Moscú, Rusia
Después de un vuelo de tres horas, por fin hemos llegado a nuestro destino ¡No puedo esperar!
Estoy lista para hacer turismo, conocer la ciudad, los museos, todo. Pero primero vamos a al hotel para darnos un baño y ponernos ropa más cómoda.
—Me duele el culo de estar sentada todo el vuelo—me quejo—no es que tenga tanto culo, pero aun así se me entumio en todo el camino.
—Yo estoy igual, empiezo a tener calambres en mis nalgas—niega divertida—pero bueno, ¿ahora qué?.
—Ahora vamos a tomar un taxi para el hotel—digo buscando uno que este desocupado—encontré uno vamos.
Le hago una seña para que me siga. Le pregunto al taxista si está libre, el asiente con una sonrisa amable. Colocamos las maletas en la cajuela, después nos montamos en el asiento delantero.
—Buenas tardes, señoritas, ¿a dónde las llevo?—pregunta el hombre en su idioma.
—¿Qué dijo?—me pregunta Karla.
—Nos preguntó que adónde nos lleva, de haber aprendido el idioma no estaría como tu traductor andante Karla—digo con diversión y me río de la cara que hace—Al hotel, "Paradise"—asiente y nos ponemos en marcha.
—Voy a considerar aprender varios idiomas como tu es estresante que a veces el traductor no traduce lo que es.
Me río porque es cierto, los traductores no funcionan.
—Te he dicho que el traductor de Google no es confiable, mejor usa un diccionario.
Ella me fulmina con la mirada porque sabe que tengo razón.
Luego de media hora llegamos al hotel, le pagamos al taxista, entramos para acercarnos a la recepción donde hay una mujer con unos...
Arqueo mis cejas, en sorpresa tratando de buscar una palabra correcta.
Está bien.
Esos son unos grandes y extravagantes pechos. Nos acercamos y ella nos mira con cara de que somos poca cosa para estar en el hotel.
—Buenas tardes, bienvenidas al hotel "Paradise" ¿En qué puedo ayudarlas? —pregunta con una sonrisa falsa y estoy segura que es igual a la de sus pechos.
No tengo pruebas, tampoco dudas.
—Buenas tardes —saludo cordialmente— Tenemos reservaciones de dos habitaciones a nombre de Rea Jones y Karla Black.
—Bueno, revisaré si sus reservaciones están en el sistema, aunque lo dudo porque normalmente gente importante viene a este hotel.
Lo dice con una voz como si dijera que es superior a los demás, me mira despectivamente y yo levanto ambas cejas asombrada con la idiotez que acaba de decir.
—Mira chula, sé que estoy guapa, pero si me miras tanto me voy a desgastar, ¿no quieres mejor una foto? Digo podrías apreciar lo que es algo natural—digo mirando específicamente a las sandias que tiene como pechos.
—¡Como se atreve!—dice con tono chillón, antes de que termine su frase la corto.
—Me atrevo por la sencilla razón. Primero, es tu trabajo verificar que las reservaciones estén en el sistema. Segunda yo te pregunte amablemente, no era necesario faltarme al respeto al final de cuentas yo también me harto de mi trabajo y no por eso me desquito con los clientes. Tercera será mejor que cheques de una vez las reservaciones antes de que hable con tu jefe para presentar una queja en este hotel, donde estoy que te despedirán por discriminar y faltarle el respeto a unos huéspedes, entonces ¿cómo le hacemos? O revisas en la computadora o voy por tu jefe y presento la queja.
Ella me mira con odio, pero aun así toma la sabia decisión de callarse y dirigir su cabeza al computador, puedo oírla maldiciendo en ruso mientras teclea.
—Perra—la escucho decir entre dientes, minutos después, se vuelve hacia a mí y me entrega dos tarjetas magnéticas.
—Aquí tienen las llaves de sus habitaciones, son la habitación quinientos cinco y quinientos seis— sonríe falsamente de nuevo—que tengan un agradable estadía en nuestro hotel.
—Gracias, ¿ves que tan difícil no era?—me voy a dar la vuelta, pero me detengo—un consejo.
—¿Sí?
—Cuando quieras maldecir a alguien, asegúrate que esa persona no sepa tu idioma querida—le guiño un ojo, mientras le tiro un beso de lejos—ten un buen día.
Veo que sus ojos se abren con sorpresa y se pone pálida, con eso me voy la vuelta con una sonrisa victoriosa. Me acerco a Karla, le entrego su llave y caminamos para montarnos en el ascensor.
—¿Qué le dijiste a la recepcionista para que se quedara más blanca que el fantasma casparin?—me río con la referencia que hace— debió ser algo, impactante para que se pusiera así de pálida.
—Me insultó.
—Primer error—niega divertida.
—Le dije que si iba a insultar a alguien, se asegurara que esa persona, no supiera su idioma.
Karla se carcajea, sin poder evitarlo, me río yo también.
El ascensor se detiene en nuestro piso, salimos y ambas nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones, lo bueno que están a un lado de la otra por lo que estaremos más cerca, en caso de una emergencia.
—¿Que vas a hacer?
—Sinceramente no quiero hacer nada, estoy cansada del viaje, quiero dormir, pero si quieres ve tú a explorar—dice ella con una sonrisa de aliento—mañana ya me mostraras los lugares que visitaste.
Asiento, comprendiendo su punto, no porque seamos mejores amigas y vivamos juntas, significa que tengamos que estar pegadas como garrapatas una con la otra. Le doy una sonrisa tranquilizadora.
—Está bien, no te preocupes. Descansa, yo si iré a explorar, mañana vamos para ver los sitios juntas
—¡Gracias! Eres la mejor, ¿lo sabes?.
Bufo con diversión y arrogancia.
—Claro que lo sé, no podrías vivir sin mi.
Ella se ríe, para dirigirse a su habitación antes de que cierre la puerta, me sonríe.
—Diviértete y si encuentras a un hombre ya sabes—me guiña un ojo—¡Afloja la pelvis!—con eso cierra la puerta.
Me rio
Amigas ¿qué haríamos sin ellas?
Entro a mi habitación cierro la puerta y admiro lo que será mi alcoba por tres gloriosas semanas, es bonita el rojo borgoña en las paredes, estilo tipo victoriano que desprende, en medio de esta se encuentra la cama con dosel y cortinas en colores burdeos, la literalmente parece sacada de un cuento de hadas.