El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 19 – Parte 2

  —«Creo esta breve historia para que sea pasada de padres a hijos, y que estos a su vez lo sigan pasando a sus hijos, y así sucesivamente, hasta que llegue el día en que la cabeza del mal pueda ser eliminada por completo de nuestro mundo, el Zafiro Esmeralda. Lawrence Zhorton». ¿Esto lo escribió la elegida Lawrence?

  —Sí. Sigue leyendo.

  —«En tiempos oscuros y fríos, el cobijo del mundo original se derrumbaba. Gracias a los insistentes sueños que se apoderaron de nosotras y de todos los magos, hechiceros y almas blancas que había alrededor del mundo, pudimos reunirnos y ser liberados de la peor amenaza que haya existido jamás: los humanos». —Nathaly paró de leer y miró al gobernador—. Con el mundo original se refiere a la Tierra, ¿verdad?

  —Así es. Sigue, por favor.

  —«El nuevo mundo fue llamado Zafiro Esmeralda debido a la riqueza que este poseía de dichas gemas. Debido a nuestras raíces, Záyamon, guardián de la magia del Zafiro Esmeralda, nos indicó que estableciéramos mil normas, ni una más y ni una menos. Una vez escritas, jamás serían cuestionadas, y servirían para garantizar una paz próspera y duradera. Pero, a punto de cumplir el año desde entonces, y a escasos días de vencer el plazo establecido para presentarlas, faltaba una norma más por escribir. Esa norma supuso la condena más desgarradora de todas: la pérdida de nuestros amigos y, para muchos de nosotros, miembros de nuestra familia». ¿Se refiere a las almas blancas humanas y hechiceros humanos?

  —Y magos humanos. Sigue, por favor.

  —«El mal aprovechó ese momento para extenderse por todo el Zafiro Esmeralda como la noche se extiende ante la ausencia del sol. Los magos se rebelaron contra nosotros y los hechiceros fueron envenenados con mentiras y odio, tanto por los propios magos como por su propia raza. Y aunque las almas blancas intentamos hacerles entrar en razón, no sirvió de nada. Por eso no nos quedó más remedio que tomar la decisión más difícil de todas: ocultarles nuestra existencia.

  »Fue entonces cuando el mal se alzó, evitando que ejecutáramos nuestra decisión. Su aspecto fue el mayor insulto jamás escrito: una bestia negra como el carbón, con alas gigantescas de murciélago, garras afiladas, una cabeza triangular con tres cuernos en cada lado y un cuerpo similar al de Záyamon, al cual triplicaba en tamaño». Esta bestia no existe a día de hoy, ¿verdad?

  —No te impacientes y sigue leyendo —dijo Rodric, sonriente.

  —«Su nombre, conocido de su propia boca, jamás será escrito, pues a quien le era revelado moría tarde o temprano». ¿Las almas blancas eran supersticiosas en aquel entonces?

  —Super… ¿qué?

  —Supersticiosas. Es cuando crees que hacer o decir algo trae mala suerte.

  —La mala suerte y la buena suerte…

  —No existen en nuestro mundo —terminó la frase con él—. Solo son decisiones del destino o consecuencias de las decisiones tomadas por el mal.

  —Así es. Quizá a lo que te refieres es a por qué la elegida Lawrence escribió esa advertencia.

  —¿Es que hay un porqué?

  —Sí. Erradicar el temor que el mal infundió con una mentira.

  —Miedo —cayó en la cuenta—. Y sin que él estuviera presente. Qué astuto.

  —Sigamos. —La invitó con la mano.

  —«La bestia no dudó ni un instante en sembrar el pánico, alimentando la enemistad entre todas las razas de nuestro mundo por cada día que pasaba. Solo los elfos, los crizworts y los dragones siguieron de nuestro lado, y con su ayuda reunimos todos los sentimientos posibles para hacerle frente. Mi hermana Zaya empuñó el cetro de Záyamon, mi hermana Susan se encargó de los sentimientos y yo usé el poder del Zafiro, pero, antes de que acabáramos con esa horrible bestia, esta tuvo la brillante y astuta idea de dividirse en mil partes». Las mil partes son las caras del mal, ¿verdad?

  —Así es. Adelante. Sigue leyendo.

  —«Todas las partes no eran iguales: muchas tenían un aspecto como el nuestro, otras eran animales deformados y horrendos, y las restantes eran humo oscuro de aspecto fantasmal». ¿La palabra fantasma existe?

  —Hace demasiados años que no se usa, al igual que ya no se transmite esta leyenda hasta que se os enseña en segundo curso.

  —Comprendo —dijo Nathaly. Bajando la vista, prosiguió—: «Después de encargarnos del conflicto que teníamos con la raza de los magos y de los hechiceros, nos centramos en rastrear a todas las partes del mal, que, al ser tan parecidas y a la vez tan distintas, las pasamos a llamar caras del mal. Según su aspecto y nivel de poder, las dividimos en cuatro grupos: espectros para los fantasmales, almas negras para los de aspecto humano, bestias oscuras para los de aspecto animal y ángel negro para la cabeza del mal».

  Nathaly paró de leer, pues un mal presentimiento recorrió su cuerpo a través de un escalofrío. ¿La elegida Lawrence no estaría hablando de…?

  —El ángel negro que menciona… es Nigrián, ¿verdad?

  —¿Lo has recordado?

  —Hubiera preferido eso a tener un mal presentimiento.

  —Tranquila. Nigrián ya no es un ángel negro desde hace mucho tiempo. Vamos, sigue leyendo.

  —«El ángel negro fue como un augurio de muerte para mi hermana Susan, que, tras su desaparición, nos dejó frente a una amenaza astuta y escurridiza. Una amenaza que aparecía y desaparecía a voluntad mientras actuaba de forma tan perversa como bien planeada. Cuando por fin pudimos hacerle frente, habían pasado años. Yo empuñaba el cetro de Záyamon y tenía a mi disposición la magia del Zafiro, y junto a mi hermana Zaya y las pocas razas que pudimos reunir, la despojamos de sus alas y destruimos gran parte de su esencia. Un ataque más, solo uno más, y acabaríamos con ella para siempre. Pero, por desgracia, jamás lo ejecuté, porque su propia naturaleza me desarmó antes de que me diera tiempo a lanzárselo. Así es como supe que bajo ningún concepto debe morir. Bajo ningún concepto». Su propia naturaleza… —repitió Nathaly pensativa—. ¿Qué quiso decir con eso?




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