Elixir [impuros libro I] en edición

Capítulo VI

- angelus mortis -

Nicolai

La calle se sumergía en el citadino ruido de la avenida. La noche estaba algo fría, pero ninguno de los dos bajaba la guardia mientras caminaban al punto de encuentro.

-Estas demasiado pensativo, Nico- dijo Abel-. ¿Qué te sucede? Nunca paras de hablar por tanto tiempo.

Nicolai no pudo de dejar de rebobinar el suceso de esa misma mañana. Mirarla ahí, hablar después de tanto tiempo con Gabriela.

Tener tan de cerca esos hermosos ojos que le alborotaban el estómago y le hacían probar el paraíso.

La conversación no fue lo más profundo que había tenido, incluso llegó a pensar que la asustó ligeramente con su actitud de la otra noche. "Si la mira así pensará que es acoso" recordó las palabras de Abel. Le dolía aceptar que Abel tenía razón, si quería acercarse, primero tenía que dejar de aparentar ser un maldito acosador. Primero tenía que mostrar interés para que lo notara.

No había parado de sonreír en todo el día. Era lo más lejos que se había permitido llegar en años, una banal charla.

-Hoy me topé a Gabriela en la mañana.

Abel lo miró a los ojos.

-No es cierto- respondió con una ligera sonrisa se posó en sus labios.

-Es verdad, de hecho, hablamos un poco, hoy después de perseguir a ese idiota en la mañana.

Nicolai no podía ocultar la sonrisa con la que venía el nítido recuerdo de esa misma mañana.

-Primero, ¡¿Qué?! -exclamó Abel-, ¡¿Qué diablos pasó en la mañana?! ¿De qué me perdí y porque hasta este momento me entero?

-Terminé persiguiéndolo hasta entrar al metro, ahí un idiota trato de asaltarme con una navaja, logro que la presa escapara y solo armo un gran alboroto. Pero, al menos sirvió para que Gabriela se acercara a mí.

-Y se acercó a ti porque...

-Porque quería estar segura de que me encontraba bien- dijo Nicolai con un tono de orgullo que difícilmente se retiraría.

Abel extendió la sonrisa, se notaba el orgullo en su mirada.

-Así que, por fin hablaste con ella- continuó.

-Una charla muy corta.

-Pero una charla, a fin de cuentas.

-No es para tanto- replico Nicolai.

-¿Bromeas? Es un paso enorme.

-¡La lo se! -gritó con una enorme sonrisa, Nicolai-¡Estoy que exploto, Abel!

-Nicolai, hasta yo estoy emocionado- respondió con cierto tono juguetón en el habla-. Mierda, hermano, hablaste con ella. Ni yo pensé que esta sería la buena.

-Ella dio el primer paso, en realidad.

-¡¿Y eso a quien le importa?!- exclamó Abel-, da igual quien fue, no estamos como para ponernos exigentes, ya es ventaja que no te desmayaras.

La ciudad estaba a sus pies, ambos se sumergían en las hermosas aguas de la tranquilidad, Nicolai por primera vez en tantos años se sentía en paz. Por primera vez tenía una luz en el pecho que indicaba esperanza.

-Sabes, Nico; siento muchos celos en este momento- dijo Abel mirando a la nada.

-¿Por haber encontrado al amor?

-Porque pensé que yo sería el que indujera en el camino de la lujuria.

Soltaron una carcajada y le dieron un respiro al aire fresco de la madrugada.

Ambos habían llegado al punto de encuentro.

Estarían esperando al soplón de Dominic, un ángel caído conocido por lo silencioso de su trabajo y la enorme cicatriz al lado del ojo. Era uno de los más antiguos en la tierra, un completo veterano de las tres guerras. Al estar repleto de contactos no había nada de lo que él no estuviera enterado, pero no era una fuente confiable a largo plazo.

La voz tenía un costo, y todas las palabras de Dominic valían una gran suma monetaria.

Debían que ser inteligentes, era el eslabón de último recurso. Dominic podía venderte buena información, pero al mismo tiempo también podían preguntar sacar provecho de ello, lo de menos quería era informarle a Carter que lo estaban investigando.

Abel rompió el silencio.

-Hablando de la mañana- comenzó a sacar los cigarrillos del saco-. ¿Descubriste algo? Dime al menos que sirvió de algo tu pequeña persecución de la mañana.

-No, el maldito solo corrió y no logré dar con él a ningún lado. Prácticamente perdí mi tiempo.

Abel hizo un movimiento de disgusto mientras el ambiente se llenaba por la nicotina que expulsaba de entre sus labios.

La noche era fresca, ambos vestían algo abrigados mirando las estrellas acompañado del ruido diurno en la gran ciudad.

Escucharon como alguien subía las escaleras metálicas, ambos se giraron y Nicolai tomó el mango de su cuchillo.

Esperaron unos cuantos segundos y ahí estaba, el ángel de la muerte.

Dominic.

Con su cabello alborotado y la mirada cínica en sus ojos. La horripilante cicatriz que le recorría la mitad de la cara y la ropa desalineada.

Ese era Dominic, era la viva imagen del cómo se miraba la muerte.

-Amigos, fue raro escuchar su llamada- dio el último paso para llegar a la azotea del edificio-. Pensé que ustedes solo hacían tratos con el diablo. ¿O es que ya no son amigos?

Arrogante, siempre con un tono arrogante.

-Déjate de juegos Dominic- habló Nicolai-. Tú sabes a que vinimos.

-Hace mucho que no los veo- ignoró-. ¿Qué ha pasado últimamente? ¿Tiene algo nuevo que contarme? Los caídos como ustedes siempre tienen algo nuevo que contar.

Caminaba con las manos en los bolsillos de su abrigo de un lado a otro, los analizaba, era claro. Siempre con los ojos en la víctima, estudiando al mundo como si todos fueran la presa entre sus garras.

-Ahórratelo- expulsó Abel con humo en la boca-. ¿Cuánto quieres?

Dominic desató una carcajada macabra como respuesta. Ambos se miraron extrañados y Nicolai frunció el ceño.

-Ya veo que hace mucho no nos vemos- habló-. Yo ya no solo hago tratos por dinero, o mínimo no todos son por algo monetario. Ustedes, por ejemplo, pueden pagarme únicamente con un favor.




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