El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 28 - La caída del rey

  —Pues yo tengo ganas de dar esta clase de historia —comentó Tom, apoyado en la entrada de dicha clase.

  —¿Cómo eres capaz de tener ganas de aprender algo que tiene que ver con las caras del mal? —le produjo escalofríos a Celia—. Eres extraño, ¿lo sabías?

  —También dijiste lo mismo cuando el profesor nos habló de la historia de Nigrián. ¿Y me importó? No, ¿verdad?

  A Nathaly se le escapó una pequeña e inofensiva risa.

  —Perdón, Celia —se disculpó con ella—. Te juro que no me estoy burlando de ti.

  Al ver que Celia puso una cara extraña, Nathaly perdió la sonrisa. Siguiendo la dirección de sus ojos, vio cómo cada vez más gente se asomaba al pasillo principal.

  —¿Qué ocurrirá? —se preguntó Celia.

  La mirada de Tom saltó de una persona a otra con inquietud sin que ninguna de las dos se percatase de ello. Al enterarse de lo que estaba sucediendo, actuó.

  —Entremos en clase —dijo, agarrándolas del brazo y tirando de ellas.

  —¿Por qué? —se resistió Celia.

  —¡Hazme caso! —exclamó nervioso. Al ver cómo lo miraban, se calmó y las soltó—. Por favor, vamos dentro.

  Celia, todavía confusa, decidió seguirlo sin hacer más preguntas, pero Nathaly no. Se había quedado clavada en el lugar.

  —Nathaly, vamos —insistió Tom, tras avanzar unos pasos.

  Al ver que no se giraba, Tom fue directo a por ella. La tomó del brazo y, con un suave tirón, la invitó a andar, pero Nathaly no se movió. Su vista estaba perdida en el pasillo principal, y sus pensamientos estaban debatiendo lo que sus oídos acababan de escuchar.

  —¿Nathaly? —temió Tom.

  «No debo alarmarme —pensó Nathaly en sus pensamientos—. El oír su nombre no significa nada. No es justificable tener miedo. No tiene sentido tenerlo».

  —Nathaly. —Tom le dio un pequeño apretón, llamando por fin su atención.

  Nathaly lo miró de reojo y le echó un último vistazo al pasillo de nuevo, esperando desmentir lo que acababa de escuchar instantes atrás. A punto de convencerse a sí misma para dar media vuelta y seguir a Tom, su instinto arremetió contra ella y aprisionó su alma sin piedad.

  —¡Nathaly! —Se le escapó a Tom.

  —Tom, ¿qué pasa? ¡Tom! —Celia salió corriendo tras ellos.

  «Leo, por favor, recibe mis pensamientos» —suplicó Tom en su mente por segunda vez.

  «Agárrala, Tom —le respondió Leo al fin—. No puede llegar a la entrada principal».

  «¡No puedo! ¡Me cuesta mantener su ritmo!».

  «¡Trasládate y agárrala!».

  «¿Acaso piensas que soy tú? Sabes que agotaría casi toda mi magia en el intento, y, viendo los reflejos tan precisos que está teniendo ahora mismo, estoy muy seguro de que se me escaparía».

  —Maldición —se le escapó a Leo en voz alta.

  —No puede ser —saltó Rodric horrorizado, al captar sus pensamientos al vuelo.

  —¿Qué pasa? —preguntó Zarco.

  —Nathaly viene hacia aquí.

  —¿Qué? Rodric, ¡no! No puede verlo así. ¡La destrozará!

  —¡Lo sé! No me pongas más nervioso, Zarco. Ya he avisado a Moony. Espero que ella consiga frenarla. Zoe, encárgate de sellar Zhorton.

  —Entendido, gobernador.

  «No puede ser verdad lo que dijeron esas chicas. ¡No puede ser verdad!», pensó Nathaly, mientras corría con todas sus fuerzas.

  —¡Apartad! —les ordenó de malas maneras a un grupo de chicas que estaban en medio del pasillo.

  Con un asustado chillido, las chicas se echaron a los lados.

  —¡Haz el favor de no perder los modales, Swilley! —vociferó una de ellas.

  —Se llama Nathaly —puntualizó la chica que estaba frente a ella, mientras todas volvían a reunirse al centro.

  —¡Me da igual cómo se llame!

  Todas pegaron otro chillido del susto, apartándose de nuevo a tiempo.

  —¡La tierra los cría y ellos se juntan! —vociferó la chica de nuevo, debido a la falta de modales de Tom.

  —¡Cuánta envidia! —exageró Celia cuando pasó por delante de ella.

  —¿QUÉ HAS DICHO? —enfureció.

  Mientras tanto, Nathaly ya había comenzado a bajar las escaleras a toda prisa, sin hacer caso de las voces que escuchaba a sus espaldas. Se negaba a aceptar lo que había escuchado. Se negaba a aceptar que se tratara de él.

  No podía ser él.

  —¡Nathaly, para ahora mismo! ¡Nathaly! —suplicó Tom.

  «No sigas —le ordenó Leo en sus pensamientos—. ¡Para!».

  Encendiéndose por dentro, Nathaly corrió todavía más.

  «No lo soportarás. Nathaly. ¡PARA!».

  —¡Cállate! —Nathaly se llevó las manos a la cabeza por la retumbante orden de Leo.

  En cuanto Nathaly bajó los últimos escalones, giró a la derecha. A los pocos pasos se chocó contra Moony, que la agarró de los brazos con fuerza.

  —Nathaly, no vayas, por favor —le suplicó. Al ver que no reaccionaba, Moony apretó su agarre todavía más—. Por favor.

  El rostro de Nathaly mostró una clara lucha entre no querer desobedecerla y querer calmar a sus afligidos sentimientos. Su lógica, que intentó aprovechar el momento para doblegarlos, no fue capaz de tomar el control.

  —¡Nathaly! —Se le escapó a Moony.

  —¡Te tengo! —La capturó Tom por la cintura, justo cuando doblaba la esquina.

  —¡Suéltame! —exigió Nathaly desesperada.

  Al instante, Leo notó cómo los sentimientos de Nathaly cayeron con brusquedad. Tom, confuso por su repentina rendición, miró hacia el fondo del pasillo. Sus ojos se abrieron con horror.

  —¡ARWOOOK! —chilló Nathaly con desesperación.

  Su desgarrador grito azotó el alma de todos los presentes, haciendo que muchos se llevaran las manos a la cabeza. Tom, que se aferró a la cintura de Nathaly, por poco termina en el suelo.

  —¡Leo, reacciona! —se asustó Rodric, al ver que se desmayaría de un momento a otro.

  Tomando el control de sus sentidos sin dejar de sujetar la parte que le tocaba cargar del rey Arwok, Leo empezó a poner orden en medio del caos que se había desatado en su interior. Ahora más que nunca notaba cada paso que Nathaly daba, cada sensación que ella percibía, y por eso no le hizo falta utilizar la vista para saber que se había librado del agarre de Tom.




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