Elixir [impuros libro I] en edición

Capítulo II

-La resurrección —

 

Nicolai

—¡Tienes que estar jodiéndome! —gritó para sí mismo.

El señor de las tinieblas los estaba llamando por tercera vez en el mes, no era la primera ni la última vez que los buscaba de manera tan desprevenida. Ambos ya estaban acostumbrados.

Ser las perras del diablo era su penitencia eterna, por un pecado que ni siquiera estaba implícito realmente.

—¿Llego un recado? —preguntó Abel jugando con una pequeña pelota entre sus manos.

—Sí, y ¿sabes que es lo peor? —levantó el papel al aire—, que huele a Carter.

Abel estaba recostado en el sofá con las armas desparramadas en la mesa de centro.

—Neofitos— le lanzó el pedazo de papel.

—¿Neófitos? —preguntó Abel leyendo desde el sofá.

Nicolai asintió recostándose en el piso.

—¿Qué tiene que ver el con los neófitos? —dijo Abel arrebatándole el papel de entre los dedos y comenzó a leer— “Propicios a ingerir sustancias obscuras” ¿La magia oscura está de vuelta?

—No creo— respondió Nicolai encendiendo el cigarrillo entre sus dientes—, la magia negra se extinguió en 1900, ese hombre lo que quiere es fastidiarnos con sus jueguitos.

—Por favor, ¿Cómo es que no lo han expulsado de la tierra? El jefe ya debió hacer algo —Nicolai asintió dejándose caer en el piso al lado del sofá.

—Los expulsan del cielo y nosotros somos los que tenemos que lidiar con su maldita porquería.

Nicolai expulsó una enorme nube de humo por la boca. Los días habían pasado fuertes los últimos días, satanás— el jefe— no dejaba de mandar cartas para regularan las cosas aquí arriba. Los arcángeles eran cada vez más expulsados y eso solo significaba desastre con todas sus letras.

—No tienen autocontrol— se quejó Abel.

—¿Y tú si lo tuviste cuando caíste?

Abel asintió con media sonrisa por los recuerdos.

Ambos fueron casi al mismo tiempo desterrados del reino de los cielos, y entendían a la perfección que algunos se perdían en el sentimiento tan abrupto de adrenalina al recorrer tus venas con solo poner un pie en un mundo tan simple como la tierra.

Tantas cosas por hacer, cruzar los límites de lo prohibido era tan atractivo que uno fácilmente se podía ahogar entre tanto poder.

El cielo sin duda era fantástico, pero no se podía comparar con el mar de posibilidades que podías hacer aquí abajo. Para todos menos Nicolai.

La rebeldía nunca llegó para él, la adrenalina, todas las cosas emocionantes que experimenta un caído habían sido sustituidas por un sentimiento profundo de culpa.

—Carter está involucrando a mucha gente en sus peleas— dijo Nicolai y miró el papel—Llama demasiado la atención con su pequeño espectáculo de payasos.

—Tendremos que darle una visita, lleva años haciéndolo— Abel se paró y comenzó a sacar las armas—. Recluta a los nuevos, los embarra en su mierda, y ellos son los que terminan llegando al infierno. Evita problemas como si se trataran de impuestos.

Nicolai se colocó el saco, las fundas internas estaban cargadas con dos cuchillos de mano y una manopla puesta en su bolsillo.

—No la lleves— interrumpió Nicolai.

Abel ya había tomado su pistola, una enorme arma que sin duda llamaría la atención de cualquiera.

—No debemos llamar la atención— Dijo Nicolai—, lo que menos queremos es que se entere que estamos de nuevo atrás de él. Solo daremos un vistazo.

—Claro, porque somos tan amigos que solo pasaremos a saludarlo.

Abel entornó los ojos. Era un sujeto violento, domaba a la perfección casi cualquier tipo de arma blanca, en especial del único armamento no registrado que cargaban en sus manos. Rebecca. Una espada tan ligera como una hoja y letal como el mismo Lucifer.

El arma del infierno”, la llamaban.

No objetó y tomo algo menos llamativo, dos cuchillos tan pequeños que cabían dentro de las mangas de su gabardina con acceso inmediato si algo se llegaba a complicar.

Con ellos algo siempre se complicaba.

°°°

Llamaban la atención, eso era evidente. Por donde fuera que caminaran las miradas se hacían resaltar por su belleza.

Fueron ángeles y aunque habían perdido sus alas, la belleza estaba aún presente en su apariencia.

Seres aparentemente perfectos con un alma que estaba dañada por el abuso del pecado.

Algo bueno debía tener el destierro.

Siempre vestían elegante, apariencia limpia y portando un traje en tonalidades monocromáticas que realzaba su pálida piel. Mirada seductora e intimidante sin cruzar nunca con la de ningún mortal.

EL gimnasio de Carter no estaba muy lejos, atravesaban la calle y ahí fue donde la vio.

El mundo se volvió lento Una chica alta, con el cabello tan oscuro que se podría camuflar entre las sombras si así lo decidiera. Sus ojos, dios, sus ojos te daban vida con solo observarlos. Nicolai no lo podía creer, Danel estaba de regreso. 

Su ángel estaba de nuevo en la tierra.

Una nueva piel, nuevo nombre, nueva vida.

—Nico— gritó Abel desde la otra acera.

La chica se perdía entre tanta gente y entro por una puerta hacia lo que parecía la cocina de la cafetería con una bandeja sobre sus manos. Estuvo a punto de caer, pero logró sostenerse de la barra antes de que se callera un plato. Nicolai no pudo contener una pequeña sonrisita por lo adorable que se miraba.

Hermosa como siempre, sin duda el ángel de sus pesadillas. No tenía la menor duda.

Danel había renacido Enel cuerpo de una hermosa mujer, ella había sido el ángel que siglos atrás Nicolai se había enamorado. La razón por la que ambos habían sido expulsados. Siempre se había sentido culpable, nunca se perdonó después de eso; se la había llevado entre sus acciones ¿Podía existir algo más egoísta?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.