El Vinculo Prohibido

1

-- Capítulo I --

Rizdka nandre ulvaru neirel yashina.

Antiguo dicho en el idioma drakiano: El poder le pertenece a aquellos que no le temen a su precio.

El sol de Sylia nunca cambia. No importa si es invierno, primavera o verano. Siempre quema y arrasa con esa intensidad seca y agobiante. A veces no puedo comprender cómo es que dicen que esta isla fue una vez un paraíso. Nada en este lugar es hermoso. Todo es rudo, seco y árido. Se supone que hace unos siglos era una joya preciosa y verde pero que, debido a las antiguas guerras, algo en ella agonizó. Por eso la mitad es desértica y la otra inhabitable. Por eso las sequías. Por eso la escasez…

En fin. El clima es una mierda.

Esta mañana escuché en la radio que este era uno de los veranos más calurosos en más de setenta años. No me sorprende.

Observó atenta desde mi asiento junto a la gran ventana como los hombres de papá se mueven por el jardín delantero como hormigas. Un jardín verde y sano, con flores y arbustos con formas y árboles altos. Una vista que difiere con la realidad del pueblo. Entrecierro mis ojos para ver en la lejanía, los guardias están haciendo su cambio de turno. Deben ser las tres de la tarde. Los dos hombres frente al portón —uniformados de blanco, con sombrero y rifles en el hombro— saludan a sus reemplazos antes de perderse por el sendero que lleva a la salida trasera.

Hay poco movimiento. Solo dos hombres afuera cuando usualmente son seis. Y uno en la puerta principal cuando siempre son dos.

Raro.

Uno de los guardias nuevos gira sobre su eje lentamente, mirando a su alrededor, mientras habla animadamente con su compañero. Entonces, sube su cabeza y hace sombra con su mano cuando mira hacia la mansión. Su mirada parece encontrarse con mi imagen, porque un solo segundo basta, para que cierre la boca, voltee su cabeza como endemoniado y se le encuadren los hombros. Ruedo los ojos.

— Lyanna. ¿Estás aquí o estoy hablando sola otra vez?

Parpadeó y dejó de mirar cuando la voz de Marnie me saca de mis cavilaciones y me trae de vuelta al sofocante salón de estudio. Está justo a unos pasos frente a mí, cruzada de brazos con sus pulseras plateadas resonando. No la sentí acercarse.

— ¿Por qué hay pocos guardias hoy? — cuestionó, balanceándome en la silla.

No me aguanto la curiosidad. Papá no es de los que su poder o control flaquea cuando no está. Que haya tan poco personal es extraño y seguramente, una orden suya.

— Tienes que concentrarte o no entenderás la metáfora del poema. El drekiano es un idioma difícil.

Suspiré. Aprender y aprender. La vida se me va escapar por estar metida entre libros y mapas. Deslizo mi mirada entre la ventana y el rostro frustrado de Marnie.

— No es normal que haya tan poco personal, Marnie. ¿De qué me estoy perdiendo?

Ella suspiró, soltando sus brazos a sus costados. Mira por la ventana mientras dice:

— ¿Si te lo digo, prestarás atención a la clase?

Me encojo de hombros. La respuesta no le satisface, teniendo en cuenta sus cejas fruncidas pero aún así habla.

— Es por el puerto nuevo.

Apoyo la silla completamente en el suelo.

— ¿Qué puerto nuevo?

— El señor Valcroz construyó un puerto nuevo en la costa noroeste. Están terminándolo pero hay interrupciones desde ayer. Hay guardias asegurándose que todo salga bien. ¿Contenta?

Hasta mi profesora sabe más de los asuntos de papá que yo. Ladeo la cabeza. No tenía idea que estaba haciendo un puerto nuevo. Y esas "interrupciones" deben ser protestas o destrozos, no estoy segura. Tengo entendido que el pueblo odia tanto a los reyes de Andarys como a los extranjeros. Un puerto no debe ser una idea que les agrade mucho.

— ¿Para qué quiere otro puerto mi padre? ¿Dos no son suficientes?

La avaricia de ese hombre cada día me sorprende más.

— Ahora, regresemos al poema. — me corta y se gira al pizarrón. Comienza a dar una explicación sobre cómo la comparación de un ave fénix con la reconstrucción de las nuevas civilizaciones de los oprimidos del poema es una metáfora cultural de los antiguos reinos de Después del Quiebre.

Sinceramente, dejo de escuchar. Marnie es demasiado apasionada por solo un montón de palabras viejas. Y soy solo yo la que sufre de su delirio. ¡Por los dioses muertos! ¡Estoy cansada de estar encerrada en estas cuatro paredes! Soy un maldito robot con falda.

El viento seco entra por la ventana y sacude las finas cortinas. El cabello dorado de Marnie también se mueve, pero ella ni se inmuta. Se ve pulcra. En cambio, a mí una fina capa de sudor me cubre la piel y el pelo se me pega en la nuca. Termino amarrándolo en una coleta. Con este calor, es imposible concentrarme por completo.

— ¿Por qué yo me tengo que quedar aquí y él no? — cuestionó señalando el escritorio vacío a mi lado. Marnie detiene su mano sobre el pizarrón y pega su frente en él. Suelta un suspiro ruidoso antes de girarse.

Mantiene su expresión cansada, como si ya intuyera el rumbo de la conversación y desliza su mirada a donde señaló.

— Porque tu padre está enseñándole algo diferente a tu hermano. Tú tienes poesía, etiqueta y matemáticas hoy.

Él ni siquiera es mi padre real.

¿Qué lecciones le puede estar dando un mafioso a un chico de diecisiete? ¿Economía creativa? ¿Diplomacia con amenazas? ¿Como disparar sin mancharse la ropa? No es difícil adivinar.

Le enseña lo necesario para que sea su sucesor. Para que él sea su legado. Lo ha estado haciendo desde que era un niño, lo he notado, aunque mi mellizo finja no saberlo. Fruncí el ceño. No quiero que Aemyr se convierta en alguien como él. No quiero que lo corrompa. Y estar atrapada aquí, memorizando fórmulas y poemas viejos, no me ayudará a evitarlo. Aemyr sigue alejándose más y más.




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