AQUEL DÍA

MAXIMILIANO

El dinero no es algo que me atrae para poder ser feliz. Ser feliz es algo que ya no puedo hacer desde hace mucho tiempo. Decidí hacer lo que bien me parece con el dinero que recibe el hijo de mi difunta esposa. Fue ese día, exactamente esa noche cuando ella se fue con aquel hombre desde entonces no he vuelto a ser el mismo. Yo la amé, yo trabajé, yo quería compartir una vida con ella en verdad quería tener un bonito hogar, pero ella no me veía igual.

No podía perder la única cosa que deseaba en mi vida, Magdalena. Ella tenía que ser mía a cualquier costo. Fue entonces cuando tuve que mandar al otro mundo al ingenuo de Javith. Él quería quitarmela, pero nadie pudo conmigo. Ella tenía que ser mía y lo fue, lo demás no me importó.

-¿Rosa, deseas que me presente con tu mamá? Para hacer formal las cosas.

Espero que diga que no, lo último que deseo es tener que buscar la aprobación de una mujer vieja y desabrida.

-Me encantaría, lo juro pero no quiero que me prohiba cosas, ya sabes, hace pocos meses ocurrió lo de papá y ella aún sufre y no le quiero dar otro fuerte dolor.

Sonrio.

-Que pena tener que esconder nuestro amor al mundo.-beso su mejilla

-Sí, deseo poder ir por ahí por las calles tomada de tu mano.-Luce ilusionada

Ridícula

-Deseo lo mismo.- la abrazo

No ha existido mujer que haya querido y odiado más que a Magdalena. Y no hay noche que recuerde la muerte de Javith, no podría decir que es cargo de conciencia, no es eso. Es solo que recuerdo el placer que se sintió ver como se desangraba y que lo último que haya visto era mi sonrisa, fue la primera vez que asesinaba a alguien y fue una medicina para mi alma. 

Deseo ver sufrir a todo aquel causante de mi dolor. Faltan dos meses para que el desgraciado ese sea mayor de edad y debo mandarlo con su mamá, antes de ese 24 de agosto él no estará entre los vivos.