Elixir [impuros libro I] en edición

Capítulo XII

—Nuntius—

 

Gabriela

Estaba al borde de la histeria, Samantha se había comportado como una reverenda loca. No era ni la primera cita y Nicolai ya pensaba que tenía una mejor amiga sobreprotectora.

                  Gabriela la empujaba escalera arriba, Sam soltaba una risita como si acabara de hacer una travesura. Por fin la tuvo cara a cara y confirmó que estaba en lo mínimo arrepentida de la actitud que la había desatado.

                  —Cuando me impulsabas a querer tener novio— habló tomándola por los hombros—, ¡Nunca dijiste que era para ahuyentarlo!

                  Sam comenzó a reírse con ganas. Dejó las bolsas en el piso y se dejó caer de forma exagerada en el sofá.

                  —Es parte del espectáculo— soltó en un suspiro Sam—, no sabía ni si quiera que existiese. Solo quería asustarlo un poco.

                  —¡¿Asustarlo?! —gritó Gabriela, haciendo reír aún más a Sam—, ¡Casi lo matas de un infarto! Ahora dudo que quiera salir conmigo alguna vez.

                  —Corrección— interrumpió—. Primero, grité que eras una persona fuerte e independiente, no le veo lo malo a describirte de una manera tan hermosa. Y segundo, ¿Esta era su primera cita?

                  —Lo acabo de conocer hace apenas una semana, no hemos tenido ni siquiera una cita formal— Gabriela se tocó la frente por desesperación—. Hoy me trajo a casa, es todo.

                  —Carajo, lo siento Gaby. No pensé que fueras en serio con él, no lo habías ni mencionado— se arrepintió de forma sincera Sam.

                  La cabeza de Gabriela daba vueltas a más no poder.

                  —Da igual, por otro lado, supongo que no debo enojarme. Si me vuelve a hablar después de esto es el indicado hasta para casarme.

                  Ambas soltaron una risa, Sam le tomó la mano a Gabriela como una última muestra de perdón.

                  —El poder de amistad— dijo Sam.

                  —Cállate, esto no es my Little pony.

                  Esa era la señal, la muestra de que ya no estaba enojada su mejor amiga, y Sam le dio un pequeño golpe en el hombro. Gabriela comenzó a hablarle de lo poco y maravilloso que sabía de Nicolai. No volvió a dejar de sonreír en toda la noche.

°°°

Nicolai

Felicidad era un sentimiento demasiado pequeño, se reprimía el enorme grito que quería pegar al cielo porque aún no salía de la calle donde vivía Gabriela.

                  ¿Por qué diablos se había reprimido tanto este sentimiento?

                  ¿Será que ya había encontrado su chispa de vivir?

                  La mayoría de los caídos al descender presentaban una actitud muy rebelde, algunos presentaban una “cruda moral” a unas cuantas décadas de estar en la tierra, pero en su mayoría decidían vivir sin limites y de forma desenfrenada. A veces parecía como si dios los hubiera mandado a la tierra porque sabía que muy en el fondo de su ser tenían una actitud severa con complejo de rebeldía.

                  Muchos otros caídos pretendían no tener nada que ver con el cielo, trataban de tener una vida mundana como cualquier otro, pero esas pobres almas sabían que vivían en una fantasía. Al ser seres inmortales, no podían tener familia biológica. Al ser inmortales, sabían que en algún momento tendrían que ver a sus seres queridos morir. Al ser inmortales tratando de tener una vida que no les correspondía, se negaban a aceptar que estaban cumpliendo una condena que los volvía cada vez más miserable, a cada día y con cada perdida que pasaban. Tarde o temprano todos los caídos presentaban esta etapa del descenso.

                  Los caídos no estaban hechos para amar a un simple mortal, tal vez ese era la tortura eterna que no estaba implícita dentro de su destierro.

                  Algún día vivirás la mejor sensación que un humano puede experimentar, el amor. Sin embargo, ¿Todos estamos hechos para ser amados?

                  Nicolai divagaba por su cabeza regularmente. Al solo tener a Abel como persona de conversación, esto podía volverse muy agobiante.

                  Al inicio, Abel y Nicolai también se habían vuelto un poco caóticos, Abel había explorado de punto a punto todo lo referente a su sexualidad. En menos de un siglo prácticamente se había acostado con más la mitad de la población de San Marino1, Orgías, tríos, hombres, mujeres; Abel para este momento ya estaba al tanto de que era lo que le gustaba. Para el siglo XX, ya había perdido el gusto por el sexo.

                  —Oficialmente, renovaré mi virginidad— dijo Abel en el pasado—, el sexo se volvió aburrido, ¿Puedes creerlo?

                  —Lo que no puedo creer es que tardaras tanto en perderle el gusto, tienes suerte de que no somos fértiles. Y si se puede saber, ¿Cómo carajos vas a renovar tu virginidad?




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