Elegida entre sombras

Prólogo

La vida en la ciudad dorada o paraiso es amena. Desde el momento en que el dueño de las vidas humanas decidió proyectar una parte de su espirítu, para salvarlos a todos de las garras de aquel hijo suyo que decidió desafiarlo, usando su magia angelical para hacer el mal creando una podredumbre entre sus creaciones y así hacerles sus esclavos. Para ponerles fin creó a Jesus de Nazareth su hijo unigenito que hacía algunos años (1995 años exactamente) le había dado caza y le había atrapado de vuelta en el infierno para que purgara su pena, esperando que pudiera dejar de lado la maldad y pudiera volver  a unirse al coro de ángeles al que pertenecía.

En una parte alejada en una capilla un ángel tímido y  huidizo se cubre la cabeza frente a uno de los apóstoles: Mateo. Se mira a los ojos mientras el ángel se queja sin cesar, el apóstol trata de ayudarlo pero le es imposible hacerlo y solo lo mira, hasta que unas palabras son emitidas por el ángel o arcangel llamado Gabriel.

"Gran destrucción se avecina en la tierra, los gigantes brotarán del hielo en el que están atrapados desde antes de nacer el mesías, muchos ángeles caerán frente a la humanidad y nada volverá a ser como la creación de Dios"

Un jadeo de terror fue expulsado de la boca del apóstol, no sabía que decir frente a aquello. Hacía mas de 1900 años que el sacrificio más grande se había dado, y con el todos los males se habían expulsado del mundo. Aunque a lo largo del tiempo también hubiesen crecido un poco, no tanto como en la época de Jesús, según lo pensaba.

La puerta de la capilla se abrió con estrépito, una voz agitada se presentó con un batir de alas de velocidad ahora ralentizada mientras blandía la espada pensando en un gran peligro que les acechara, lo cual no era muy lejano de la realidad. Les miró de manera severa.

—Ocurrirán cosas peligrosas Miguel, nunca había tenido una visión así, ni en el momento en que comuniqué la venida del mesías. 

Miguel, como era conocido entre los habitantes de aquella hermosa ciudad, abrió los ojos palideciendo rápidamente. Nunca había pensado que vendrían cosas peores más de cuando desterró a Lucifer al infierno a purgar su pena casi matandolo cuando se rebeló. Parecía que el destino les traía una jugada por delante sin explorar.

Era un buen reto.

—Nos vamos —Dijo antes de salir del lugar esperando por Gabriel y el apóstol.Se elevó en los aires con Gabriel en el segundo en que salió para en segundos llegar a los aposentos del rey de reyes. Entraron con una reverencia.

—Bienvenidos hijos míos.

El señor de barba blanca y mirada dulce y comprensiva les observó mientras ellos se quedaban paralizados y pálidos como papel, era extraño como se comportaban o como aparentaban estar, algo a los ojos de el padre que preveía que algo había sucedido.

—Pueden decirme lo que sea, saben que la mejor opción es la verdad.

De la nada Gabriel aterrado comenzó a llorar, y entre balbuceos le contó la imágen que había surcado su cabeza, él solo asintió entre gestos de pensamiento, pero nunca de preocupación como ellos habían pensado, algo que a veces les parecía extraordinario a su manera de ver. Ante sus miradas se levantó hacia Miguel.

—Creo que es hora de una pequeña visita a Luzbel,.

 

Mientras tanto, en el infierno dos almas: una mitad humana y una totalmente angelical, pero llena de un poco de maldad, se unen en medio de algo que solo los humanos conocían: amor. Ninguno de los dos había sentido algo de igual manera, solo un pleno inconformismo de la vida que llevaban desde hacía mucho tiempo.

Ella siendo un sucubo luego de ser una humana y él siendo un ángel caído transformado en demonio, se habían encontrado por casualidad en el infierno luego de que fueran expulsados y condenados a sus penas por la eternidad. Al principio apenas eran roces, luego toques, palabras y hechos que no hacían más que juntarlos más y más hasta que uno cruzó la línea de la amistad y le robó un beso al otro sellando el destino que parecía ser escrito solo para ellos, siguiendo fuera de esa línea desde ese mismo instante sin importarles nada más.

—Eres preciosa mi bella sucubo; y yo tu fiel servidor desde ahora hasta el final de la eternidad

Solo una risita de los labios de la sucubo se escuchó, hasta que el sonido de las llamas al crepitar lo opacó, ambos miraron hacia la carta dejada allí sin alguna explicación y luego se miraron entre si con millones de preguntas guardadas. Se acercaron a la carta.

"Mi querido hijo

Nunca quise averiguar por ti de tu propia boca y pido perdón por ello, conozco que estás demasiado bien en el lugar al que te envié. Quiero arreglar lo nuestro, es la razón de esta carta, solo dame la oportunidad de hablar, de conocer lo que  está oculto entre nosotros y verás nuevas perspectivas de la vida que llevas."

 

Al terminar de leer la carta, nadie dijo nada y se quedaron pensando, en especial Lucifer que en realidad, había cambiado por el poder tan misterioso de aquello que su padre predicaba, miró a su amada en busca de una respuesta definitiva y pudo asentir para luego escribir una carta y enviarla con un ave fenix. Los dos amantes volvieron a quedar solos.




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