La luz que le daba directo en los ojos eran completamente incandescente; se parecía mucho a la sala del hospital de la colonia, pero Cyan sabia que no estaba en la colonia y no era el constante aroma a humedad y eses que se respiraba, sino la experiencia de saber que llevaba al menos un par de días fuera de la colonia, de la que alguna vez fue su hogar o al menos lo más cercano que conocía de uno. Con un gran dolor en su cabeza intentó ponerse de pie pero no consiguió siquiera mover una sola mano, miró que ocurría encontrándose con unas lianas atadas a sus muñecas, a un costado estaba recostado en una cama de piedra su compañero Urano, ambos estaban en la misma situación sin saber que ocurría a ciencia cierta Cyan solo quería huir de esas criaturas, miró de nuevo a Urano dándose cuenta que no había despertado aún y aunque no estaba del todo seguro como fue que llegó hasta ahí si sabía que fueron los pequeños duendecillos que vieron antes de que los noquearan con esas rocas.
Intentó forcejear nuevamente usando todas sus fuerzas para querer zafarse sin éxito.
─Ni lo intentes ─una vocecilla sonó del otro lado de la sala.
Justo en ese momento que Cyan se digno en revisar todo el lugar viendo que estaban en una especie de cámara subterránea donde las paredes eran completamente de tierra moldeada cuidadosamente y sostenidas con un montón de lianas que viéndolas bien se dio cuenta que eran raíces, seguramente estaban debajo del bosque y esas raíces eran los árboles del rededor.
Estiró el cuello un poco para incorporarse, aunque las lianas que lo apresaban no le permitían más que unos pocos centímetros.
─¿Quién anda ahí?─
─Soy 013145-C.
Que nombre tan extraño para una criatura.
─Soy un mongo de la colonia que ha cometido un crimen y ahora soy condenado a estar aquí con… ─hizo una pausa ─ustedes.
La palabra “ustedes” parecía que la quería vomitar.
Cyan no tenia idea de que eran esas cosas, mongos como se hacían llamar y tampoco sabia porque estaban haciéndoles eso si no se habían metido con ellos de ninguna manera, a menos que su baño matutino los haya ofendido de alguna manera.
─¿Cuál fue el crimen que cometiste?
─Fui hostil con su majestad: el rey mongo.
Las palabras de la criatura parecían vacías en primera impresión, todo en algún momento hemos sido hostiles con la autoridad, pero su tono de voz le hacía saber a Cyan que lejos de sentir miedo por su ejecución el mongo sentía tristeza por haber cometido tal pecado y que se arrepentía deliberadamente de lo que hizo.
─¿Y porque decidiste hacerlo?
El mongo no pudo responder por el que sonido de alguien ahogándose exaltó a Cyan que rápidamente se giró para ver de dónde venía ese sonido, era Urano que despertaba de su sueño, Cyan por instinto intentó ponerse de pie sin éxito, quería encontrarse con su amigo y revisar que todo estuviera bien, tenía la pierna lastimada por el muro de fuego de antes y ahora estaba luchando por no ahogarse con lo que sea el líquido de su garganta, Urano por su parte seguía tosiendo para tratar de escupir lo que tuviera en la garganta, se retorcía como si le doliera mucho las ataduras.
─No te preocupes ─dijo el mongo ─estará bien.
El ambiente cambio de pronto cuando un grito desgarrador salió de la garganta de Urano, era como si le estuvieran clavando un cuchillo en lo más profundo de su corazón, Cyan insistió en quererse liberar sin mucho éxito pues tenia que ayudar a su amigo con su dolor y se tenia que liberar a como dé lugar, el mongo, por su parte solo se limito a tararear una melodía que lejos de ayudar a los chicos solo acentuaba el tono lúgubre que estaba tornándose el lugar.
─¡Ayuda! ─Cyan gritó.
Urano continuaba retorciéndose.
─¡Que alguien venga a ayudarme!
Cyan continuaba gritando sin darse cuenta de que Urano se había callado, todo el ambiente pasó de ser lúgubre a ser de completa calma y no era una calma placentera, más bien era esa calma que viene justo antes de la tormenta, Cyan miró a su amigo que yacía sin aliento a un lado de él atado como un animal muerto.
Cyan comenzó a sollozar dejando correr sus lágrimas por sus mejillas sin oportunidad de poder limpiarlas, no sabía que hacer y pensó que así serian las ejecuciones en ese lugar, y que probablemente seguía él. Entonces un enorme alarido que aturdió a Cyan salió de la garganta de Urano que con todas sus fuerzas dejaba salir todo lo que estaba reprimido en su pecho, Cyan cerró los ojos con fuerza y se vio obligado a girar su rostro para soportar el aturdimiento.
Cuando todo cesó Cyan alcanzo a ver a Urano relajando cada musculo de su cuerpo dejando caer su pecho sobre la plancha, sus manos y pies seguían atados, y su respiración era normal.
─¿Urano?
─¡¿Cyan?!