Elegidos: Crónicas Arcanas

Presa

En el corazón de la noche y en un bosque desconocido me encontré en medio de la nada huyendo de mis cazadores. Corrí en la oscuridad de espesa penumbra siendo guiada por baches entre los árboles que permitían la entrada de la luz de la luna. Mientras más me adentraba en la oscuridad, más frío se hacía el entorno, incluso el sudor en mi frente estaba helado, al mismo tiempo que el peligro me acechaba con luces blancas que, galopantes en el bosque, buscaban mi paradero. No podía detenerme, no tenía voluntad para hacerlo, era como si mi cuerpo se moviera solo, el instinto de supervivencia me dominaba. No sabía el motivo, no había pasado más allá para mí, sólo unas ganas crecientes de gritar que no se realizaban por miedo a que me encontraran más rápido. Tenía para mí el vago recuerdo de un tenebroso espectro y la sangre de una víctima desconocida regada en mi cuerpo. Esquivé varios troncos y choqué con otros tantos que yacían regados en el suelo siendo tapados por una niebla tan espesa como la sangre y tan blanca como la nieve. Mi respiración se agitaba con cada paso y mi corazón saltaba al ritmo de su música, siendo interrumpido el soneto de la canción por los pasos que provenían detrás de mí. Los baches comenzaron a escasear hasta que el último lo dejé detrás. Ahora era yo contra la oscuridad, yo contra el peligro; presa contra cazador. Improvisando deprisa me oculté detrás de un árbol y tapé mi boca para acallar mis gemidos temerosos. Se hizo el silencio, el soneto de la canción continúo está vez sin interrupciones, las luces ahora eran más rigurosas a la hora de buscar en la oscuridad. Tanta calma hizo temblar mi cuerpo que aferraba su espalda al árbol. Sujeté con fuerza el suelo, buscando un lugar seguro y me obligué a ver con atrevimiento lo que había detrás. Dos siluetas masculinas, con una mano levantada cada uno cargando las luces, caminaban por los alrededores del bosque buscando minuciosamente detrás de cada árbol, tronco caído y espacio que se hallaba a su paso. Estaba en peligro, esos hombres pronto darían conmigo y no sé qué sería de mí si aquello sucediera. Miré al frente y me encontré con un camino oscuro en el que los árboles que lo adornaban desaparecían en sus lejanías. Volteé nuevamente para ver a mis perseguidores y aconteció que un dolor palpitante me golpeó en la cabeza, al mismo tiempo que unos cubos luminosos verdes aparecían en los pechos de aquellos hombres. Los cubos se levantaron apuntando en mi dirección y cuando los desconocidos se acercaban, el dolor en mí se esparció como un río. Pronto fui incapaz de moverme aturdida por el incesante ardor en mis cienes. Mis ojos se cerraron y mis dientes chocaron, de pronto una luz se expandió en la oscuridad y golpeó, para después fusionarse, con otras similares que crearon rayos del mismo color. Cuando abrí mis ojos el bosque, otrora insondable, ahora tenía un camino de variedad de colores verdes y quién los irradiaba no eran sino los árboles impregnando todo el lugar. Levanté una mano enfrente de mí y vi un color similar emanar de ella. Me levanté del suelo como atraída por esos colores y, de pronto, una mano sobrevino a mi hombro. Tan pesada al tacto, a la que le siguió una voz.

-Te encontramos-pronunció con voz pesada, su rostro cubierto por la oscuridad.

Fue instantáneo el movimiento, ni siquiera yo podría decir cómo exactamente pasó, pero la sola acción de tocar con mi mano su pecho lo lanzó con violencia varios metros a distancia provocando que chocara contra un árbol. El sonido que siguió avisó la gravedad de su herida, siendo tan similar a cuando se rompe una rama con violencia. Una de las luces que me seguían desapareció al instante. Una silueta con un cubo en el pecho se acercó a mí y me golpeó en el rostro haciendo que cayera en el suelo. Una mano verde impactó contra el suelo cuando rodé en la neblina. El espesor blanco se arremolinó bajo sus pies y sus brazos irradiaron una luz verde clara.

-¡Maldita egoísta!-escupió arremetiendo contra mí de un salto. Acción que esquivé con una precisión inhumana que no recordaba poseer.

Confiada me atreví a lanzar un golpe a su rostro, pero aquel hombre me superó con una patada en el costado. Caí y me encogí por dolor que palpitaba con la misma intensidad que el anterior. Escupí todo lo que había en mí en la tierra.

-Te atreves a huir de nosotros, de Naraji y vivir una vida miserable negando al mundo el paraíso.

Desbordó su enojo que culminó cuando, tomándome del cuello, me alzó por el aire; su mano con el color verde nuevamente. Se acercaba mi final en manos de este desconocido que, por alguna razón, me odiaba con todo su ser. Cerré los ojos dejando caer mis brazos esperando el golpe final. A mí mente vino un recuerdo, un rostro, una mujer, Maia. Ella debía estar esperándome en la ciudad, no podría ser que yo la decepcionara al no volver a su lado. Debía regresar a toda costa para poder abrazarla, besarla tan siquiera una última vez más. ¡No puedo permitirme morir! Levanté mis manos y golpeé con fuerza la cavidad de su antebrazo intentando que me soltara.

-¡¿Y aún intentas luchar?!

Sentí un puño en mi abdomen, pero eso no me detuvo en mi intento por soltarme. Intenté llegar con mis manos a su cuello, pero eran muy largas las suyas, en ese instante de lucha contra mi cazador; lo único que pude sujetar fue el cubo luminoso del cuál tiré con toda la fuerza que me quedaba. Su presión en mi cuello nublaba ahogaba mi lucidez. De repente me encontraba en el aire, junto al desconocido, aún sujeta por él, cayendo lentamente. En un instante pude ver su rostro que, como probablemente el mío, se encontraba extrañado por el repentino cambio. Un momento de fuerza en mi fue renovado y lo aproveché pateando su cuerpo lo que nos separo en el aire justo antes de caer. Yo fui lanzada y me golpeé con fuerza contra un auto en plena vía, en tanto el desconocido chocó contra un establecimiento hundiéndose en él, ambos encontrándonos en locación desconocida. Un auto frenó súbitamente, mi espalda se hundió en algo. El soneto cambió, su ritmo se volvió más frenético con choques leves o ruedas dando giros peligrosos. Abrí mis ojos lentamente y me encontré hundida en el capó del auto. Mientras sentía que mi mente se desvanecía, volteé mi cabeza viendo a mi alrededor un cruce de calles cerrado por el accidente. Miré a través del vidrio del conductor y detrás de él había una persona con la cabeza hundida en el timón. La escena me perturbó, sin embargo era el hecho de que ese hombre podía volver lo que más me aterraba. Si de algún modo lograba despertarse, yo no debía estar ahí para ver qué eso sucediera. Debo huir, tengo que irme con Maia, pensé. Di un gran suspiro y me levanté súbitamente del capó cayendo en la acera. Las personas comenzaron a bajar de sus autos, airosos y desconcertados por el suceso, mientras yo intentaba ponerme de pie a cómo diera lugar. Me arrastré por el suelo hasta quedar en la esquina de un establecimiento en el que me recosté, estaba muy herida como para levantarme. Mi respiración comenzaba a apagarse y mis parpados caían amenazando con cerrarse al dar cada exhalación. Miré mis brazos con la poca visión que me permitían mis ojos y me encontré con que uno de ellos estaba inmóvil y cubierto de heridas. Una luz roja y azul parpadeante se posó sobre mi mano y siendo iluminada con cada parpadeo una sombra tomó forma; caminaba en mi dirección. Mi respiración se agitó, mi corazón saltó y mi cuerpo reaccionó dando un infructuoso intento por moverme, pero al hacerlo solo conseguí causarme tal congoja cuya elegía ahogué con todas mis fuerzas, las que me quedaban. Intenté mover mis piernas, pero solo daban reacciones aleatorias.




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