Cyan se cubrió el rostro y apretó fuerte lo ojos para soportar el dolor, pero al contrario de lo que pensó solo una luz cegadora irrumpió en sus parpados, podía escuchar el estruendoso sonido de las personas gritando por todas partes, el viento cálido del aire acondicionado le pegó en el rostro y la luz solar que entraba por las vitrinas del domo de “la superficie”.
Cyan abrió los ojos con lentitud encontrándose con una enorme estructura que asemejaba a una especie de colina hecha de piedras y tierra, alrededor había un campo bastante amplio como para poner al menos diez cabañas pequeñas para que las personas puedan vivir, era tan extenso que abarcaba todo el ancho de la colonia, debía ser lo bastante grande para albergar a toda la población sin que estuvieran unos encima de los otros.
La arena de combate era más bien un enorme anfiteatro que asemejaba a una estructura que estaba en los libros de historia de la biblioteca, el coliseo romano para ser exactos; unas gradas alrededor de la enorme colina de tierra y rocas con todos los habitantes de la colonia observando y gritando eufóricos, había un enorme balcón donde estaba la elite de la colonia, entre ellos estaba el coronel que sin explicación llegó tan velozmente al igual que la montaña de músculos que no daba crédito de que Cyan estuviera en esa situación.
─¡Habitantes de Kore! ─el coronel tomó un micrófono y vocifero ─hace cien años exactamente que el Dios Vortex nos entregó los diamantes elementales para proteger a la tierra, lastimosamente no pudimos cumplir del todo sus mandatos por lo que fuimos obligados a exiliarnos bajo tierra.
La muchedumbre comenzó a abuchear las palabras del coronel.
Lo que decía era cierto en todo, lo humanos no pudieron controlar esos elementos y cuando estuvieron en combate fueron matados uno a uno, con el paso del tiempo aparecieron nuevas criaturas que parecen que evolucionaron de lo que parecer ser algunos humanos.
En el pasado se contaba sobre diferentes sociedades extintas en el mundo, que al parecer las criaturas del mar fueron avistadas en la tierra cuando las criaturas salieron del infierno, las sirenas les ayudaron a los humanos a pelear, pero no fue suficiente y de esta manera fue que prefirieron enterrarse para protegerse antes de enfrentar a las criaturas.
─Nuestros hermanos del agua pelearon valientemente y fueron destruidos ─dijo ─Ahora es nuestro deber salir a recuperar lo que alguna vez fue nuestro, pero necesitamos toda la ayuda posible.
Cyan, al igual que las personas en las gradas estaban bastante inquietas, querían que de una buena vez comenzara esto, aunque el chico no quería salir a pelear, pero pensaba que mientras más retrasaba esta contienda había más probabilidades de vaciar su vejiga en sus pantalones del miedo, de los nervios, que importa; solo lo haría.
─Es por eso que lo cuatro campeones de cada escuela elemental deberán formar un equipo, salir de la colonia e ir directo a las montañas nevadas a encontrar el diamante de hielo, deberán traerlo de vuelta y solo así podremos avanzar en nuestra cruzada.
De nueva cuenta todos comenzaron a gritar y dar ánimos a los competidores, una cámara flotante en forma de dron pasó cerca de Cyan mostrado su rostro en una de las pantallas, lo mismo ocurrió con los otros tres contendientes y ahí fue cuando Cyan supo a quien se enfrentaba.
En primer lugar estaba una chica bastante peligrosa en todo sentido, es hija de uno de los mandatarios más grandes de la colonia y con sus dieciocho años ya era una máquina de pelea, en la escuela; cuando nos tocaba hacer combates cuerpo a cuerpo nadie quería tenerla como pareja porque siempre terminabas con los huesos rotos, su nombre es Nomalia y aquí es sinónimo de terror, luego estaba Billy, un escuálido joven estudioso que se lució mucho en las pruebas de inteligencia y que fácilmente podría ser el siguiente William James Sidis, que si no lo conocen él es recordado por ser el hombre más inteligente del mundo; lo único que contrastaba con su gran inteligencia era su pequeño cuerpo, bien podría tener masa muscular si fuera la gimnasio, pero prefirió entrenar su cerebro antes que sus musculo, caso contrario con el tercer contendiente.
Alto, de uno noventa tal vez, tez bronceada a pesar de pasar la mayor parte del tiempo bajo tierra, una enorme musculatura muy similar a la de Mount, una cabellera ideal y una sonrisa que cautivaba a todas, era fácil de deducir pues cuando le sonrió a la cámara que paso por delante de él todas comenzaron a gritar con más fuerza y entre la muchedumbre podría alcanzarse a reconocer uno que otro suspiro, sin duda un joven que te arrancaría la matriz de una y serias tú la que tendrías que agradecer.
Sería demasiado decir que la música en el lugar aumentaba con las frecuencias cardiacas de los jugadores, pero es que este evento es especial para los habitantes de Kore y que solo podrán celebrarlo una vez cada cinco años, debe ser especial.
Cyan miraba incrédulo y con mucho temor a su alrededor, estaba muy claro que no quería estar en esa situación y su mirada de terror lo demostraba, una lágrima corrió repentinamente sobre su mejilla hasta chocar con sus labios sintiendo el amargo y salado sabor, ante la mirada atónita de todos Cyan estaba llorando, sintiendo el dolor en su pecho de tener que ser obligado a pelear aunque no lo quisiera, a pesar de ser un chico rudo y despreocupado; también era alguien sensible y que le dolía todo lo que ocurriera a su alrededor, nunca fue del tipo que mostrara sus emociones a los demás y solo Dianna lo había visto llorar, ¿por qué estaba haciéndolo ahora?