El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 21 — El trato

  Cuando Leo se giró hacia la izquierda y se despertó de golpe a causa del dolor, se dio cuenta de que sus sentidos no le estaban respondiendo bien. Por eso echó mano de su don y atacó el núcleo del dolor, pero, como no le funcionó, lo concentró y lo aisló para que su alma pudiera encargarse del resto.

  Tras comprobar que aún seguía viendo borroso, Leo bajó los párpados e intentó hacer memoria de lo último que sucedió, para ver si eso podía arrojarle un poco de luz al asunto. Al recordar que había absorbido el espeso sentimiento negativo de Nathaly, se frotó el rostro con la mano y suspiró. Ahora todo tenía sentido. ¿En qué estaría pensando? No, más bien no pensó, porque sabía muy bien que eliminarlo le consumiría más energía de la que tenía a su disposición. Era consciente de ello, lo sabía, y, aun así, hizo lo que no debía.

  Despejándose de todo pensamiento, Leo dejó caer su mano sobre la cama y abrió los ojos con calma. En cuanto vio a una mujer tumbada frente a él, se fijó con espanto en su rostro y se preparó para desaparecer de un instante a otro. Al ver de quién se trataba, la mitad de su tensión se esfumó.

  A menos de medio metro de distancia, Nathaly estaba durmiendo plácidamente de lado y, aunque su expresión era relajada, la postura que había tomado indicaba que algo la tenía preocupada. ¿Qué hacía durmiendo en la misma cama que él? Suspirando en silencio, Leo se tensó de nuevo cuando notó que el cuerpo de Nathaly hizo un pequeño y brusco movimiento, el cual causó que un mechón de su pelo se deslizara por su mejilla. Calmándose con rapidez tras ver que no se había despertado, extendió la mano para retirarlo de su rostro con suavidad. Antes de que terminara poniéndoselo detrás de su oreja, se paró en seco. ¿Qué rayos estaba haciendo?

  —No —gimió Nathaly aterrorizada.

  Sin quitarle los ojos de encima, Leo apartó la mano de ella y se incorporó en la cama. Su desconfianza solo desapareció cuando vio que Nathaly estaba derramando una lágrima.

  —Por favor —suplicó Nathaly, que, mientras se retorcía, acabó boca arriba—. No le mates.

  Leo entrecerró los ojos. ¿Acaso estaba soñando que algo la estaba sujetando?

  —¡NO! —chilló Nathaly, incorporándose de golpe en la cama y extendiendo la mano, en un intento de impedir lo que nunca lograría evitar.

  La onda expansiva que liberó por toda la habitación al intentar impedir algo que formaba parte de su sueño hizo que los cristales estallaran en pedazos y los muebles terminaran afectados. El escritorio que había frente a ella perdió el equilibrio cuando sus patas izquierdas no fueron capaces de soportar más su peso, y aunque todo lo que había encima se escurrió y cayó al suelo, Nathaly no reaccionó. No, al menos, hasta que su instinto le avisó de que Leo estaba a su lado.

  —¡Estás vivo! —Se abalanzó a su cuello con desesperación.

  Leo agarró su brazo derecho e intentó librarse de ella, pero fue inútil. La intensidad de su sentimiento estaba bloqueando todas sus fuerzas.

  —Menos mal —añadió Nathaly a continuación, con alivio—. Creía que Nigrián te había matado.

  Quedando impactado al escuchar eso, Leo perdió el contacto que su mano derecha mantenía con la cama y sus patas cedieron, haciendo que esta terminara en el suelo. Nathaly, del susto, profirió un pequeño grito y revisó cada esquina de la misma, pero, al no ver nada raro, no entendió lo que había pasado.

  —¿Se puede saber qué es lo que has soñado? —le reclamó Leo con furia, liberándose de sus brazos.

  Sin que ninguno de los dos se lo esperara, el gobernador irrumpió en la habitación.

  —¿QUÉ HAS HECHO? —gritó, al encontrarse con semejante desastre.

  Nathaly se encogió de miedo cuando vio que el gobernador iba directo hacia ellos. Pero él no iba a por ella, sino a por Leo, que se limitó a sostenerle la mirada, confiando en que se daría cuenta de que él no tenía la culpa de semejante destrozo. Y eso que huir le sería muy fácil. Un traslado fuera de Zhorton y se escaparía con Nerox antes de que lo atrapase. No obstante, por alguna extraña razón, no quería dejar sola a Nathaly, y por eso se mantuvo firme a su lado hasta que fue demasiado tarde.

  Antes de que a Leo le diera tiempo a reaccionar, Rodric se abalanzó sobre él mientras creaba una esfera similar a una pompa de jabón, la cual tenía un ligero toque blanco y azulado y contenía pequeñas motas de magia en su interior. Nathaly, horrorizada, solo le dio tiempo a ver cómo la impactó contra el pecho de Leo. que se convirtió en luz al instante y se redujo al tamaño de una bola de cristal. Tomando la forma de algo alargado y con alas, la luz desapareció y apareció un… ¿bebé de dragón?

  Nathaly respiró aliviada. Pensaba que esa esfera no sería nada bueno.

  —¡Cuando termine tu castigo, quiero todo esto como antes! —le exigió Rodric a Leo.

  ¿Cómo que como antes? Al mirar a su alrededor, Nathaly se estremeció. Eso tenía que haber sido culpa suya, ¡y el gobernador creía que había sido de Leo!

  —Espere —dijo Nathaly—. ¡Gobernador!

  Demasiado tarde. Rodric ya había salido por la puerta y esta se cerró tras él de un portazo.

  —Deja que se tranquilice —le aconsejó el pequeño dragón.

  Nathaly lo miró. Antes de que pudiera arrepentirse de su impulso, lo recogió entre sus manos y lo alzó.

  —Oye, ¿qué haces? —Se movió con nerviosismo—. ¿Qué es lo que pretendes?

  —Lo siento —dijo Nathaly, en cuanto lo tuvo más cerca de sus ojos.

  Confuso, Leo relajó sus alas con cautela.

  —¿Cómo que lo…?

  —Por mi culpa estás pagando mi castigo —dijo al mismo tiempo.

  —Da igual. —Se dio la vuelta y se sentó—. Y el gobernador no te habría castigado. Te aprecia demasiado como para hacerte lo mismo que a mí.

  Nathaly lo miró extrañada. ¿Por qué estaba evadiendo su mirada? Él jamás hacía eso con nadie, sobre todo cuando se trataba de dar explicaciones. Si es que las daba, claro.




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