabes. Respeta sus normas.

  —Pero…

  Nathaly se quedó sin habla cuando, de repente, el gobernador irrumpió en la cocina con un bonito pájaro grisáceo encima de su pelo. Pájaro que, por cierto, estaba discutiendo con él a base de picotazos, diciendo algo de que quería ver a alguien. Por el pronombre que estaba utilizando, buscaba a una mujer.

  —¡Para, por favor! —le pidió Rodric, desesperado—. Nathaly, ¿me puedes decir qué es lo que quiere?

  Antes de que Rodric terminara de hablar, el animal extendió las alas y aterrizó en la mesa.

  —Un vencejo —se le escapó a Nathaly, con un tono de sorpresa y admiración.

  —Me llamo Chi, señorita Nathaly.

  —Oh, lo siento. No pretendía ofenderte.

  —Disculpas aceptadas. He venido hasta aquí para hacerle saber por orden del rey Arwok que no es necesario que vaya a verlo.

  —¿Él está bien? —preguntó enseguida con angustia.

  —Sí, está bien.

  Nathaly respiró aliviada.

  —¿Necesita que le lleve algún mensaje? —preguntó Chi.

  —No quiero molestarte. Y muchas gracias por traerme su mensaje. No sé ni cómo recompensarte.

  —¿Sería mucho atrevimiento si le pido que me acompañe afuera y me alce para volver al cielo?

  —Claro que no. —Se levantó y lo recogió con ambas manos.

  —Y pídale disculpas a la amable alma blanca que me ha traído hasta usted —le pidió Chi—. No quería discutir con él a base de picotazos, pero es que no sabía qué más hacer.

  —Tranquilo. Yo se lo explico. Gobernador…

  —Lo sé —dijo Rodric, posando una mano en su hombro. Mirando a Chi, dijo—: Agradezco mucho sus disculpas. La próxima vez que nos haga otra visita, no dudaré en llevarle con ella.

  —Lamento mucho las molestias. Desconocía que usted fuera el gobernador del Zafiro Esmeralda. La próxima vez me comportaré. Tiene mi palabra.

  Tras transmitirle su mensaje al gobernador, Nathaly se fue con Chi. Mientras, Rodric les explicó a Zarco y a Moony la conversación que ella había mantenido con el joven vencejo. En cuanto terminó, él también se fue.

  Moony aprovechó que estaba a solas con Zarco para pedirle explicaciones de lo sucedido en La Estirpe Curativa. Al verse sin escapatoria, Zarco terminó por contárselo todo mientras recogía la mesa. En cuanto notó que Nathaly estaba a punto de entrar por la puerta, le pidió a Moony que los dejara a solas. Tenía que hablar con ella.

  —¿Ya estás más tranquila? —preguntó Zarco a Nathaly, en cuanto la vio entrar.

  —Sí —contestó avergonzada.

  —Con vuestro permiso, me marcho —dijo Moony.

  Zarco afirmó con la cabeza y Moony salió de la cocina. Después Zarco se acercó a Nathaly y le dijo:

  —Tienes que controlar mejor esos impulsos sentimentales. No serán los primeros que tengas.

  —Lo siento. Tenía miedo de que algo malo le pasara a Arwok. Lamento mucho haberme comportado así de mal.

  —Los presentimientos, ya sean malos o buenos, solo sirven de guía en nuestro caminar. Nunca debes dejar que te abrumen, porque eso solo te llevará a que cometas errores.

  —¿Estás diciendo que me he dejado dominar por el pánico?

  —Sí.

  Parándose a pensar en ello, Nathaly se acordó de la pequeña discusión que había tenido con Leo. Al momento cerró los ojos por arrepentimiento. ¿Cómo pudo decirle que no tenía corazón? En su mundo, cualquiera se tomaba las palabras con seriedad, y herir los sentimientos de los demás era más fácil que herir los sentimientos de un humano.

  —¿Todo bien? —preguntó Zarco.

  —Sí.

  —Entonces vámonos. —Se puso en marcha de inmediato, rumbo a la sala de profesores.

  —Tío Zarco —dijo Nathaly, mientras salían de la cocina—, Nigrián es la causa por la que no puedo dar la mayor parte de las clases de historia, ¿verdad?

  —Sí, en gran parte. ¿Por qué lo preguntas?

  —¿Y aparte de Leo hay otro motivo que…?

  Zarco se paró en seco y la miró sin compasión.




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