Miro al hombre que está frente a mí, enfundado en un traje costoso y sus manos metidas en sus bolsillos.
Abro y cierro la boca, como si fuera un pez, buscando algo coherente que decir sin que, suene estúpido. Repentinamente, siento calor en mis mejillas, me quedo lo que me queda de mi bebida de un solo golpe, le hago una seña al barman para que me traiga otro.
Está bien
Que no cunda el pánico
Esto debe ser una mera coincidencia, ¿verdad?
Tiene que serlo, el que nos hayamos encontrado en esta discoteca, según las referencias del lugar. Feniks, es famoso, para los turistas.
No quiero pensar que cada cosa que salga de la boca de Karla, termina siendo verdad, miro al desconocido que está frente a mí que está esperando una respuesta por parte mía, respiro y exhalo con lentitud, tratando de calmar mi pulso acelerado. Buscando una buena, respuesta para no quedar como idiota, otra vez. Solo atino a darle una media sonrisa.
—Ya ve hay mujeres que tienen talentos ocultos— respondo.
Él sonríe
Maldita sea, no sonrías así, hombre.
No es bueno para mí.
O para mis bragas
El barman llega con otro vaso de vodka, lo recibo y me doy la vuelta dándole la espalda al desconocido moja bragas. Le doy un sorbo mientras, lo ignoro, a ver si con eso se va. Pero surge el efecto contrario, el desconocido inclina su cuerpo para que medio de este quede recostado en la barra mientras me da una sonrisa sin dientes pero que no deja de ser sensual.
—Me pregunto, ¿Qué una mujer tan bella y sola en mi bar?—dice tranquilamente, pero su sonrisa no se borra—Y con un riesgo, a tener la resaca más descomunal del mundo, cortesía de mi vodka.
Esta vez, no puedo contenerlo. Bufo y ruedo los ojos.
Si, la típica frase, para ligarse a una...
Un momento ¿Acaso dijo...?
¿¡Su bar!?
Giro mi cabeza, como si fuera la niña del exorcista mientras mis ojos se abren con sorpresa descomunal ante el hombre frente a mí. En cambio, él simplemente me da una sonrisa engreída.
—¿Tu bar? - preguntó, sin salir de mi estupor.
Chasquea la lengua, sin borrar la su sonrisa arrogante.
—Sí, guapa, es mío— Engreído
—Y se supone, ¿Qué debo sentirme halagada por qué él mismísimo dueño del bar me ha dicho guapa?—arqueo una ceja en su dirección—que suerte la mía— espeto con sarcasmo.
—Por supuesto preciosa, mucha gente se muere por conocerme—ahora él arquea una ceja en mi dirección, con su estúpida sonrisa—Aunque también, mucha gente me quiere muerto.
Idiota, esa es la palabra que lo define por completo.
Le doy un trago a mi vodka, sin dejar de verlo.
—No me sorprendería— suelto irónica—incluso, yo haría fila para hacerlo.
—Preferiría morir por un beso tuyo a que, una bala de mis enemigos— Bufo de forma exasperada, sonrío en su dirección, entonces lo suelto.
—No has pensado, no lo sé—me encojo en hombros, con una sonrisa inocente—¿En cambiar tus frases a la hora de tus ligues? Ya están un poco anticuadas, por no decir que, ya no son de este siglo.
Bingo.
El efecto surge. La sonrisa del ruso arrogante, se borra de su rostro por completo me mira un par de segundos, asombrado. Bebo lo queda de mi trago, le hago otra seña al barman. Entonces, la voz del desconocido vuelve a escucharse.
—Vaya, por primera vez me han cerrado boca— dice en tono asombrado, todavía—eso es nuevo.
—Usualmente no te pasa, ¿cierto?
—Te daría un buen argumento, de no tener razón—me río que parece si, ¿empezamos de nuevo?
Sonríe con todos sus perfectos y blancos dientes. Dios es la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida, si vuelve a sonreír así juro que se me mojan las bragas.
O ya lo están, es lo más seguro.
Le doy una ligera sonrisa, asiento.
—Muy bien, desconocido—digo con un deje de diversión ¿Me dirás tu nombre? ¿O te seguiré llamando desconocido?
—Mi nombre es, Sevastien—dice con una sensualidad que remarca su acento ruso—¿Y usted, bella dama? ¿Puedo saber su nombre? ¿O le seguiré diciendo la chica del folleto?—dice con falsa galantería, que me hace reír.
—Mi nombre es, Rea— digo con una sonrisa—pero, si quiere seguir Llamándome la chica del folleto, no hay problema—él se ríe y por fin se sienta a mi lado.
—Así que te llamas, como la titánide y esposa de Cronos— afirma.
Asiento y sonrío. La mayoría de las personas, cuando saben mi nombre hacen esa referencia. No me molesta, es divertido que al menos sepan un poco de historia.
—Sí, como el titán— afirmo—da la casualidad, que también soy griega.
—¿Atenas?—asiento— nunca he ido, pero dicen que es un lugar bonito.
—Es bonito, pero te recomiendo, ir a la Isla de Mykonos, sus aguas son muy hermosas
—Lo tomaré en cuenta, para mi próximo viaje— me mira—tiene un bonito nombre—dice con cierta ternura, que provoca que me sonroje un poco, él sonríe victorioso con su cometido—veo que, no le van los halagos.
—Un poco, no todos los días llega un hombre, guapo con un poco de arrogancia—se ríe, mientras asiente—Y te dice que tu nombre es bonito.
—Así que—arquea una ceja en mi dirección—¿Guapo y arrogante?— Asiento, mientras bebe su trago que le acaba de dejar el barman. Y con mi usual poco filtro, lo digo.
—Y sexy también.
Veo como se atraganta con su bebida, comienza toser golpeo su espalda suavemente, pero firme para sus pulmones cojan aire de nuevo, cuando se calma un poco, me mira con sus ojos abiertos por la sorpresa. En cambio, yo me llevo mi vaso a los labios para ocultar mi sonrisa.
—Veo que usted no tiene filtro a la hora de hablar—dice eso como si fuera maravilloso—hay poca gente como usted.
—No lo tengo, lo cual se podrá imaginar que eso a veces me trae problemas—cuento con suspiro—principalmente, por que hay gente que no soporta que les digan, la verdad de las cosas.
—Yo pienso, que es un soplo de aire de fresco— me responde, asiento— Entonces, ¿qué la trae a Rusia?