El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 24 - Parte 3

  —¿Serías capaz de dormir todas las noches conmigo si te lo pidiera?

  Nathaly se quedó en blanco. ¿Pero qué clase de pregunta era esa?

  —Bueno... —agachó la mirada—, una cosa es que surja sin planearlo y otra que... —calló, incapaz de seguir por la incomodidad.

  Leo mantuvo silencio. No entendía por qué Nathaly lucía preocupada.

  —Está bien, olvídalo. Solo era pura curiosidad. Jamás sería capaz de pedirte algo así. Por cierto, ¿viste lo que había en la pared de mi habitación?

  —¿Te refieres a mis recordatorios?

  Leo clavó la mirada en sus ojos de forma penetrante. Nathaly no tardó en soltar un cansado y leve suspiro. Tan típico de él...

  —Leo, si quieres saber algo, pregúntamelo. No creo que te sirva de mucho intentar acceder a mis sentimientos cuando no deseo otra cosa que escuchar lo que tienes que decir.

  —¿Deseo?

  —Sí. De desear. Cuando ansías conseguir algo con todas tus fuerzas.

  —Esa palabra no existe en nuestro mundo.

  —¿No existe? No puede ser. ¿Y pedir un deseo? ¿Tampoco existe?

  —¿Pedir algo que está fuera de tu alcance o de tus posibilidades? ¿Desde cuándo existen milagros como esos?

  —Bueno, es más una expresión que un hecho. Supongo —dudó.

  —Está bien. Da igual —se dio por vencido, pues se habían desviado del tema principal—. Solo quería pedirte disculpas por todo. Y no te preocupes. La magia que absorbí la utilicé para restaurar todos los recordatorios que quedaban por reparar, que eran la gran mayoría. Y no —se adelantó a su intento de hablar—, ya no necesito excederme más de mis límites, por lo que tú ya no tienes ningún motivo para estar preocupada por eso.

  Nathaly esbozó una relajada y conforme sonrisa. Sabía que era por eso por lo que lucía tan cansado por las mañanas.

  —Acepto tus disculpas. Por cierto, ¿cómo es que con mi magia pudiste repararlos todos en una sola noche si a ti te ha costado días reparar solo unos pocos?

  —Quien hizo los recordatorios debió ser alguien de tu familia. Gracias a eso y a que tus sentimientos son poderosos, he podido repararlos todos.

  —¿Mis sentimientos? Querrás decir mi magia.

  —Nathaly, la magia no es nada si no es creada junto con un sentimiento. No es tan difícil de recordar.

  —Pero yo estaba dormida. ¿O no?

  —Sí, pero estabas delirando conmigo a causa del contacto que tuve que tomar contigo para poder absorber tu magia. Tenía que aprovecharlo. Espero que lo entiendas.

  —¿Qué tipo de contacto? —se asustó.

  —¡Pero bueno! —saltó con la furia cargada en sus ojos—. ¿Cómo puedes ser capaz de pensar semejante atrocidad? ¡Jamás te tocaría con esas intenciones!

  —¡P-perdón! Es cierto. No sé cómo he podido pensar que... Espero que mis sentimientos no fueran vergonzosos. —Se encogió, abochornada.

  Leo suspiró de mala gana. A veces no entendía cómo su lógica era capaz de disparar su desconfianza hasta semejantes niveles.

  —No sé lo que es un sentimiento de vergüenza —contestó.

  —¿No? —preguntó Nathaly, levantando la vista ante tan inesperada noticia.

  —Son sentimientos interiorizados. No puedo acceder a ellos si tú no me lo permites.

  —Pero tú sabes cómo es por experiencia propia, ¿no?

  —No.

  —¿Nunca has sentido vergüenza? —preguntó atónita.

  —No.

  —¿Ni tampoco has deseado que te trague la tierra? —preguntó, aún más atónita.

  —¿Y por qué querría hacer realidad un deseo que no tiene ningún sentido?

  —Pues porque sientes vergüenza y lo único que deseas es estar en cualquier lugar menos donde estás. O también porque querrías que nadie hubiera escuchado o visto lo que te está produciendo vergüenza. ¿No? ¿De verdad? —se quedó confusa al ver que le era indiferente. Pensando en cómo explicárselo de otra forma, saltó—: ¡Ya sé! ¿Y si una mujer te viera desnudo? Eso te tiene que dar mucha vergüenza.

  —No.

  A Nathaly solo le faltó abrir la boca de lo estupefacta que estaba.

  —¿Cómo que no? Si yo te viera desnudo, ¿no te importaría?

  —¿Qué ganas con eso? ¿Qué pierdo yo? ¿Qué peligro hay?

  Nathaly se quedó perpleja. ¿Pero este chico qué tipo de lógica tenía?

  —Está bien —admitió su derrota y probó con otro ejemplo—: ¿Y si te tropiezas y te caes delante de todos de la manera más torpe?

  —Eso es improbable.

  —Puede pasar.

  —No.

  —Está bien, olvídate de si es posible o no. Imagínate que sucede.

  —Me levanto.

  —¡Eso es obvio! Me refiero a qué sentirías.

  —Nada.

  —Es imposible que no sientas nada.

  —Controlo bastante bien el dolor, y ese dolor no sería nada para mí.

  —No me refiero al dolor.

  —¿Entonces se trata de la herida que me debería hacer?

  —Sí. ¡No! —se corrigió enseguida—. Leo, céntrate. ¿Qué sentirías?

  —Nada.

  Nathaly suspiró con resignación.

  —Y luego te quejas de que mi lógica es desesperante.

  —Es que lo es.

  Nathaly estuvo más que tentada a protestar, pero se contuvo, porque lo mejor era olvidarse de ello. Pero ¿cuándo había conseguido dejar un debate a medias cuando nadie le ponía punto y final?

  —No intentes comprenderlo —se le adelantó Leo—. A Layla le pasa algo similar.

  —¿Intentas decirme que es por vuestro don?

  —No influye igual en mí que en ella, pero sí.

  Nathaly pensó en ello un instante.

  —Sé que es una pregunta estúpida y no pretendo incomodarte con ella, pero... ¿mis sentimientos te saben a algo?

  —Demasiado delicioso como para poder describirlo en palabras.

  Nathaly se tomó unos segundos para procesar lo que acababa de oír, y no era para menos. Viniendo de él, se esperaba otro tipo de respuesta.

  —Nathaly, te pido mil disculpas por haber manipulado tus sentimientos para ocultarle a todos la verdad sobre tus recordatorios. No era mi intención mantener la herida que te causé durante tanto tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.