El vínculo mágico - Libro 1

Capítulo 28 – Parte 3

  —No te convendría enfadarte con ella —dijo Arwok—. Cuanto más te distancies de ella, más te costará saciarte con su comida. Y cuanto más desees calmar tu apetito, más desearás alimentarte de su alma.

  —¿Alimentarse de mi alma? —saltó Nathaly espantada—. ¿Pero qué clase de ser eres?

  —No soy un ser, ¡soy un alma blanca como tú! Por la luz de las mil estrellas… Lo que hay que aguantar.

  —No te asustes, Nathaly —dijo Arwok—. Solo hablamos de magia y sentimientos. Dime, ¿cuánto has avanzado con él?

  —¿Avanzado?

  —¿Qué es lo que te ha enseñado? ¿Hasta dónde han llegado vuestros sentimientos?

  Nathaly abrió la boca para responder, pero se quedó pensativa por unos segundos. Para cuando quiso decir algo al respecto, Arwok le dijo a Leo:

  —No me mires de ese modo. Nathaly nunca tuvo secretos conmigo hasta poco después de volver.

  —Deje de dar rodeos y pida directamente que le muestre todo lo que hemos vivido juntos —exigió Leo con enojo—. ¿No sería más sencillo?

  —¿Y entonces a qué esperas? ¿No quieres respuestas?

  Preparado para soltar una negativa, Leo no se esperó la información que trajo consigo la segunda pregunta que el rey Arwok le soltó. Por eso, tras pensarlo bien, se dio por vencido y aceptó la derrota. El saber que el vínculo que habían contraído les permitía hablar con libertad entre ellos de ese pasado que ninguno recordaba lo había desarmado por completo. Y el poder escuchar lo que tenían que decir los demás sobre ambos, siempre y cuando mantuvieran sus manos unidas y no hablaran de las personas que llevaban arraigadas en lo más profundo de sus sentimientos, era lo más valioso de todo.

  —¿Leo? —Nathaly tocó su brazo con la misma delicadeza que expresó su voz.

  Leo la miró y bajó la vista, tomándose un momento más para pensar. Desviándola hacia el rey Arwok, posó la mano en su cabeza, cerró los ojos y, a través de los sentimientos, fue compartiendo con él todo lo que había vivido con ella.

  Nathaly se empezó a angustiar cuando los segundos se volvieron minutos. Después de un eterno minuto más, ambos abrieron los ojos.

  —Permíteme que te pregunte algo personal —le pidió Arwok a Leo.

  —Adelante.

  —¿No te queman sus sentimientos?

  —Son muy fuertes, pero los consigo soportar por el momento.

  —¿Qué sientes cuando tienes necesidad de alimentarte?

  —¿Y qué quiere que sienta? Hambre.

  —¿Hambre incluso cuando ella está triste?

  —Cuando está triste solo quiero que equilibre sus sentimientos lo antes posible. Los negativos resultan más que exasperantes para mí.

  —Bien. Eso no es malo del todo —debatió en voz alta—. Leo, solo tengo dos cosas que decirte.

  —Le escucho.

  —La primera es que si te odio no es porque hayas montado sobre mí, sino porque me arrebataste el corazón del único al que consideré digno para Nathaly.

  —¿Pero qué tonterías estás diciendo, Arwok? —se indignó Nathaly.

  Leo le apretó la mano y, con una simple mirada, le pidió que se calmara. Nathaly, que se enteró al instante de lo que significaban las palabras de Arwok, se relajó y asintió.

  Arwok no estaba hablando de su alma gemela ni de ningún asesinato, sino de Nerox, el último de sus hijos. Lo había estado entrenando desde pequeño porque quería que él se convirtiera en su crizwort, pero eso jamás pasó porque se convirtió en el crizwort de Leo. Por eso, y por lo cabezota que era, odiaba a Leo. A sus ojos, él se había apropiado de algo que jamás le debió pertenecer.

  —La segunda —continuó Arwok— es que te confío a ambos, porque eres el único que puede protegerlos. No me defraudes o me aseguraré de recuperar el odio que te tengo y que ahora mismo abandono por amor.

  Leo se limitó a asentir para dejar que Arwok prosiguiera.

  —Dejad que os advierta a ambos que vuestro vínculo os ayudará a ser más fuertes frente a Nigrián. Aprovechad esa ventaja. Leo, siento pedirte lo que te voy a pedir porque sé que va en contra de las leyes más sagradas, pero, por favor, tienes que hacer todo lo posible para que nadie influya en las decisiones de Nathaly.

  Leo achicó sus ojos con discreción. No era de extrañar que ni el rey Arwok confiara en el gobernador, pero ¿por qué le estaba pidiendo tal cosa? ¿Qué había en ella como para que el interés del gobernador fuera más allá de sus obligaciones como protector?

  —Por favor, Leo —le pidió Arwok con desesperación, a pesar de su tono tranquilo.

  —No se preocupe, rey Arwok. Me encargaré de que así sea. Permítame hacerle una pregunta que no tiene nada que ver con su petición.

  —Adelante.

  —¿Qué es lo que buscaba Nigrián?

  —El paradero del cetro de Záyamon.

  —¿Nigrián es la que te ha atacado? —saltó Nathaly, impactada y furiosa—. ¡Será…! Un momento. —Frenó su intento de levantarse—. ¿Es que acaso sabes dónde está el cetro de Záyamon? Por favor, Arwok, dínoslo, aunque no estés seguro. Es muy importante para Leo.

  —Sé muy bien la importancia que tiene el tercer heredero, el cetro de Záyamon y el guardián del Zafiro para nuestro mundo, pero yo no sé dónde está. Tú no me dijiste nada para protegerme.

  —¿Qué? —no se esperó esa respuesta—. Yo… ¿yo sabía dónde estaba?

  Nathaly miró a Leo confusa. Él también desconocía esa noticia.

  —Sí, así es —contestó Arwok—. Eres la única que sabe cómo llegar hasta él. Tú misma te encargaste de esconderlo. Por eso le he pedido a Leo que nadie influya en las decisiones que tengas que tomar, pues un paso en falso puede hacer que Nigrián sea la primera en conseguirlo. Y eso me recuerda otra cosa más que quiero decirte, Leo: no dudes jamás de sus pasos. Síguela, pero no los entorpezcas, y nunca la dejes sola. Jamás.

  —Así será.

  —Júrame que puedo confiar en ti. No descansaré en paz si…

  —Tiene mi palabra, rey Arwok —se apresuró a decir—. No hay nada más que decir.




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