El Virus de la Purga

Capítulo XI

Martínez en ningún momento dejó de mirarme y entre caladas veía el humo del tabaco empañando su semblante. Lo vi temeroso y desconfiado para conmigo. No era que me hiciera compañía de buena gana, más bien parecía que era mi carcelero y cuidaba que no fuera a escapar aullándole a la luna en cuanto saliese. Miré tamborilear sus manos sobre la mesa y supe que algún tipo de pregunta se formulaba en su interior y tuve miedo de no poder contestarle con sinceridad y perder así su amistad o lo que es peor su compañerismo. Estaba agradecido con él, con todos. De no haber sido por el trabajo conjunto de ellos, sabía que no hubiera llegado tan lejos como lo estaba en ese momento.

Pero esos ojos encendidos por las dudas, por el miedo o la desconfianza no dejaron escapar un solo pensamiento o ¿era que yo había perdido ese rasgo tan significativo de los humanos al no poder empatízar con él? Creí que, los sentimientos que me mantenían acomplejado se resquebrajaban haciendo que me dejaran importar los sentimientos y pensamientos de los demás. Pero ahí estaba, ¿no es verdad? Preocupado por su pensar. Entonces no era como si hubiera dejado de ser humano. Creo, simplemente, debido al estrés de los acontecimientos vividos, no es muy  factible llegar a ser moralista en una situación de supervivencia como en la que estaba todo el mundo sumido.

—¿Cómo te sientes Marcos? —Preguntó enarcando una ceja.

No lo sé, quise responder. Realmente no lo sabía y no me había preguntado lo que sentía o pensaba de todo lo vivido. Aun con el cuerpo embotado y los nervios rebosantes de adrenalina, no me sentía del todo intranquilo. Sólo pensaba en dos cosas: vivir lo suficiente para encontrar a mi familia, y poder protegerlas cuando llegase el momento. Pero como si de años se tratase, pensaba cada vez menos en eso y me sorprendió sentirme tan sereno mientras lo admitía.

—Genial —contesté evadiéndole la mirada.

—Sabes en la guerra hay algo a lo que llamamos Shell-shock (Neurosis de Guerra) o lo que es lo mismo un desequilibrio en el sique causado por la constante exposición en el campo de batalla. No es como estar herido físicamente y por consiguiente no se puede uno dar cuenta a simple vista si alguien se encuentra en este estado. Tampoco es algo que se pueda tratar con venditas y besos… Sólo quería que lo supieras. De nada sirve que físicamente estés con nosotros sino puedes apreciar aquello que antes te llenaba de júbilo y serenidad, aquello que te hace ser tú. Aquello que te hacer ser…

—¿Humano? —Le interrumpí.

—Feliz —dijo sonriendo y continuó fumando abstraído.

Asentí lentamente intentado entender el trasfondo de todo lo que me decía.

El sol era genial e intensos rayos entraban por las rendijas que las tablas que cubrían las ventanas creaban. Las partículas de polvo y el humo que lo inundaba todo hacían parecer que aquella luz podía ser palpada con sólo estirar la mano. Era como una buena película de terror en donde se muestra lo hermoso que es la tranquilidad sobre las cosas que, días antes jamás pudieron estar el completa calma, justo antes de ver entrar en escena a un personaje secundario, y nada necesario, con las vísceras de fuera. En el pasado no soportaría estar en el umbral que aquel comedor comunitario creaba. No me sentía cómodo acompañado por mis demonios y me causaba terror sucumbir ante aquella voz, creo sumamente racional, que decía, <<Sería divertido suicidarse>>. Pero la mente humana es sorprendentemente adaptable y cambiante que termina por acostumbrarse a lo que antes lograba perturbarla. 

Me dejé caer en la silla de frío metal y el humo al atravesar los rayos tomó un color azuloso y por extraña que parezca la idea pensé que si el veneno de cualquier insecto se pudiera fumar, seguro seria de un color similar al flotar.

Es sorprendente como tanta perfección creada por la naturaleza desapareciera tan rápido que, el simple hecho de haber ocurrido así, era ya una burla hacia las teorías evolucionistas modernas. Las únicas dos personas que podían en ese momento explicarme o crear una teoría razonable a cerca de lo que pudiera ser la causa de la pandemia, estaban en esos momentos atravesando puertas con la esperanza de poder encontrar equipo científico que les ayudara a encontrar las piezas para armar el rompecabezas, que posiblemente nos salvaría como especie.

Puede que una cucaracha al ver caer a sus semejantes fulminadas por los insecticidas pudiera comprender el sentimiento que a todos nos embargaba en ese momento y  que seguro se cernía sobre todo aquel ser humano que todavía pudiera caminar ileso bajo el sol.

Crecí creyendo que el ser humano era la única especia inteligente y que era esa inteligencia la que le daba el derecho sobre otras especies, sobre el planeta entero. Vi morir a mi primer mascota y llorando intenté comprender por qué mis padres no derramaban lágrimas ante un ser tan noble como lo era aquel conejo de ojos rosas. Y la única respuesta que encontré, y eso hace relativamente poco, fue que nos insensibilizamos en masa. Tenemos esa creencia colectiva que nos hace sentirnos superiores, amos y dueños de todo lo que no camina en dos patas y con hábiles manos construye objetos útiles. Y estoy convencido de que si la evolución nos hubiera puesto en el camino una raza pensante diferente a la de nosotros, de igual manera la hubiéramos tratado. Pues somos organismos destructivos y egoístas en busca de una bien común. Aunque tengo la certeza de que después de esta catástrofe, otras especies se levantarán de nuestras cenizas o incluso nuestra especie pueda adquirir una forma diferente a la actual para subsistir. Pero ese pensamiento puede que sea muy optimista. Y entonces me surge una duda. ¿Realmente fuimos la única raza pensante en la que la madre naturaleza posara la mano de la evolución? Tal vez no. Tal vez, en esos miles de años que el hombre tuvo que serpentear para ser lo que somos ahora, se encontró con otra especia de inteligencia similar y como lo hizo hasta ahora, la aniquiló. Entonces puede que estemos recibiendo el castigo merecido. ¿Pero no es cierto que en la naturaleza no hay moralidad? Y sin moralidad no hay castigo. Entonces, tal vez lo que nos pasa sea simple suerte… simple y llana, mala suerte.



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En el texto hay: apocalipsis, virus, pandemia

Editado: 08.09.2019

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