La azotea

Joaquín.

Puedo decir que por lo menos en esta casa hay un lugar que me hace sentir tranquilo, en donde puedo olvidar la asquerosa vida que me ha tocado vivir junto al gran Maximiliano como él se hace llamar. Espero con ansias mi cumpleaños para así poder marcharme de esta casa, para poder dejar atrás toda esta basura.

Sonrío al recordar lo de anoche. Mi vecina es muy divertida, ¿Qué hacía de mirona? Debido a que no dejaba de buscar entre las sombras decidí enseñarle mi cara, no pensé que se sorprendería mucho, no pensé que saldría corriendo como una loca, fue muy divertido, si estuviera Marcia se lo contaría y de seguro reiría conmigo.

- Mamá, o través estoy solo en este mundo, otra vez tengo que soportar las miradas de desaprobación de la gente que me ve por primera vez. - Me recuesto en una vieja silla mecedora que hay en la azotea para apreciar el cielo del atardecer. - Sabes, mamá quizás pronto me vaya hasta donde estas, me esperarás? Seguro que será...

- Ahora hablas solo Joaquín- me sorprende por un momento pero no le presto atención - Parece que no tendré que llevarte a un orfanato- quisiera golpearlo - tendré que llevarte a un centro psiquiátrico- comienza a reír.

Mi padre me odia tanto y yo no entiendo el porqué, debería de estar agradecido ya que traje beneficio a su vida, bueno de igual el sentimiento es mutuo.

- En serio no hablaras conmigo? Volverás a lo de siempre. Serás un perdedor toda tu vida, deberías de ser como yo.

Entonces por fin le miro y sonrío, quién en su sano juicio querría ser una basura como tú. Solo lo pienso, no quiero gastar palabras en este señor.

Por fin se va dejándome solo. Miro hacia el cielo y ya hay algunas estrellas en el, la noche está cerca y me alegra porque es la parte del día que más me gusta. No prendo las luces de la azotea, me gusta estar a oscuras, no quiero ser visto por nadie. 

<Bajo esta oscuridad me siento junto a ti mamá y ahora con Marcia, pronto iré hasta donde están>