Elixir [impuros libro I] en edición

Capítulo XV

—Latinus—

 

Gabriela

Estaba algo nerviosa, era lo que parecía ser una “primera cita” y Gabriela podía contar con los dedos de sus manos la cantidad de citas de toda su vida. Ambos se dirigían a la casa de Gabriela para que ella pudiera trabajar en su proyecto. La funeraria y la iglesia no estaban muy lejos de su hogar, pero no creía que fuera prudente pedirle a Nicolai que dejara la motocicleta en el estacionamiento.

                  Estaba nerviosa por subirse al arma mortal, pero estaba más nerviosa por el contacto físico que tendría con Nicolai.

                  La aplicación no era nada novedoso, un simple juego apto para todo el público al estilo de leage of leyends, pero el proyecto requería justificación estadística con pruebas para el desarrollo del juego. Nicolai no se veía mayor a veinticinco, él tenía la apariencia de no ser un hombre de muchos videojuegos, pero el estudio era mejor visto mientras la toma de muestra fuera más grande.

                  —¿Tu estudias algo? —preguntó Gabriela mientras caminaban por el estacionamiento.

                  —No, el trabajo me mantiene lo bastante ocupado para pensar en una carrera— respondió mirando hacia los árboles—, el estudio no es lo mío, al menos no en el sentido generalizado.

                  Nicolai sacó las gafas que guardaba en el interior de su chaqueta, era imposible no notar el mucho atractivo que cargaba en sus facciones, perfil delineado, rostro delicado y piel sin una sola mancha. El sol le daba justo en la cara y opacaba totalmente al hermoso atardecer que se veía a través de los edificios.

                  Era perfecto, extrañamente perfecto.

                  —¿Al sentido generalizado?

                  Nicolai la miró a través de las gafas soltando una sonrisa ladina.

                  —Si, generalizado— respondió—, yo no soy de los que les gusta estudiar en cuatro paredes, prefiero aprender yo solo leyendo en los libros. Mi favorita es la biología molecular.

                  —¿Ciencia?

                  —Ciencia.

                  Nicolai no se detuvo cuando pasaron su cajón de estacionamiento, ella se quedó estática en el lugar.

                  —¿Qué haces? —Nicolai se detuvo.

                  —¿No estas olvidando algo? —apuntó Gabriela la motocicleta con la barbilla.

                  —¿Te gustan las motocicletas?

                  —No— se dio cuenta de lo estúpido que sonaba—, nunca me he subido a una, pero pensé que nos iríamos en ella.

                  El se colocó las gafas en el puente de la nariz dejando ver sus claros ojos color negro y las gruesas cejas.

                  —¿No te da miedo la velocidad? —cuestionó como si Gabriela se fuera a arrepentir en cuanto se subiera.

                  —No— respondió segura en su voz—, según el juego mecánico de caída libre de 20 metros, no soy ninguna temerosa de la muerte.

 

Nicolai

Era imposible no amarla, su sentido del humor le daba una caricia justo en el lado más puro de su corazón al que nunca había llegado. Los colores se hacían más nítidos cada vez que la miraba y su risa le llevaba al éxtasis que lo volvía un adicto al instante.

                  Nicolai siempre traía dos cascos en el compartimento, Abel casi nunca lo usaba, pero para escapes rápidos siempre eran buenas las motocicletas.

                  Le ofreció la mano para ayudar a Gabriela a subir, su piel estaba cálida y sus manos estaban delgadas con dedos algo largos.  El ruido de neumáticos en el pavimento combinado con motores forzados se escuchó al inicio de la calle, vio como pasaban cinco camionetas del gimnasio de Carter a por lo menos cien kilómetros por hora. Camionetas como las que él y Abel habían estudiado semanas atrás.

                  —Aguarda— dijo Nicolai al asegurarse que Gabriela estaba bien sentada en la motocicleta.

                  Caminó hasta la acera y sintió un golpe directo al pecho de preocupación.

                  El gimnasio estaba al borde de reventar, las personas no cabían dentro de las grandes paredes y el ruido se escuchaba a una cuadra de distancia, todos tratando de ver aunque fuera un poco del espectáculo que estaban dando.

                  ¿Ahora qué mierda amarillista estas mostrando, Carter?

                  —¿Todo está bien? —gritó Gabriela aun arriba del vehículo.

                  —Si— respondió sin dejar de mirar la multitud—, un pequeño asunto de trabajo. Dame un momento.

                  Se alejó unos cuantos pasos para que la hermosa chica no pudiera ser testigo de su conversación, necesitaban investigar que estaba pasando, pero con Gabriela a su lado no se atrevería a dar otro paso más cerca de ese lugar. Sacó su teléfono y marcó el número de su mejor amigo.

                  —Romeo, Romeo, ¿Dónde estás que no te veo?




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