Elixir [impuros libro I] en edición

Capítulo IV

- Orkh -

Nicolai

¿Qué diablos estaba haciendo ahí?

-Hey- habló Abel sin mirarle-. Si la sigues mirando así va a llamar a la policía por acoso, tienes que calmarte.

Nicolai desvió la mirada a la calle dando un enorme sorbo al café.

-Solo pídele su número y ya, no es tan difícil.

Nicolai recapacita, pensaba en cada uno de los motivos que lo habían incentivado a estar ahí en primer lugar.

Él nunca se había acercado antes, ni siquiera había entablado contacto visual previo a entrar por esa puerta; estar sentado ahí era lo más cerca que había estado desde hace cuatro siglos y parecía ser la oportunidad de su existencia. Ambos ya se conocían, el era el culpable de que Gabriela había sido expulsada al mundo mortal. Trecientos años, y cada uno de ellos con menos culpa, pero siempre recordando lo que era. Nicolai era un monstruo, sin duda.

No todos los monstruos están debajo de la cama, algunos son desterrados y caminan entre nosotros.

Abel estaba en lo correcto. No tenía la intención de acercarse demasiado pero no quería dejar una mala impresión de el mismo, pero con los nervios que recorrían por su cuerpo, Nicolai estaba quedando como un acosador probablemente. Había tratado de sonreír, tan casual como cuando Abel soltaba un comentario sarcasmo, pero lo único que emitía era desconfianza.

-No puedo- dijo Nicolai-, hoy no.

Abel lo miró desconcertado, muy en el fondo Nicolai sabía lo mucho que su mejor amigo pensaba. Llevaba años reclamando por lo mismo, le reprochaba la agonía por la que Nicolai se hacía pasar a el mismo; pero a veces lo que nos da miedo no es el camino, sino, el no saber que hacer cuando alcancemos a la felicidad.

Siglos esperando, sabía que algún día querría entrar en su vida, saber si realmente estaban hechos para estar con el otro, pero todo lo regresaba a un mismo punto de tristeza. ¿Y si el no era bueno para ella? Nunca se habían dado a lugar relaciones formales entre humanos y caídos, principalmente porque los caídos eran exiliados por lujuria, y alguien tan deseoso de probar los pecados en el mundo mortal no estaba listo para una relación formal.

Nicolai era diferente, su exilió era descrito como absurdo. Se había enamorado, por un ángel, con el que ni el mismo se atrevía a entablar una conversación. Patético, simplemente patético.

Gabriela lo miraba con curiosidad, al principio notó como trataba de disimular, pero ahora le estaba sosteniendo la mirada, como si de alguna manera tratara de saber que ideas pasaban por su cabeza. Pero ante todo, sostenerle la mirada era lo más sencillo. Se deleitaba con su mirada, era la más grande atracción y debilidad para Nicolai, esos hermosos ojos cafés la hacían lucir tan especial y llena de vida.

Vida.

Nicolai quería tener un poco de rastro de vida en su cuerpo, aunque fuera un poco.

Su compañera hablaba un poco elevado, había salido de la cocina y notó de inmediato que Gabriela no estaba solo concentrada en el vaso que limpiaba entre sus dedos.

-Solo digo que no tiene nada de malo pensar que es atractivo- escuchó a su amiga-. No has salido con alguien en mucho tiempo y...

Nicolai reprimió una sonrisa que se aproximaba.

-Julieta, de por sí ya siento como si le faltaran horas al día. No me puedes decir que tendría el tiempo para un novio con tantos deberes.

-El otro día dijiste que querías vivir experiencias ¿no es cierto?

Gabriela dejo de limpiar para mirarla con desconfianza. No se daban cuenta que eran los únicos del lugar y su conversación se escuchaba, aun con la distancia.

-Si...

-¡Ahí está! El sin duda te daría experiencias- Gabriela negó con la sonrisa que tanto la caracterizaba-. No lo sé, puede ser cualquier cosa. Tal vez sea un romántico, o un poeta reprimido...

¿Un caído? -se dijo a sí mismo.

-Un chico de acción, como un estafador prófugo- Julieta parecía del todo escéptica ante las suposiciones que su amiga daba de la vida privada de Nicolai-. No sabes si estudia cine, y hace ese tipo de películas independientes que usan el sexo como si se dedicaran al porno, se ve como si el pudiera dar una buena función de porno.

Nicolai no podía contener la risa entre sus mejillas, Abel se contuvo para no soltar una carcajada ahí mismo.

-¡Julieta! -la reprendió tratando de sonar lo más seria posible-. ¿Cómo puedes decir eso?

-¿Cómo no lo diría? -Julieta se tapó con un trapo la mirad de la cara- ¿Qué? Soy lesbiana, pero no ciega.

-Diablos Nico- comentó Abel-. Y yo que pensé que las esposas y el látigo de tu cajón eran pura decoración.

Nicolai contuvo la risa por lo absurdo del comentario y le dio un golpe en el brazo que lo hizo reír aún más. Julieta era graciosa, las suposiciones eran falsas, pero le agradaba la sensación de aparentar ser un hombre tan interesante.

La risa de Gabriela era preciosa, tan cálida como una taza de café por la mañana y tan delicada como una buena copa de vino. Ella lo hacía sentir vivo, lo embriagaba de felicidad con solo mirarla sonreír.

Nicolai quería ser la persona que la hiciera reír.

-Deberías acercarte -Abel dio el último trago a su café-, no es pecado, y créeme que hay peores.

-Mírala sonreír Abel, es perfecta- agachó un poco la cabeza-. Creo que lo que menos necesita en su vida es que la involucre en mis asuntos.

Abel sabía que en el fondo Nicolai tenía razón.

-Eso te recuerdas cada vez que vuelve y no veo cual es la finalidad. No tienes la culpa de que los expulsaran, Dios ni siquiera debió desterrarla a ella en primer lugar, no tenía la culpa de tus sentimientos- lo apuntó con el dedo-. Y por lo que he visto en estos últimos siglos, nuestra penitencia está hecha, no nunca podremos dejar esta mierda. No deberías resignarte a lo que tienes, sino, tratar de mejorar, aunque sea un poco las cosas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.