El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 28 – Parte 2

  —No —se negó a aceptar Rodric, cayendo al suelo de rodillas—. ¿Cómo vamos a explicarle esto a Nathaly?

  —Nadie le dirá nada.

  Arwok se estremeció de dolor por el gran esfuerzo que hizo al realizar el pequeño rugido que acompañó a las palabras que soltó. Rodric se apresuró a ponerse delante de sus ojos para echarle un vistazo.

  —Voy a traer unas pociones para el dolor.

  —No —contestó Arwok como pudo.

  —Leo, bloquea sus sentimientos —ordenó Rodric—. Layla, te quiero fuera de aquí.

  —Gobernador, tráigala —pidió Arwok, esperando que, de algún modo, lograra entender su petición.

  —Pero yo puedo absorb…

  —No, Layla —la interrumpió Rodric—. Te quiero lejos de aquí.

  —Gobernador, traiga a Nathaly. ¡Gobernador! —exigió Arwok como pudo, no siendo capaz ni de emitir un leve rugido.

  Mientras Rodric se marchaba con Layla, Leo se levantó para sentarse frente a la cabeza del rey Arwok. Al extender la mano hacia él, su gruñido de advertencia lo hizo frenar.

  Leo se fijó en sus ojos de inmediato, pero no logró ver nada más que un claro desafío en su mirada. Como su respiración se escuchaba pesada y el vibrar de sus cuerdas vocales indicaba que estaba haciendo un sobreesfuerzo, decidió retirar la mano y esperar a que se agotara. Porque, con lo cabezotas que eran los crizworts, y más tratándose de su rey, era más inteligente una retirada a tiempo que una inminente pelea.

  El aguante de Arwok no duró mucho. Cuando vio que Leo intentaba tocarlo de nuevo, intentó lanzar un segundo gruñido, pero ni siquiera fue capaz de arrugar el hocico y enseñarle los dientes.

  —No debería hacer esfuerzos, rey Arwok —comentó Leo más relajado, después de que la puerta de la sala se cerrara. Mientras buscaba una buena conexión, añadió—: Nathaly no tardará en llegar. Tendrá tiempo para hablar con ella hasta que Rodric vuelva con las pociones.

  Encontrando la conexión que estaba buscando, Leo hundió las yemas de los dedos en la piel del rey Arwok. Su don se extendió con lentitud por todas las conexiones que encontró por el camino.

  —Cómo me gustaría que supieras el odio que te tengo —escupió Arwok.

  Un intenso sentimiento ascendió por el brazo de Leo y se adentró en su alma sin su consentimiento. Sintiendo el impulso de apartar los dedos, se controló, ya que ese sentimiento negativo, comparado con los de Nathaly, era muy aguado. Eliminarlo sería fácil para él, pero eso no evitaría que lo atacara de nuevo. Por eso, antes de seguir avanzando, tenía que eliminarlo de raíz.

  —¿Qué miras? —le molestó a Arwok.

  —Rey Arwok, ¿qué es lo que le he hecho para que me odie de esa manera? —preguntó con ligera sorpresa en su voz.

  Arwok lo miró con extrañeza.

  —No puede ser. ¿Puedes entenderme?

  —Si accedí a montar sobre usted hasta en tres ocasiones fue solo porque usted y Nerox no se soportan.

  —¡No es eso! —quiso rugir, pero lo único que salió de su garganta fue una dolorosa queja a causa del dolor.

  —Haga el favor de escucharme y no esforzarse. Su estado es delicado.

  —¿Y a ti qué más te da…?

  —No quiero tener que aguantar las ahogantes quejas de Nathaly sobre por qué no he hecho nada para evitar que empeorase.

  —¿Qué?

  La puerta de la sala se abrió y unos pasos apresurados sonaron por toda la sala. Mientras tanto, Arwok se quedó dándole vueltas a lo que Leo acababa de decir. La última vez que habló con Nathaly no le dio a entender que se hubieran vuelto tan cercanos. Al menos por parte de ella no era así, y dudaba mucho que hubiera logrado ganarse a Leo solo con labia, pues él no era un alma blanca fácil de conquistar debido a su estado actual. Ni siquiera entendió cómo su propio hijo, Nerox, le volvió a conquistar después de que perdiera todos los recuerdos. Hasta pensó que gracias a eso se repudiarían de nuevo, pero sobreestimó el poder del vínculo que había entre ellos.

  No había día en el que no maldijera ese vínculo. Nerox tendría que haber sido para Nathaly, y no para él.

  —Leo, ¿cómo está? —le preguntó Moony en cuanto se acercó a él.

  —No muy bien. ¿Y Nathaly?

  —Zarco ha ido a avisarla.

  —¿Y Rodric?

  —Le he mandado a por unas plantas que me faltan. No tardará mucho, pero he conseguido que se comprometiera a hacer las pociones conmigo. Espero que con ese tiempo sea suficiente. No puedo ganar más. ¿Quieres que te traiga algo, mientras tanto? Tengo una poción para el dolor muscular que…

  —Déjelo —la interrumpió Leo—. Tardaría en hacer efecto. Lo mejor es que yo me encargue de él.

  —Pero eso te supondrá perder una gran parte de tu magia —le inquietó a Moony.

  —No se preocupe por eso.

  Moony se agachó a su lado y le sonrió con dulzura.

  —Sabía que tarde o temprano os entenderíais.

  —¡No se invente las cosas! —estalló—. ¡Si tengo especial cuidado para que sus sentimientos no se alteren es porque siento cada cosa que ella siente! ¡Nada más!

  —¿Siente sus sentimientos? —dejó perplejo a Arwok—. No puede ser.

  —Está bien, tranquilízate. No hace falta que te pongas así.

  Consciente de su mala actitud, Leo cerró los ojos con pesar.

  —Lo siento, señorita Moony. Creo que el estado de Nathaly me está alterando más de la cuenta. Perdóneme.

  —Lo sé. No hace falta que te disculpes.

  Sin que ninguno de los dos se lo esperara, la puerta de entrada se abrió con brusquedad. Nadie la cruzó, pero en la lejanía se oyó con claridad cómo alguien corría por el pasillo principal.

  —Os dejo a solas —dijo Moony—. Podrás manejarlo sin herirla, ¿verdad?

  —Sí —le irritó su comentario—. Márchese ya.

  —Ten paciencia con ella —le pidió, acariciándole el lateral de la cabeza.

  —Señorita Moony —gruñó.

  —¿Sí?

  —Le tengo dicho mil veces que yo no soy Zarco.




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